Capítulo 36 - El albor de una tragedia

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Las sospechas de Guillermo eran ciertas. Cristina irrumpió en la habitación de Clara armada del arma más poderosa en el mundo: la fé. La Biblia era su escudo ante el mal que habitaba en el cuerpo de su hija. Por lo que apuntándole con el crucifijo en la otra mano decidió desterrar a quien sea que estuviera usurpando el cuerpo de su hija de una vez por todas.

—Mamá, ¿qué está haciendo? —Clara se levantó de la cama asustada con la imagen de su "madre" con la Biblia y el crucifijo en mano.

—Te voy a expulsar para siempre del cuerpo de mi hija —le respondió Cristina con rabia.

—Mamá, ¿de qué está hablando? Soy yo, Flor, su hija.

—¡No vuelvas a pronunciar ese nombre, ni tampoco a decirme madre! —le ordenó temblando de ira—. Yo no soy tu madre, y vos no sos Florencia. Ya me di cuenta de todo.

—Usted definitivamente está mal —sentenció Clara—. Yo mejor voy a buscar a alguien para que se la lleven.

Cristina impidió el paso de Clara sujetándola fuerte del brazo.

—¡No! Vos no te vas a ningún lado. No le vas a hacer daño a nadie más.

—¡Suélteme! ¡Me está lastimando!

Cristina no hizo caso. Ambas comenzaron a forcejear. El bien y el mal enfrentados en una lucha que parecía a vida o muerte entre una madre y lo que alguna vez había sido su hija.

Pero Cristina no correría con demasiada suerte. Pues Clara lograría zafarse de ella y empujarla con una fuerza tremenda que la hizo darse la cabeza contra la punta de una dura mesa que estaba sobre la pared. Cristina estaba inconsciente en el suelo.

Guillermo llegó corriendo, pero ya era tarde.

—¡La maté! ¡Creo que la maté! —le confesó Clara nerviosa.

—Dios, esto está mal —pensó él en voz alta—. Tranquila, quedate acá que voy a buscar ayuda. Fue un accidente, solo eso.

Guillermo salió corriendo por toda la pensión buscando ayuda. La encontró en Alicia quien se encontraba lavando la ropa en el patio y quedó petrificada al verlo llegar tan alterado.

Mio Dio! Cosa pasa contigo, bambino?! —preguntó temiendo una catástrofe.

—Ayúdeme, doña Alicia. Cristina... —alcanzó a decirle Guillermo antes de quedarse sin aire.

Che cosa pasa con ela? Parla bambino!

—Ocurrió un accidente. Se golpeó la cabeza y está inconsciente en el piso. Hay que llevarla urgente a un hospital.

Ambos fueron corriendo con el corazón en la boca hacia la habitación de Florencia, y lo que se encontraron era peor de lo que podrían haber imaginado.

Cristina estaba inconsciente en el piso, pero no había rastro de Clara por ningún lado.

Oh, signore! Questa è una tragedia —expresó Alicia mientras miraba a Cristina tirada en el suelo—. Guillermo, bambino, ayúdame.

—No está, Florencia no está —susurró Guillermo.

—¿A dónde se fue?

Guillermo vió hacia todos lados. Hacía un instante la había dejado en esa habitación. Pero ya no estaba, y al ver hacia la ventana no le quedaban dudas. Había huido.

—Huyó. Por la ventana, está abierta —le explicó Guillermo.

Mio Dio! ¿Ela hizo esto? —preguntó Alicia viendo a Cristina inconsciente junto a su Biblia y el crucifijo—. Cristina tenía razón. La ragazza è posseduta por el diavolo.

Sombras en la noche (#SdV 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora