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A Eddie le costaba adaptarse a tener tanto espacio. En su tráiler solo debías caminar tres pasos para llegar a cualquier parte, su habitación era pequeña y tenía todo amontonado porque no había más lugar en donde poner cosas.

Pero la casa Harrington era simplemente un laberinto, era consciente de que habían 4 baños pero siempre se perdía cuando quería encontrar uno que no fuera el del cuarto de invitados donde se estaba quedando.

Sumado a eso, había una enorme escalera que tenía prohibido bajar solo debido a que "las órdenes del médico dicen que debes descansar" así que dependía la mayor parte del tiempo de Steve.

No le gustaba, para nada. Su independencia era una maravilla y estos tres días serían un infierno candente que tendría que vivir con una sonrisa debido al gran esfuerzo que estaban haciendo tanto su tío cómo Harrington.

Justo en ese momento estaba recostado en el sofá del salón, viendo con una muy buena posición como Steve Harrington se manejaba en la cocina.

Esa mañana su tío había ido a sacarlo del hospital y luego lo había llevado a la casa de Steve. Le había traído ropa y algunas otras cosas necesarias como el cepillo de dientes y su guitarra, aunque no podría tocarla le hacía sentir bien tenerla cerca.

Le había agradecido una vez más a Steve por ser un ángel guardián y luego se había ido para no llegar tarde a su turno del mediodía. Steve se había burlado de Eddie diciéndole que si no se portaba bien lo dejaría sin comer.

Y ahí estaba, viendo a Steve con un paño de cocina sobre el hombro y presumiendo su obra de arte.

Era pollo, si, pero parecía rebozado en un montón de especias y cubierto de algunos pedazos de zanahoria y cebolla. Junto al plato había arroz en forma de media circunferencia y una hoja de albahaca encima.

Steve se veía emocionado por poder cocinar para Eddie, y este no tenía palabras para describir el enorme cariño que Steve estaba despertando en el con esos pequeños detalles.

-No soy un gran cocinero, pero mi mamá preparaba este plato para las fiestas y pensé que tal vez te subiría un poco el ánimo.

Steve había notado que Eddie no estaba cómodo al quedarse en su casa. No estaba seguro de cuál era la razón específica pero quería hacer la estadía de Eddie lo mas placentera que pudiera.

-No sabía que te gusta cocinar.

-Mi madre tomo un curso cuando yo era pequeño, y me gustaba meterme entre las señoras para aprender algunas cosas. Ya de grande las puse en práctica y descubrí que me iba bien.

El menor tomo su tenedor y probó el pollo, despacio, tentativo, para molestar a Steve. Pero no esperaba que estuviera tan bueno como para provocar en él una mueca de placer.

-¿Estaba bueno? - Bromeó Steve luego de ver a Munson devorar su plato como un animal.

-Dios, deberías dedicarte a esto. Tendrías en mi un fiel cliente.

Steve sonrió y termino su comida, luego levantó los platos. Eddie tuvo la intención de levantarse a ayudar con los trastes.

-¿A donde crees que vas?

Steve dejó los platos en el fregadero y con una mano en el hombro del menor lo obligó a sentarse otra vez. Se inclinó sobre el quedando a centímetros de su cara y lo obligó a mirarlo.

-¿Recuerdas lo que dijo el doctor?

El aliento de Steve tan cerca de su boca provocó un estremecimiento en Eddie, que lo tomo desprevenido. Nunca había sido invadido de esa manera, normalmente era al revés.

Inefables - SteddieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora