Capítulo 9

40K 1.7K 646
                                    

Tomó una gran bocanada antes de entrar en la habitación y me limpió mis manos porque están algo sudadas. Es difícil entrar de nuevo en esta habitación. Miro de reojo los pasillos y no hay nadie cerca. En estos días me he sentido más apagado de lo que me gustaría admitir a mí mismo, pero simplemente no estoy llevando bien todo lo de Anastasia.

Cada día pierdo más la fe de que ella despierte y cada vez que entro por esa puerta me enojo más con ella porque siento que ni siquiera está luchando por su vida. Estoy sintiendo tanto odio y rencor que ya no quiero entrar en esa habitación y verla ahí quieta sin hacer nada, mientras yo me estoy derrumbando por fuera.

Estoy siendo tan egoísta, que me doy asco a mí mismo. No puedo evitar estos sentimientos que crecen en mí y aunque tengo a mis amigos que me animan, ya no puedo hacerlo solo. Me estoy sintiendo de nuevo como el adolescente que solamente quería matar al sujeto que mató a mi familia y no me gusta tener esos pensamientos porque no me hacen bien, al contrario, me están destruyendo.

Sé que no es culpa de Anastasia estar así. Joder lo sé, pero es tan difícil ir todos los días y ver que no ha avanzado nada y cada vez que pregunto a los doctores me digan lo mismo que hay que ser paciente y que ellos no pueden hacer nada hasta que ella despierte. Mi carácter se ha vuelto muy sombrío, ya casi no sonrió y siento que todo me molesta, solo quiero golpear cosas y aunque esté más de dos horas haciendo calentamiento, salto con cuerda y después practicar boxeo con mi entrenador, no me calma estas ganas de querer romper todo.

Y las noches son peores porque me torturo viendo los videos y fotos que comparto con ella. Me quedo horas y horas mirando el techo, recordando todos los momentos que hemos vivido, tanto los buenos como los malos. Unos días atrás encontré un polerón de ella en mi armario, aún conservaba su olor y ahora duermo con él como si fuera una manta que me consigue calmar.

Siento que estoy perdiendo más mi cordura y mi fe, me cuesta ya mantenerme estable, así que seguí el consejo que me dio mi abuelita que buscara ayuda con mi antiguo psicólogo. Al principio dudé un poco, pero sabía que no podía hacerlo yo solo.

Entonces estoy aquí de nuevo en consultorio de mi antiguo psicólogo y admito que estoy nervioso de ver de nuevo a ese hombre que fue tan paciente y calmado conmigo porque cuando entré por primera vez casi no hable con él e incluso lo insulte de una forma grosera y agresiva. Fue difícil vivir todo eso cuando era adolescente y pensé que jamás volvería sentir esa clase de dolor cuando perdí a mi familia hasta ahora que de nuevo veo como todo está poniendo más oscuro y me da miedo explotar con Anastasia un día que vaya a verla al hospital.

Cuando entro al consultorio de mi psicólogo, me doy cuenta de que sigue exactamente igual a cuando venía. Es una habitación que no parece un consultorio, al contrario, es una habitación muy hogareña. Según él, para sus pacientes se sienten más cómodos y seguros que en una habitación típica blanca, cosa que tiene sentido.

El doctor Omar se levanta de su sillón y se acerca a mí para darme unas suaves palmadas en mi espalda. Suelto una risa porque siempre lo hacía cuando venía a su consultorio.

—Es bueno verte de nuevo Diego, veo que has crecido más y tu brazo izquierdo se llenó más de tatuajes—sonríe con cariño y veo que su pelo ha comenzado a salir varias canas, pero seguí igual.

—Ya no soy adolescente—le recuerdo y él suelta con carcajada antes asentir con su cabeza—. Es bueno verlo de nuevo y gracias por atenderme de nuevo prometo que esta vez no lo insultaré en mi primera sección.

Él me guía a un enorme sillón donde tomó asiento y él se sienta frente a mí, me ofrece unos bombones de chocolate donde tomó tres. Me acomodo mejor en el sofá y él saca una pequeña libreta.

Hermosa DestrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora