Capítulo 11

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Presente

Liliana Valencia

— ¿Villa? — pregunto con voz suave y precavida.

— Villa no, Juan Pablo — me corrige enfatizando su nombre —, tú me dices Juan Pablo porque te gusta llamarme así, no Villa. Porque solo me dices Villa cuando estás molesta, ¿A caso estás molesta conmigo, rojita?

— No Juan Pablo, no lo estoy — escucho como suspira pesadamente al otro lado de la línea — ¿Debería de estarlo?

— No creo... no — dice —, aunque siento que constantemente lo estás, desde ese día en Barcelona.

— Apenas si nos hemos visto...

— Lo sé, lo sé — suena frustrado —. No quise molestarla Lila, yo...

— Cariño, no, no molestas — soy consciente de cómo le llamo, y también soy consciente de que por ese pequeño instante en que esas palabras salen de mi boca, hay un silencio sepulcral; pero ya me sospecho de su estado, y lo mejor es tratarlo con calma —, ¿Estás bien?

— Yo... no lo sé, Lila que pena.

— Estás borracho — no pregunto, lo afirmo porque lo conozco y sé que suele arrastrar las palabras y agravar su voz cuando está en ese estado.

— Si.

Y esa es respuesta suficiente para ponerme de pie y buscar mi gaban poniéndomelo sobre mi pijama que consiste en una camisa dos tallas más grandes con una imagen de Garlfield, unos shorts holgados de Hello Kitty y unas medias largas que mandé a hacer con la cara de Niccolo Pagamichi. Algo muy característico mío, que intentaría cambiar si voy a salir, pero si él me llamó es por algo, y aunque nos hayamos separado, Juan Pablo aún sigue clavado en mi corazón, y es algo que aún no estoy preparada para cambiar.

— ¿Dónde estás? — le pregunto mientras termino de ponerme mis tenis, pero solo hay silencio —, Juan Pablo.

— Abajo.

— ¿Qué? — Pero en vez de responder, sigue hablando.

— Y el portero no me conoce y me mira raro, y yo estoy apoyado en mi auto pensando lo idiota que he sido al tomar la decisión de conducir hasta aquí, solo porque te vi fuera de este edificio esta mañana.

— Juan Pablo, no te muevas que ya bajo.

En menos de diez minutos ya he bajado y hablo con Claudia, una de las celadoras en guardia, para pedirle que me deje salir y que por favor me permita el ingreso del auto negro que está estacionado al frente del edificio al parqueadero de visitantes.

Al salir del edificio lo veo recostado en la puerta del copiloto con su cara entre sus manos, va vestido con una camisa negra simple, jeans oscuros y una chaqueta de cuero. Avanzo lentamente, evitando alterarlo; la escena luce un poco familiar y algo nostálgica. Cuando llego a su lado, lo toco suavemente en su antebrazo para llamar su atención. Él levanta lentamente su mirada para posar sus ojos cansados y rojos por el llanto en los míos.

— Lila... — su voz suena rendida.

— Dame tus llaves — extiendo la mano y él me las pasa con una mirada extraña —. Vamos a entrar tu carro al parqueadero y subiremos, ¿bien?

Asiente y nos subimos a su auto, yo del lado del conductor y él del copiloto.

Ya en mi apartamento, él se queda parado al lado de la puerta mirando todo atentamente, y a pesar de la poca luz, ya que solo encendí la lámpara que hay al lado del televisor, el parece eclipsado por el ambiente.

MI HECHIZO - J.P VillamilWhere stories live. Discover now