Capítulo 8

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-OYE, encanto...

Anahí se volvió rápidamente para enfrentarse al puñado de jóvenes vestidos de cuero que habían abierto la puerta del restaurante con una fuerza innecesaria.

-¿Qué? ¿Te queda algo de comida?

-Estamos cerrando -dijo Anahí, esforzándose en sonreír educadamente al tiempo que señalaba el pequeño letrero al lado de la ventana-. No tomamos nota después de las diez.

-Vaya, es una pena, ¿verdad, Mick?

Mick sonrió de soslayo al tiempo que asentía sin apartar los ojos de Anahí. Su pelo de color rojizo estaba apelmazado de grasa.

-Porque tenemos un poco de sed, ¿sabes? Los chicos querían un café y un donut o algo, ¿verdad, chicos?- inquirió el portavoz, un joven enorme y fortachón de unos veinte años cuyo cerebro parecía residir en la parte de su anatomía con la que se sentaba-. Y pueden portarse mal, si, vaya, si no consiguen lo que quieren.

-¿Anahí?- inquirió Arthur, que había captado el final de la conversación y llegaba desde la cocina. Su voz era apaciguadora y asintió al grupo, que se había sentado desordenadamente en una mesa junto a la ventana-. Creo que tenemos unos donuts aquí atrás, y la cafetera está todavía encendida -dijo haciéndole un gesto para que lo sustituyera en la cocina-. ¿Estáis bien, chicos?

-Sí, date prisa, encanto.

Era evidente que se creía un tipo listo, pensó Anahí lanzándole una mirada irónica antes de entrar con alivio en la cocina desde donde escuchó las carcajadas de burla obscena del grupo. ¡Justo lo que le faltaba!

Cerró con fuerza los ojos en señal de protesta antes de poner una partida de donuts en el microondas y encender la cafetera.

-Lo siento, chica, pero pensé que era mejor complacerlos -dijo Arthur, que le había seguido pisándole los talones con cara de preocupación-. ¿Viene John a recogerte esta noche?

-No -contestó Anahí mirando nerviosamente hacia la puerta del restaurante-, le dije que no lo hiciera había pensado que sería lo mejor por si acaso Alfonso estaba cerca, pero en aquel momento...

-Es una lástima -dijo Arthur, lanzando una mirada ansiosa por el panel de cristal de la puerta de la cocina antes de sacar los donuts del microondas y rociarlos pródigamente con azúcar-. Tengo la impresión de que es la banda que pasó por aquí el verano pasado y armó todo el jaleo. Rondaron por el pueblo durante unos días molestando a todas las chicas y siendo desagradables en general, y luego el viejo Charlie se enredó con ellos.

-¿Charlie?– preguntó Anahí mirándolo fijamente-. No conozco a ningún Charlie.

-Ya no podrías- dijo Arthur con rostro sombrío-. Era el poli del pueblo, un tipo estupendo, como ninguno. Les hizo irse una noche y a la noche siguiente fue atacado por desconocidos. Le golpearon hasta dejarlo inconsciente, y lo abandonaron en un charco de sangre delante del Pato Volador. Ha estado en el hospital desde entonces, no puede andar ni hablar.

AmantesWhere stories live. Discover now