31.- Hacer el amor

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Ante las palabras de aceptación de su marido, Martín sintió mayor seguridad y aflojó la mano con la que sujetaba la toalla... Carlos de inmediato se deshizo de ese molesto paño y sus ojos volvieron a gozar una vez más del espectáculo que su doncel le ofrecía.

Martín agachó la cabeza con timidez al sentir cómo Carlos lo devoraba con la mirada, apreciando cada detalle de ese esbelto y sensual cuerpo enfundado en prendas tan seductoras.

Con la cara tan roja como un tomate, el doncel preguntó entre titubeos: ¿te-te gu-gusta?

Embelesado, Carlos miró a los ojos del doncel para responder: me fascina... luces exquisito y me encanta como te ves... jamás pensé verte vestido así... eres mi sueño hecho realidad...

Martín: Carlos, yo...

El barbado interrumpió al tiempo que colocó sus grandes manos en los hombros desnudos del doncel: esta es la lencería que te elegí aquel día en la tienda de ropa ¿verdad?

El ojicafé asintió: s-sí... la compré ese mismo día, pero nunca la había usado, hasta hoy... me daba pena probármela, pero me apenaba más pensar en tu reacción al verme...

Carlos sonrió por la dulce confesión de su esposo: eres tan tierno, Martín... me haces el hombre más feliz del mundo al saber que te has vestido así para mí... que compraste la lencería que yo te elegí... gracias, Martín...

El semental mayor no pudo contenerse más y besó apasionadamente al doncel, quien sintió derretirse en los brazos de su marido, ya que además de acariciarle los labios, el varón colocó sus manos en las nalgas desnudas del ojicafé.

Sintiendo que le faltaba el aire, Martín separó sus labios alcanzando a susurrar mientras echaba su cabeza para atrás: oh, Carlos...

El ojiverde besó el cuello del doncel, a la par que le masajeaba las nalgas.

Carlos: ya no aguanto más, Martín, necesito hacerte mío, reclamar tu cuerpo y marcarlo con mi semen...

El doncel no respondió por la excitación y solo sintió que era elevado por los aires para ser cargado como una princesa en los fuertes brazos de su marido.

Carlos salió del baño con su doncel en brazos, a quien no dejaba de besar en la boca y en el cuello durante el trayecto a la cama.

Cuando llegaron al lecho, el barbado depositó con suavidad al doncel disfrutando una vez más de la bella vista... sobre esas sábanas blancas, Martín se encontraba recostado semidesnudo y cubierto únicamente con lencería de encaje, dispuesto a entregarse por amor... ni en el sueño más erótico del varón, se imaginó algo así.

Carlos expresó casi jadeando: Martín, te deseo como no he deseado a nadie más en mi vida...

Con el corazón latiéndole a mil por hora, el doncel respondió con tono sensual y cargado de erotismo: Carlos... quiero hacerlo solo contigo... no quiero que nadie más me toque... siempre, quiero hacerlo contigo...

Al escuchar a Martín, Carlos sintió que su erección rompería el bóxer negro que aún tenía puesto... pero antes de desnudarse totalmente, el varón separó las piernas del doncel para colocarse entre ellas.

Martín envolvió sus piernas alrededor de la cintura de Carlos... sin poder resistir la separación de sus labios, volvieron a besarse apasionadamente.

Los SementalesWhere stories live. Discover now