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Heeseung suspiró de aburrimiento por décima vez en lo que iba de la mañana, las personas entraban y salían de la nueva biblioteca, algunas saludándolo con una sonrisa amable en sus rostros, otros simplemente pasando de largo sin ni siquiera mirarlo.

Ni quería saludarlos.

En ese preciso momento, estaba odiando muchísimo a sus padres por obligarlo a mudarse a ese pueblo del que nunca había escuchado en su vida, dejando a sus amigos y todo lo demás en la ciudad, su hogar.

No le quedaba de otra más que aceptarlo y acostumbrarse a ese estilo de vida aburrido y monótono. Volvió a suspirar, vio como el reloj avanzaba demasiado lento para su gusto, a la espera de que el día terminara para poder cerrar e irse a su casa a aburrirse nuevamente, no tenía amigos ahí y gracias a lo antiguo que todo se miraba, parecía que solo adultos vivían ahí, así que era un hecho, estaba condenado a aburrirse de por vida.

La campana de entrada sonó una vez más, anunciando la llegada de otro cliente.

Un chico de cabello rosa y con unas notorias pecas, más o menos de su edad, entró, viendo curiosamente todo el interior con una hoja un poco arrugada en las manos, sus miradas se encontraron segundos después. Heeseung lo vio caminando hacia el mostrador con pasos decididos y con una sonrisa en sus labios.

—Hola, vengo por el trabajo. —extendió la hoja en el mostrador, llamando la atención del pelirrojo.

Heeseung frunció el entrecejo y leyó atentamente aquella página, dándose cuenta de que efectivamente, era un anuncio de trabajo. Sus padres no le habían comentado al respecto, ¿por qué querrían a otro trabajador si ya estaba él? Además, eso significaba que a ese extraño le iban a pagar, pero a él no.

Dirigió su vista hasta el chico frente a él, analizándolo rápidamente.

—¿Por qué querrías trabajar en un lugar como este?

—Son vacaciones. —se encogió de hombros— Estoy aburrido y no me vendría mal un poco de dinero.

—¿No tienes amigos con quienes salir o algo así? —Heeseung se sentía curioso, desperdiciar sus días de esa manera no tenía sentido.

—Uhm, si, pero para salir, necesito dinero. —respondió con obviedad, un poco confundido por el tipo de preguntas, ¿ya estaba en la entrevista y no lo sabía?

—Está bien... Supongo. —suspiró— Puedes empezar ya si quieres.

—¿Así como si nada? ¿Eso es todo?

—Creo que si, ¿debería hacer algo más?

—No sabes ni como me llamo.

—Bien, ¿cómo te llamas? —suspiró, dejándose caer en el respaldo de la silla con sus brazos cruzados.

— Nishimura Riki. —sonrió de repente, cambiando su semblante serio— Me esforzaré y haré muy bien mi trabajo. —dijo con un evidente tono lleno de emoción.

Heeseung asintió, no estaría tan mal tener un compañero de trabajo, tal vez podrían llevarse bien.

—Entonces, ¿qué hago?

—¿Ves esos libros? —le señaló una pila de libros que yacían sobre el mostrador, totalmente desordenados— Regresalos a su lugar, en cada uno dice la sección y el pasillo en el que deberían de estar.

Riki vio la pila de libros, sorprendido porque eran muchos, y asintió, mentalizándose que sería un día de trabajo movido.

Heeseung lo vio alejarse con un pequeño carrito en donde llevaba los libros, sacó su celular y se dispuso a revisar sus redes sociales en lo que el tiempo seguía pasando, sintiéndose en paz gracias al silencio que lo rodeaba, porque tal vez era aburrido, pero al menos no había ruido que lo molestara.

Hasta que la campana de entrada volvió a sonar con la llegada de un nuevo cliente.

Sunoo miró con un notorio brillo en sus ojos la impresionante biblioteca que acababa de habilitarse en su pueblo, tan pronto supo que estaba abierta al público, salió de su casa y corrió hacia el lugar, y al verla frente a él, se sintió aún más em...

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Sunoo miró con un notorio brillo en sus ojos la impresionante biblioteca que acababa de habilitarse en su pueblo, tan pronto supo que estaba abierta al público, salió de su casa y corrió hacia el lugar, y al verla frente a él, se sintió aún más emocionado, imaginando el montón de libros que podría leer ahora que estaba de vacaciones y tenía tiempo para hacerlo.

Arregló sus anteojos y con una sonrisa, empujó la puerta de entrada para por fin adentrarse. Sus ojos viajaron automáticamente hacia los estantes llenos de libros perfectamente ordenados, como si fuera lo más hermoso que sus ojos hubieran visto alguna vez; pero que equivocado estaba, los estantes llenos de libros no era lo más hermoso dentro de esa biblioteca, lo acababa de descubrir.

Sus mejillas se sonrojaron cuando su vista se detuvo en el chico al otro del mostrador, luciendo tan radiante con ese cabello rojo, su piel pálida, su nariz respingada y sus finos labios. Sus pies empezaron a moverse en dirección a él sin estar muy consciente de ello, sus labios formaron una enorme sonrisa y sus manos se escondieron en las mangas de su suéter, no sabía ni siquiera lo que diría, tampoco estaba seguro de si podría formular alguna palabra al llegar, pero ya no podía sólo darse la vuelta, se vería como un tonto si solo regresaba haciéndose el confundido.

Llegó al mostrador y se detuvo frente al pelirrojo, pestañeando repetidas veces sin dejar de sonreír. Nunca lo había visto, conocía a muchas personas del pueblo, y definitivamente ese chico no era de ahí, él no podría olvidar un rostro tan atractivo. Quiso saludar, pero las palabras seguían estancadas en su garganta, su mente formulando algo para no dar una mala impresión, para no verse como un tonto; jugueteó con la orilla de sus mangas, perdido en el par de ojos que lo miraban directamente con seriedad e incomodidad, ¿por qué lo miraba así? No estaba haciéndole nada malo, solo quería saludar, aunque... ¿Cuánto tiempo había pasado exactamente desde que entró?

—¿Necesitas que te ayude en algo o vas a pasar viéndome desde ahí todo el día?

—¿Quieres salir conmigo?

Heeseung abrió los ojos con sorpresa, analizando al castaño frente a su escritorio. ¿Qué clase de pregunta era esa? No recordaba conocerlo de algún lado, era nuevo en el pueblo, así que tampoco creía que él lo conociera, ¿así de atrevidos eran los chicos de ahí?

—¿Qué?

Sunoo se sonrojó, regañándose por ser tan tonto, las palabras solo salieron, ni siquiera las pensó, ahora, de seguro estaba asustado o molesto. Suspiró en un intento de calmar sus nerviosismo, buscando una manera de arreglar su error con algo que sonara menos estúpido.

—Salir... Uhm, salir por un algodón de azúcar, si, eso es. —asintió con una sonrisa nerviosa, sus ojos viajando hacia todos lados y deteniéndose ocasionalmente en la expresión confundida del pelirrojo.

No arreglaste nada, tonto.

—No te conozco. —regresó la vista hacia su celular, ignorándolo con la intención de que se fuera— Estoy trabajando.

Un puchero involuntario se formó en los labios del castaño ante la fría respuesta. Había sido su culpa, de seguro le pareció un chico raro y ahora no lo quería cerca. Suspiró sonoramente y se dio la vuelta con resignación, agachó la cabeza, aceptando su imprudencia.

Ya mañana lo intentaría de nuevo, así que por el momento, iría por un libro y lo leería, sino es que el guapo chico del mostrador lo distrae mientras tanto.

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