Diego

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Hay una frase que leí hace tiempo en un libro que ya he olvidado, pero esa frase quedó graba en mi memoria y decía que: «Uno no sabe cuan cruel es la vida hasta que se está muriendo de sufrimiento» Y lo entendí cuando perdí a mis padres y a mis mellizos, supliqué una y otra vez hasta quedarme sin voz de que esto fuera una pesadilla. Una parte de mí murió en ese accidente que nunca podré recuperar. Uno siempre cree que esta clase de accidente jamás te pasara a ti, lo ves muy lejos y algo casi imposible que te ocurra a ti, pero la vida es caprichosa y engañosa solo basta un segundo para perderlo todo.

Tan solo basta estar en el momento equivocado para que te destrocen por completo y perder a la gente que más amas. Observe a mi bella que seguía acostada en la cama de hospital con un tubo en su boca y me limpie una lágrima que rodaba por mi mejilla. Acaricie su mano con cuidado. La amo, la amo tanto que siento que cada día que pasa me está destruyendo mi corazón y que pierdo la fe. ¿Qué tengo que hacer para que ella vuelva? ¿Cuántas veces más tengo que suplicar para que abra esos ojos? ¿Cuántas veces tengo que decirle lo importante que es para mí y que la amo? Y la respuesta era clara para mí: Se lo diré tantas veces que la amo y lo importante que es para mí y le suplicara que abra sus ojos hasta quedarme sin voz.

—Abre los ojos, por favor—supliqué sobre su boca con la voz rota, pero no lo hizo.

Hermosa DestrucciónWhere stories live. Discover now