Capítulo 6

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-DEJA de poner cara trágica.

Estaban sentados frente a una vieja chimenea cuidadosamente restaurada que dominaba la pequeña habitación llena de viejas vigas de madera.

Las bonitas fundas de raraza que cubrían dos grandes sillones hacían juego con las cortinas de las ventanas estrechas y emplomadas.

-No voy a comerte viva.

Anahí levantó la vista de la chimenea lentamente.

Lo primero que habla percibido después del pánico inicial había sido un enorme ramo de flores frescas colocado en el lugar del fuego, y su fragancia veraniega le producía escalofríos en el alma. No podía tener una confirmación más idónea de que lo que estaba hacienda era lo correcto.

-¿Las las cambias a diario?

-¿Qué?- inquirió con mirada de desconcierto.

-Las flores -aclaró sorbiendo el café hirviendo que Alfonso acababa de preparar en la pequeña y pintoresca cocina-. ¿Pones unas nuevas cada día?

Alfonso dejó de mirar su pálido rostro y contempló las delicadas flores para luego volverla a mirar entornando los ojos al ver su expresión.

-No -dijo inclinándose un poco hacia delante al hablar, escrutando su cara con determinación-. Son del jardín. A la luz del día es un estallido de color, pero sería una pena robarle toda su belleza. Éstas llevan unos días, pero les cambio el agua a diario...

¿Es que es importante para ti por alguna razón?

-Por supuesto que no- replicó tratando de sonreír, pero fue en vano-. Curiosidad, eso es todo.

-Ya entiendo -dijo Alfonso, aunque era evidente que no lo entendía-. Bueno, ¿qué te parece este sitio? Bonito, ¿eh?

-Es muy agradable -respondió con cautela.

-Deberías haber subido al piso de arriba -dijo con voz afable, pero su mirada era malvada cuando vio el rubor de sus mejillas-. Los dos dormitorios son realmente de la vieja Inglaterra, con techos inclinados y ventanas emplomadas de minúsculos rombos...

-He estado en un montón de casas de campo en mis tiempos, Alfonso- lo interrumpió con voz tensa-. Ya sé cómo son los dormitorios del piso de arriba -añadió. Tomó otro sorbo desesperado de café y miró la hora por quinta vez en cinco minutos-. Me tengo que ir ya, de verdad.

-¿Quieres tomar un brandy con el café? -preguntó ignorando por completo el significado de sus palabras-. Parece que lo necesitas.

Su aspecto era abrumadoramente masculino en aquella reducida y coqueta habitación. La camisa y los pantalones negros resaltaban la férrea fuerza de su cuerpo alto y esbelto y eI moreno oscuro de su tez. Se levantó lentamente al tiempo que ella negaba con la cabeza.

AmantesWhere stories live. Discover now