- ¿Cuál es tu problema con Ty? Nunca he entendido por qué te cae mal si a penas has hablado con él. - Mi espalda sufrió una electrificante descarga cuando sus pulgares se deslizaron en espiral por mi epidermis.

- Ya no tienes tiempo para mí. - Farfullé cual niña malcriada.

- Oh, es eso. - Soltó una pequeña carcajada que quedó amortiguada por mi propia clavícula. - Camzzi está celosa.

- No estoy celosa. - Gruñí un tanto molesta, aunque sus dientes rozando mi hombro desnudo lograron apaciguar un poco mi rabia interna.

- ¿Ni un poquito? - Se despegó de mí sólo para exhibir su puchero devastadoramente tierno.

- ¡No hagas eso! - Protesté al saberme vencida con esa estrategia. - Tramposa.

- Admite que sí lo estás. - Duplicó esa expresión que me derretía el alma. No tuve otra opción que tapar su morrito con mi mano, justo como hacía cada vez que intentaba doblegarme con ese chantaje emocional.

En las ocasiones pasadas mi estrategia funcionaba de maravilla, no obstante, ese día a Lauren le había parecido una idea genial delinear la palma de mi mano con su lengua. Mis ojos se abrieron de golpe al notar la calidez que se expandía por mi cuerpo con cada lengüetazo. Ella no apartaba sus iris esmeraldas de los míos. Parecía estar demasiado concentrada en su misión de dejar una verdadera obra de arte, pero en mis bragas. Mi centro se humedeció irremediablemente cuando el ávido músculo se deslizó con una languidez asfixiante. ¿Cómo se sentiría en otra parte? Aleja eso de tu mente, Karla, o terminarás mucho peor. Contuve un gemido. Mi calentura estaba jugándome otra mala pasada porque aquel tonteo de la morena lo había tomado como el pretexto perfecto para tenerme el resto del día más encendida que un par de luces en Navidad. Mis párpados se cerraron cuando ya no pude someterme más al masoquismo de otear sus esmeraldas sin tener la necesidad de besarla. Aquello pareció molestarla lo suficiente como para intentar llamar mi atención una vez más. Su táctica fue colar sus dedos por debajo de mi falda. Me sobresalté de inmediato. Mis manos aún cubrían su boca, sin embargo, las dejé caer en simbolismo de mi rendición. No le bastó con eso. Tomó mis muslos con fuerza, con un ímpetu que jamás le había visto.

- Abre los ojos. - Demandó con la voz ronca.

- No. - Me negué sólo para llevarle la contraria; igualmente temía encontrar una figura extremadamente sexy que me perseguiría en mis sueños cada noche.

- Camila. - Advirtió un tanto mosqueada, yo sonreí. - Si tus planes son escaquearte de admitir que sientes celos, te advierto que mis tácticas son infalibles.

- Uy, qué miedo. - Agité los brazos con dramatismo para seguir con aquel teatro improvisado. - ¿Qué me vas a hacer, Jauregui?

- Más cosas de las que pueda imaginar tu mente, Cabello.

Mi garganta se secó. Todo había tomado un carácter mucho más serio. Acabábamos de adentrarnos en un terreno desconocido para ambas, o era sólo yo caminando por una encrucijada peligrosa sin más arma que mi propio delirio. Debía ser eso. Quizás la ojiverde me amenazaba de muerte y mis hormonas le daban un giro erótico a la historia. Sacudí la cabeza para apartar esas ideas, pero mi concentración se fue a la mierda en el segundo que mi mejor amiga acarició toda la extensión de mis piernas hasta posarse en el elástico de mi ropa interior. La delineó despacio, la analizó sin vergüenza alguna. Terminó chocando con mis nalgas desprovistas de tejido textil. Sus uñas me marcaron la piel y yo, lejos de regañarla por aquel gesto, degusté el placer que se coló en mis dendritas.

- Mierda. - Masculló sin dejar de arañar suavemente.

- L-Lern. - Susurré sin saber por qué seguía en ese estado catatónico. - ¿Qué sucede?

𝓓𝓸𝓷'𝓽 𝓨𝓸𝓾 𝓡𝓮𝓶𝓮𝓶𝓫𝓮𝓻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora