Capítulo 1

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Avanzó con pasos inseguros, las botas resonando sobre la banqueta de asfalto. La guitarra sobre su espalda parecía confortarla, pues el peso le transmitía muchas sensaciones, entre ellas: calidez y hogar. No importaba a donde la llevasen sus pies e ideas, si tenía su guitarra, estaría bien.

Para ser hora punta, la calle no estaba tan concurrida. Clari no estaba segura si eso era bueno o malo. Revisó el celular una vez más, viendo las instrucciones del GPS. Todo bien, solo debía seguir derecho por las próximas dos cuadras para llegar a la zona de vivienda de los universitarios.

Se detuvo frente a una casa roja de tres pisos, con las ventanas cubiertas por rejas negras. Esta tenía dos puertas, ambas con los senderos a la entrada bien cuidados. Justo en frente había rosales de gran altura, llenos de fragantes flores en colores blanco, rojo y amarillos.

¿Estaba en el lugar correcto?, observó a su alrededor, y a un lado de la puerta izquierda había un cartel que proclamaba en una elegante  letra: sean todos bienvenidos, confiriéndole luminosidad al lugar. Contrastando con una cartulina negra decorada en blanco con instrumentos musicales, las letras garabateadas en el centro eran más grandes, en las cuales se podía leer:

Delirios.

Debajo de esta palabra y en letras un poco más pequeñas decía: se busca vocalista, audiciones hoy. En el apartado de requisitos, solo pedía ser mayor de edad.

Se preguntó, y no por primera vez, si estaría haciendo lo correcto. Tomó una respiración profunda, ya estaba ahí, así que... soltó el aire de a poco, lista para tocar el timbre. La puerta se abrió de pronto...

—... Pizzaaa. —Alcanzó a escuchar.

Si no fuese por el chico de tez trigueña que aguantó a sujetarla con la mano que tenía libre, se va de boca sola. Sin embargo, al hacerlo, causó un pequeño desequilibrio y con un sonoro golpe cayeron los dos al suelo.

Clarisa se puso como tomate por la vergüenza. Mientras se levantaban, su falda quedó atrapada por un rosal. Le dio un rápido jalón para liberarla y se escuchó un sonido, con un suspiro negó.

«Vaya suerte la mía», pensó para sus adentros.

—No traes pizza, ¿o sí? —Indagó el chico, mientras comenzaba a sacudirse los rasgados jeans azul, brindándole miradas de reojo.

—No. —Sacudió la falda, que como sospechó se había rasgado un poco del dobladillo al engancharse del rosal.

—Mm.

El silencio se volvió incómodo.

—Jesús —comentó ella en un suspiro, ¿por qué estas cosas solo le pasaban a ella?

—No, Jesús no, soy Dom —rebatió el chico con una sonrisa ladeada, en su labio inferior había un piercing de aro que atrapaba la luz del sol.

—Ah... mm... soy... ¿Clarisa, supongo? —dijo con timidez y como si se lo estuviera preguntando.

¿Tenía que ser tan torpe?, pero bueno, la vida no te sonríe siempre. Es más, a veces parecía que entre más fuerte luchara, más fuerte la golpeaba. Ellos le complicaban la vida.

A Clari le resultó atractivo, no solo sus labios, sino todo en conjunto. Era alto con el pelo negro, largo por el centro, y más corto de los lados. También tenía extensiones negras en ambos oídos.

—No sé, ¿lo eres? —Inquirió el chico elevando una de sus cejas negras que combinaban con la playera negra que llevaba puesta—. Lindo apellido, "Supongo". El mío es Revelles, mucho gusto  —continuó con una sonrisa sarcástica.

La voz del corazón (Terminada)Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz