—Tarde será cuando descubras cuán equivocada estabas —replicó Cicatriz quien parecía ser el superior de los dos, a pesar de ser de ambos soldados rasos.

No quiso abusar de su suerte y guardó silencio el resto del viaje. Si Aleksey iba a estar presente en aquel acontecimiento, debería aprovechar para salvarlo en el primer descuido. "No será fácil". Pero si había podido salvarlo de un cuartel, un palacio no debería entrañar muchas dificultades más.

Fue llevada hasta una hermosa habitación en donde una sirvienta la esperaba con unas toallas y jabones, una bañera llena de pétalos de rosa y sales marinas, mientras un regio vestido de color verde la esperaba sobre la cama. "¿Es esto parte de algún tipo de fantasía?".

A pesar de que el baño debería haberla relajado, no podía olvidar que Yuli todavía estaba perdida en Ekaterimburgo. Era impensable ponerse a buscar puerta por puerta. Podía descartar las casas pequeñas. La bestia que se la había llevado debería estar oculta en algún sitio de grandes proporciones.

—Una vez rescate a Aleksey, recorreremos la ciudad y la encontraremos.

No se había parado a pensar si Aleksey querría su ayuda para encontrarla. Todavía estaría enfadado con ella por el beso. Lo había echado todo a perder. "¿Puede el amor arruinar algo?". Ivana se merecía otra oportunidad. Al menos por Yuli. Después de eso, podrían tomar caminos distintos. Pero la prioridad era encontrar a su hermana. "Cueste lo que cueste".

Fuera de la bañera, con la toalla ajustada, se sentó sobre la cama y recorrió el vestido con sus manos. Era suave, hermoso. Del tipo que nunca podría llevar en su vida dado que no tendría nunca el dinero para comprarlo. Hecho con seda de un delicado color verde, adornado con esmeraldas de distintos tamaños bordados con hilo de oro. Parecía un vestido hecho para ella. El comandante parecía tener un buen ojo. Afortunadamente le cubría la cicatriz del disparo del tren.

La sirvienta se aproximó para ayudarla a vestirse y ajustarse el corsé. "Imposible hacerlo sola". La invitó a sentarse sobre un cómodo sillón de piel de color rojo. Cepilló su cabello y lo recogió, coronándolo con una fina diadema de oro con cinco esmeraldas engarzadas. La maquilló delicadamente, pintando sus labios de un suave color rosado al igual que el rubor de sus mejillas. El toque final sería un collar, también de oro con dos esmeraldas ovaladas escoltando a otra de gran tamaño.

Ivana no podía creer que pudieran existir joyas así. Tanto lujo era obsceno comparado con la miserable vida que llevaba en Krasno. "Con sólo una de ellas, podría alimentar a mi familia por años", resolvió mientras acariciaba el collar con la yema de sus dedos. El lujo era suave y adictivo.

Entonces llegó la parte más cómica: los zapatos de tacón. También confeccionados con seda de color dorado y esmeraldas, Ivana trastabilló nada más que la sirvienta le pidió que se pusiera en pie. "¿Cómo pueden caminar con esto?", se preguntó. Costó varios minutos que se pudiera tener en pie. "Y me costará toda una vida aprender a caminar con ellos".

Todo sacrificio pareció valer la pena cuando se situó frente al espejo. No parecía ella misma. Era un extraño sueño hecho realidad. Tan sólo le faltaba su príncipe azul y una fiesta en donde poder bailar con él, entonces se sentiría parte de un cuento de hadas. "Pero no tengo ninguna de esas cosas", reflexionó apesadumbrada.

—Estás hermosa —dijo el comandante Vasilyev irrumpiendo en su habitación—. Ese vestido desde luego fue hecho para ti. Es de un joven diseñador parisino. Los trajimos para nuestra otra invitada de honor, pero nunca llegó a ponérselo. Ahora, es todo tuyo.

—¿Mi... mío? ¿Es en sentido figurado? —preguntó muy preocupada Ivana. Nadie regalaba nada. ¿Qué pretendía aquel hombre?

—Exacto, es todo tuyo.

