Basta de sutilezas

3K 343 53
                                    


Basta de sutilezas





Sirius sabía ocultar muy bien lo que sentía, o por lo menos, eso era lo que creía él.
Draco, en cambio, era muy consciente de que la aparente indiferencia del animago mientras ambos comían era una farsa total. ¡Absolutamente nadie había logrado escapar de sus encantos que se extendían como poderosos brazos apoderándose de sus presas!


Pero él fingía que lo creía.


No emitió ninguna palabra mientras comía pero procuraba que cada movimiento aparentara inocencia cuando en realidad estaba saturado de erotismo. Desde la forma de masticar suavemente cada bocado, de deslizar el tenedor entre sus labios con desquiciante lentitud, beber entrecerrando los párpados y hasta de fruncir la nariz cuando fingía que algo no le gustaba y se contenía de hacer comentarios que iban contra su refinada educación.


Sirius miraba todo aquello de reojo. En aquella ocasión el rubio no llevaba corbata y el primer botón de su blanca camisa parecía haberse quedado en el olvido a la hora de cerrarlo, podía ver el arquito que formaban los músculos de su cuello, y su laringe subiendo y bajando acompasadamente con cada bocado.


— ¿Quieres dejar de hacer eso? —preguntó ya llegando a su límite cuando Draco emitió un quedo gemido luego de tomar un poco de agua.

— ¿Qué hice? —inquirió con total inocencia.

— ¡Tú sabes lo que haces, me estás provocando!

— Yo no he dicho nada ¿en qué te estoy provocando?

— ¡Deja de fingir que no eres tan ingenuo, Malfoy!

— Ah... y dime, si realmente estoy haciendo lo que según tú, estoy haciendo... ¿estoy teniendo éxito, verdad?


Sirius se puso de pie y salió con rumbo a su recámara, aquella conversación podía tomar rumbos peligrosos, y lo peor de todo, es que había sido él mismo quien la suscitara. Draco sólo se encogió de hombros y sonriendo terminó de comer... Sirius realmente tenía que mejorar en la cocina pero era demasiada su hambre para quejarse.


*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*


Al atravesar la chimenea de la Dirección, con su acostumbrada torpeza y rompiendo un jarrón de una mesa en la que intento sostenerse, Harry se irguió rápidamente, algo sonrojado de ver que era observado con reprobación por parte de unos ojos negros que últimamente ocupaban siempre sus pensamientos... y bueno, había que ser sinceros, no sólo sus ojos.


— ¿Llegué demasiado temprano... o muy tarde? —preguntó al ver que no había nadie más en el despacho.

— Llegó, y como suele viajar, pues ya es ganancia.

— ¿Y la junta? —insistió procurando esconder su rostro enrojecido volteando a otro lado.

— No hay junta, le mandé ese mensaje porque es necesario que hablemos de lo sucedido.


Harry entonces volvió a mirarlo, por un momento preocupado por lo que aquello significaba, pero enseguida se repuso, y sonriendo provocativo dio unos pasos hacia el Profesor.


— ¿Quiere decir que mintió para traerme hasta acá y que estemos a solas?... ¡que pícaro, Snape!

— ¡No sea iluso, Potter! —exclamó retrocediendo disimuladamente—. Pero es obvio que tenemos que aclarar algo, y yo no quiero ningún malentendido con otro miembro del Profesorado, ni aunque sea usted.

— Ah... ¿y cuál es el malentendido?

— No quiero que piense que siento ningún tipo de atracción hacia su minúscula persona, y si me he convertido en uno más de sus caprichos, será mejor que lo olvide.

— Creí que la falsa modestia era patente Malfoy. —comentó divertido.

— No bromee, que esto no es nada gracioso. Me abochorna que quiera involucrarme en situaciones frívolas de adolescentes, y mejor mire hacia otro lado, Potter.

— ¿Para qué?... tengo muy buena vista hacia donde estoy mirando.


Harry ocupó un lugar en una silla cercana mientras descaradamente recorría con sus ojos toda la extensión del cuerpo del moreno. Snape echó mucho de menos su capa y sus queridas mazmorras donde estaba fuera del alcance de esas miradas desnudantes.


— Creo que ya no hay más que decir. —puntualizó yendo a sentarse tras el escritorio de Dumbledore, donde podía sentirse a salvo—. Váyase y no vuelva a acercarse a mí.

— ¿En serio no quiere experimentar un pequeño polvo conmigo?


Al preguntar eso, Harry se levantó de su asiento caminando hacia el de Severus, quien, alarmado por la inesperada actitud, tan franca y desinhibida del joven ojiverde, también abandonó su lugar y disimuladamente rodeó el escritorio hacia el lado contrario por donde se acercaba su ex alumno.


— Le he dicho que se aleje, si no lo hace, Potter, me veré obligado a reportarlo con el Director. —amenazó envalentonado por la distancia impuesta.

— ¿Me tiene miedo?

— ¡Retire sus palabras, mocoso ingrato, yo no le tengo miedo a nada!


Aquella exclamación picó la cresta de Harry, y sin medir las consecuencias se abalanzó sobre el Profesor consiguiendo acorralarlo sobre el escritorio provocando que pergaminos, tinteros, carpetas, y algunos utensilios raros cayesen al suelo.


Severus Snape se quedó petrificado por unos segundos ante la impresión, nunca en todos sus años viviendo al margen del peligro y esperando cualquier reacción por parte de quien fuera, llegó a imaginarse verse algún día apresado en el escritorio del Director del colegio, y nada menos que por Harry Potter, el maldito-pervertido-abusador-niño-que-vivió-y-que-besaba-condenadamente-bien.


Luego de unos segundos de sentir una lengua invadiéndole hasta la garganta, Severus Snape se llevó la segunda sorpresa más impactante de su vida... Se vio a sí mismo correspondiendo a la caricia.


Era una lucha agotante, pero muy satisfactoria. Un beso que los hizo olvidarse de donde estaban. Harry tenía ambas piernas a cada lado del cuerpo de Snape y eso provocaba que sus entrepiernas se rozaran febrilmente. El mago mayor había logrado tener control de sus manos y las ocupaba intentado encontrar un lugar por donde introducirlas debajo de aquella estorbosa ropa, que afortunadamente ya no era la ridículamente blanca que llevaba esa mañana.


Aun así, la camisa parecía resistirse a salir del pantalón, y eso lo llevó a gruñir desesperado. Harry captó la frustración del Profesor, y sin suspender el beso, él mismo le ayudó a terminar su objetivo, y fue el más feliz cuando sintió unas ásperas manos aferrarse fuertemente a su piel caliente.


El ojiverde mantenía sus dedos sujetando la cabeza de Severus, como si temiera que en cualquier momento el hombre se apartara, aunque no parecía tener mucho ánimo de suspender el beso.


De repente, un ruido los alertó. Harry no supo cómo de pronto estaba en el suelo. Levantó la mirada indignado por la brusquedad del Profesor, pero se olvidó de recriminarle cuando le vio mirando fijamente hacia la puerta. Desvió su mirada hacia allá descubriendo a Dumbledore con sus ojos pizpiretos asomándose por encima de sus lentes de media luna.


— Creo que interrumpí algo.


Quiero con tu padrinoWhere stories live. Discover now