—Eres el mejor— le dijo Ally dándole un beso en la mejilla.

Llamó a su madre y puso el altavoz para que los demás pudiesen oírla.

—¡Hola tesoro! Lo siento me pillas en mal momento, uno de los monos le ha quitado las llaves del Jeep al conductor y no podemos volver al campamento. ¿Te llamo luego?

—Mamá tenemos un problema— dijo su hija antes de que pudiese colgar.

Con paciencia le explicó lo que había pasado y el problema en el que se metería Dez, no solo con sus padres sino con las autoridades cuando descubrieran que tenía cangrejos ilegales.

Tras unos segundos en los que asimiló la información que le acababa de dar Ally, Penny encontró una solución.

—Esta noche tendría que salir un avión lleno de provisiones, conozco al piloto, le diré que vaya a buscar los cangrejos y los meteremos de contrabando. Como es una carga de la asociación de primates las aduanas no suelen revisarla. Crucemos los dedos.

—Muchas gracias señora Dawson— dijo Dez más aliviado.

—Espero que sea la última vez que pongas en peligro las vidas de unos pobres animales— contestó Penny con voz severa.

—Solo una pregunta, ¿cómo consiguen hacer los monos la tela de araña?

—Bueno, mamá, tengo que colgar— interrumpió Ally rápidamente —te quiero, ¡y suerte con las llaves!

Cincuenta minutos después llamaron al timbre, Dez dió un respingo pensando que serían sus padres pero enseguida se dió cuenta de que ellos no llamarían porque tenían llave.

Sacrificándose de nuevo fue hasta allí y abrió, al otro lado había un hombre con una camisa hawaiana abierta casi al completo, su color de piel y sus ojos rasgados desvelaban que procedía de las islas.

—¿Ally Dawson?— preguntó extrañado.

—¡Soy yo!— gritó la joven desde lo alto de la mesa —¿te ha llamado mi madre, la doctora Dawson?

—Sí, me ha explicado... la situación, mi nombre es Makoa— dijo mirando alrededor —he traído estas cajas, normalmente son para transportar tortugas pero creo que servirán.

A su espalda había un camión con la parte de atrás abierta y llena de las cajas que el hombre había mencionado. Tras dejarles unas botas de agua fuertes y bastante grandes a las chicas y repartir guantes para todos, los cuatro se pusieron manos a la obra.

En menos de una hora los dos mil cangrejos estaban seguros en las cajas y tras asegurarse que estaban bien sujetas Makoa se despidió de los tres jóvenes.

—Es mejor que vaya yo solo al aeropuerto, los de aduanas me conocen y seguramente sea menos sospechoso.

•••

—¡Está despegando! ¡Mirad!— exclamó Ally emocionada.

No habían sido capaces de aguantar la curiosidad y los tres amigos se habían acercado hasta el aeropuerto. El pequeño avión con el logotipo de la ONG para la que trabajaba su madre estaba ya surcando el cielo.

—Muchas gracias chicas— dijo Dez dándoles un breve abrazo —me habéis salvado de una buena ¿qué puedo hacer para agradecéroslo?

—Los agradecimientos me gustan de dos maneras, en efectivo o por transferencia— respondió Trish rápidamente.

—Eres nuestro amigo y haríamos lo que fuera para ayudarte— comentó Ally tras dar un codazo a la otra chica.

Se despidieron y cada uno se fue a su casa, al día siguiente Trish empezaba a trabajar para la revista Love Stars y tenía que hacer todo lo que pudiese para no ser despedida.

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