—No entiendo el porqué de todas estas atenciones. No creo que tratéis con la misma consideración a todas las chicas a las que disparéis.

—Eres muy perspicaz, jovencita. ¿Cómo te llamas?

—Ivana Venediktova.

—¿En serio? —preguntó muy sorprendido Yevgeny. ¿Podría ser posible que...?—. ¿De dónde eres Ivana?

—Krasnovishersk. ¿Por qué? ¿Conocéis a alguien de allí, comandante?

—Sí. A decir verdad, sí conozco a alguien de allí —respondió con una extraña sonrisa—. Ahora te pido por favor que seas sincera conmigo. Conocías al traidor que detuvimos en el tren, ¿no? Por eso lo defendiste.

No había nada que responder, por lo que Ivana guardó silencio esperando la represalia del comandante.

—Si trajera a Aleksey aquí y lo matara, ¿qué harías?

—¿Cómo sabes su nom...?

Antes de terminar la pregunta, supo que había cometido un grave error. De alguna manera sabía quiénes eran. "¿Cómo es posible?". Desde que habían salido de Krasnovishersk habían guardado celosamente su identidad. No podía haber otra respuesta que no fuera...

—Vosotros secuestrasteis a Yuli —no fue una pregunta, fue una afirmación.

—¡Esto es increíble! El destino desde luego es un ente poderoso.

Salió a paso ligero de la habitación cerrando la puerta tras de sí y echando la llave. Ivana tiró del picaporte, pero la puerta no cedió. Se dio la vuelta y se asomó por una de las ventanas abiertas. Estaba a dos pisos del suelo. Tampoco eran una opción. Dejarse caer la podía dejar lisiada y a expensas de esos locos. Estaba atrapada.

Minutos después el mecanismo la avisó que alguien estaba por entrar. Se pegó a la pared más alejada de la puerta mientras su corazón latía a un ritmo endiablado. "Ya está. Se terminó todo. Vienen a matarme".

Un monje de hábitos negros como su pelo largo y barba desprolija, con una mirada desequilibrada, entró en la habitación sonriendo. Algo le dijo que aquel hombre era el famoso Rasputín del que los soldados habían hablado. ¿Cómo un hombre de Dios podía estar tras algo tan truculento?

—Sí. Sois hermanas. Se ve el parecido —dijo mientras la escrutaba con la mirada—. Creo que hay muchas cosas que tengo que agradecerle a tu familia, querida. Sin Yuliya, esto no sería más que una fantasía. Deberías sentirte honrada. Ella es el futuro de Rusia.

—¿De qué estás hablando? ¿Qué le has hecho a mi hermana?

—Ya lo verás. Te aseguro que te quedarás sin habla —avisó mientras dejaba el dormitorio.

—¡Qué vas a hacer conmigo! —inquirió asustada.

—No lo tengo claro todavía. De momento, disfruta la noche y tu vestido. Pudiera no haber un mañana.

Ivana se quedó nuevamente sola sin entender qué era lo que había pasado. De repente el paraíso se había convertido en el infierno. "Nada puede salirme bien", reconoció mientras lloraba. "Yo he nacido para sufrir".

Al menos sabía que Yuli estaba allí, viva. "Un maldito consuelo entre tanta desgracia". Aleksey tampoco estaría muy lejos.

De nuevo aquella sensación agridulce de felicidad y celos. ¡Su hermana iba a reencontrarse con el amor de su vida! Un hombre que no había tenido miedo en enfrentarse a ejércitos y monstruos con tal de hallarla. Había sido arrestado, golpeado, torturado y escapado de la muerte por varias veces y aun así no se había rendido. ¿No era conmovedor? Además, había tenido una prueba extra, por si todo lo anterior no fuera poco: sobrevivir al beso de la muerte de Ivana. "Como semidiós que es, estuvo a la altura", reflexionando con una amarga sonrisa dibujándose en su faz.

Ya fuera que saliera vivita y coleando o que, como había sugerido el monje, muriera, aquella maldita aventura estaba a punto de finalizar. No más peligro, no más traiciones, no más muerte.

—Y por fin, todo terminará —comentó aliviada.

The Red Steam RevolutionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora