Apareciendo del humo, súbitamente veía cómo un arma se acercaba directo a su rostro, arma que era empuñada por el sargento Meza, quien esbozando una leve sonrisa lo obligaba a ponerse de rodillas frente a él. Al hacerlo, apenas lograba ver que sus compañeros ya se encontraban tendidos en el suelo boca abajo, apuntados por los policías que habían ingresado junto con el sargento.

—¡Se acabó Pedro Prado, estás arrestado, tienes mucho que explicar maldito! —Rápidamente Meza se encargaba de esposarlo y sacarlo de la habitación, mientras los policías hacían lo propio con sus compañeros.

Para ese entonces, el “perro loco” ya se encontraba en las cercanías de la embarcación en la cual había llegado, llevando junto a él su boleto de escape… el sargento Tapia. Poco le importó el helicóptero que con su luz lo dejaba a la vista, y mucho menos la embarcación que por el lago se acercaba a gran velocidad y que finalmente llegaba al pequeño embarcadero, descendiendo de ésta cuatro oficiales, quienes desde lejos le apuntaban con sus armas.

Pese a ello, el “perro loco” a la fuerza hacía caminar a su víctima en dirección contraria mientras le apuntaba con su arma, pues veía truncadas sus intenciones de escapar usando su embarcación, sin percatarse que sus pasos eran seguidos muy de cerca. Para disuadir a los oficiales que en la mira lo tenían, éste tiraba al suelo al sargento, dándole a quemarropa un tiro en una de sus piernas; los gritos no se hicieron esperar tras el dolor que sentía en el momento.

—¡Largo de aquí malditos, si no quieren ver muerto a este hijo de perra! —Gritaba desesperado, mirando en todas direcciones.

—Tendrás que matarme si quieres escapar, —con las pocas fuerzas que tenía, el sargento Tapia intentaba detener la sangre que emanaba de su herida— estás rodeado, no tienes escapatoria y lo sabes.

—¡Cállate, cállate maldito! ¿Quieres un espectáculo, quieres volverte un mártir para tus compañeros? ¡Te daré en el gusto!

Fuera de control, éste comenzaba a golpearlo salvajemente en el suelo con la cacha de su arma, ante la mirada impotente no solo de quienes estaban a bordo del helicóptero que los sobrevolaba, sino también de los policías que habían logrado acercarse desde la embarcación, sin imaginar que con su acción dejaba abierta la ventana necesaria para auxiliar al joven sargento, quien a duras penas lograba, hasta cierto punto, protegerse de los ataques de su captor. Resuelto a darle un tiro certero en la cabeza y acabar con su vida, el “perro loco” le apuntaba con su arma, no obstante, una voz a sus espaldas interrumpiría su cometido.

—Si yo fuera tú, dejaría de apuntarle a mi muchacho, digo, si es que en algo aprecias tu miserable vida.

Lentamente éste volteaba la mirada, notando que a escasos metros, el teniente Espinoza le apuntaba con su arma, acercándose paso a paso. Estaba tan inmerso en escapar por el lago, que había descuidado sus espaldas. En ese momento se dio cuenta que no tenía muchas opciones para escapar, estaba prácticamente rodeado.

—¡No me mires con cara de baboso y suelta tu arma, —continuaba el teniente— hace frío y me pongo un tanto nervioso cuando le apunto a hijos de perra como tú!

—¡Quieres negociar maldito policía, tú me dejas ir y yo le perdono la vida a tu muchacho! ¿Es un trato justo, no te parece?

—Lo peor que puedes hacer conmigo es intentar negociar hijo, pero te daré en el gusto, esta es mi contra oferta, ¡la cárcel o la muerte! —Le gritaba éste, deteniendo sus pasos sin mover un músculo— ¡Y no tengo toda la noche para esperar tu puta respuesta!

—¿Estás jugando conmigo maldito policía?

—¡Crees que esto es un juego, tus compañeros están muertos, Pedro Prado y sus amigos están detenidos y todavía respiran porque fueron acertados en la decisión que tomaron! Ahora dime hijo, ¿quieres seguir respirando, o te doy un tiro en tu maldita cabeza? ¡Mientras meten tu maldito cuerpo en una puta bolsa para cadáveres yo estaré tomando una maldita y rica taza de café! ¿Es un trato justo, no te parece?

El Carnicero del Zodiaco (EN EDICIÓN Y DESARROLLO)Where stories live. Discover now