De nuevo rompo a llorar.

—Nena...nena —Nicholas intenta quitarme las manos del rostro, pero me alejo—. Ágata, joder, no hagas eso, ven aquí.

—¡No! —exclamo corriendo a la otra esquina de la habitación—. Ves como sí es mi culpa, soy una persona horrible, ¿no es así?

—Ágata, deja de decir eso —dice completamente enfurecido—. Si no vienes voy a levantarme de esta cama, no me importa como —amenaza—, así que más te vale venir, ahora.

Me acerco porque no quiero que se lastime y sentirme peor de lo que me siento ahora, en cuanto lo hago, Nicholas me sienta frente a él, se endereza y suspira acomodándome el cabello tras la espalda.

—No vuelvas a referirte así de ti misma —toma mis manos entre las suyas—, jamás. No te hubiese culpado si lo hubieras hecho, lo entendería Ágata, somos jóvenes, en ese momento no estábamos juntos, vivías una persecución con un maniático, ni siquiera tenías un techo donde poner cómodamente tu cabecita porque te la pasabas saltando del apartamento de Olivia al de tu padre para terminar en el de Elliot, ni siquiera has acabado tu carrera, entendería perfectamente que no quisieras tener un bebé, esto no tiene nada que ver con eso.

—¿Y entonces por qué me siento tan culpable?

No tengo nada en contra del aborto, ninguna mujer está obligada a ser madre, pero algo dentro de mí me hace sentir espantoso el pensar que consideré la idea de deshacerme de algo que era mío y de Nicholas, solo nuestro. La idea me enferma.

—Esto no es el por el bebé, vida mía —explica acercándome a él—, es por esa tendencia tuya de arreglar el mundo por ti misma y cuando no puedes controlar todo lo que te rodea y algo sale mal, te culpas. No puedo dejar que te hagas esto a ti misma, no es sano y no voy a permitir que te lastimes de esa manera.

Guardo silencio, no sé qué decir, no sé cómo sentirme al respecto. Una parte de mí se siente liberada, se siente libre de qué mis intenciones iniciales no creen una brecha entre nosotros, cosa que me permite respirar, otra parte se siente abrumada porque en parte sé que Nicholas tiene razón, ese es quizá mi defecto más grande, intentar solucionar el mundo por mi cuenta, y otro parte se siente en paz, una paz que solo se consigue cuando tienes a alguien que te conoce mejor de lo que te conoces a ti mismo.

—Ya vendrá otra oportunidad —dice enredando sus manos en mi cintura—, cuando ambos nos hayamos graduado y tengamos algo estable sobre nuestras cabezas. Las cosas pasan por algo, bonita, quizá es la forma en que la vida nos dice que no estábamos preparados para esto, pero lo estaremos en un futuro...si tú quieres, claro.

—Sí, sí quiero, claro que sí.

—Entonces deja que la vida siga su camino —me besa ambas manos—, si ha de suceder, sucederá.

—¿Cómo es que te tomas el futuro tan en calma?

—¿Qué sentido tiene preocuparse por algo que no ha sucedido?

Es por eso que creo firmemente que mi persona es Nicholas, por esa paz que trae a mi vida. Por su forma de ver las cosas, por la forma en que me hace frenar en la revolución que es mi cabeza, porque calma mi ansiedad, porque me ayuda a disfrutar más del presente, porque me ama incluso si tengo mis momentos de locura dónde no se ni a dónde me llevan mis pensamientos. Nicholas es como el satélite que me mantiene con los pies en la dirección correcta, lo amo más que a nada y si él se siente tan confiado respecto al futuro, entonces también yo.

—¿Cómo lo haces? —susurro.

Nicholas sonríe, se retira la sábana que le cubre las piernas y hace el ademán de quererse levantar, me cruzo de brazos para que vuelva a la cama, pero él insiste en querer levantarse, lo hará con mi ayuda o sin mi ayuda, opto por ayudarlo, mi hombre es obstinado y no quiero que resulte herido por eso. Niego con la cabeza pasando su brazo sobre mis hombros, él solo se ríe y me besa la coronilla. Una vez en pie suspira, hace girar su cabeza para aliviar la tensión en el cuello y luego toma su teléfono celular.

Entre Bailes & Secretos (Libro II)Where stories live. Discover now