6 | Oh, y hay una profecía, por cierto

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—¿Cómo te sentiste?— Max preguntó. —Cuando tus ojos comenzaron...— Dudó, señalando mi cara. —...a brillar?—

—¡Vi toda mi vida pasar ante mis ojos! Y me dieron ganas de cantar la canción del "Círculo de la Vida" del Rey León. Vaya. Pero, Max, ¡ahora todo tiene algo de sentido!—

—¿Qué? ¿Ser hija del dios de la Luz?— Graznó.

—¡Sí! En el pasado, en verano, podía tomar el sol durante horas sin que me quemara, o me bronceara—.

—Eso sí que es raro—, coincidió.

—Y a veces me quedaba tumbada en la hierba, mirando al sol durante minutos y minutos. Mis ojos nunca se irritaban—.

—¡Quizá por eso tus irises eran amarillos y brillantes cuando te vi en el baño de chicos! Recuerda que te pregunté sobre eso. Y la forma en que blandías esa fregona contra las sombras o lo que sea que fueran esas cosas!—, exclamó.

—Sip—.

Max se sentó a mi lado en silencio, haciendo rodar su gorra de una mano a otra, con el rostro fruncido por una profunda reflexión.

Debe estar pasando por lo mismo que yo. Como tratando de asimilar la noticia.

—¡Caramba, somos hijos de los dioses eslavos, Max! ¿No crees que eso es genial?— No entendía cómo no se emocionaba con esto.

Por fin era alguien. Alguien especial. Yo, que siempre he sido una doña nadie.

—Claro, es genial—. Asintió. —Para mí, también da un poco de miedo, no sé. Y... ¿Dana?—

—¿Hmm?—

—Nunca había notado nada especial en mí. Espera. ¿Crees que siempre he sido tan bueno en el hockey porque Morana...?—

Pude ver que le costaba decirlo.

—¿Porque Morana es mi madre? Ya sabes, la diosa del hielo y todo eso—.

Nuestras cavilaciones fueron interrumpidas por las voces elevadas a nuestro alrededor.

¿Las diosas estaban... discutiendo?

—Sí, las enviaremos en una búsqueda. Sabes muy bien por qué tu hijo y la señorita Ilic están aquí, Morana—, Gamayun puso los ojos en blanco ante la diosa de la muerte. —Estos dos son los héroes elegidos para la tarea. Los dos de los que habla la profecía—.

Morana arrugó la nariz. —A lo largo de los milenios, hemos entrenado y ayudado a muchos semidioses, pero te digo que son demasiado jóvenes. Max es demasiado joven. Acaba de ser reclamado hace cinco minutos—.

—¡Chicas, por favor, no se peleen!— gimió Lelya, poniéndoles ojos de cachorro. —Podemos resolver esto pacíficamente, ¿no?—

—¡No te metas en esto!— gritaron Gamayun y Morana.

Lelya se retiró a su trono del bosque, haciendo pucheros todo el camino.

—¿Son estos tus salvadores de la humanidad? ¡Míralos! ¿Debemos hacer de niñeras? No, gracias—. gritó Morana.

Me sonrojé. —Oye, no somos niños—.

—Um, Dana—, dijo Max, —más o menos lo somos—.

—Somos adolescentes—.

—Es un poco lo mismo, solo que con otra palabra, querida—. Morana sostuvo mi barbilla entre sus garras.

—Sip, pero mi versión suena mejor—, murmuré.

No quería que me dijeran a qué venía todo este alboroto, ni a qué tarea tenían pensado enviarnos.

Sólo deseaba demostrar mi punto de vista sobre que somos lo suficientemente maduros para manejar cosas grandes.

Dana Ilic y la Puerta de las Sombras | ✔️Where stories live. Discover now