Capítulo 7: Miedo

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Descargo de responsabilidad:

Amphibia y sus personajes pertenecen a Matt Braly. Este es un universo alterno, todos los personajes tienen más de 17 años.

Advertencia:

Lenguaje vulgar, escenas con consumo de alcohol y mención sobre drogas.

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Marcy marcó el ritmo del bombo con su pie derecho mientras reventaba los toms con golpes precisos, no tocaba ninguna melodía en específico, pues lo único que estaba haciendo en ese preciso momento tan sólo era liberar energía, pero si tenía que comparar el sonido que salía del instrumento con alguna cosa, seguramente diría que los sonidos que surgían de su batería se asemejaban bastante a los que se escucharían en una canción de Heavy metal, el sudor bajaba por su frente y escurría por su cabello, señal de que llevaba ya unas cuantas horas en ese trance. La camisa gris que Anne le había prestado, estaba totalmente empapada y había tenido que recogerse el cabello, pues el pequeño salmonete que estaba creciendo en la parte posterior, se le pegaba de forma molesta en el cuello.

El sonido estridente de la batería le daba la oportunidad de alejar todos esos pensamientos caóticos que había tenido en el instante en que debió abandonar a regañadientes el lado de Anne para volver a su propio hogar.

La menor de los Wu había decidido tomar las baquetas cuando su cerebro no dejaba de rememorar una y otra vez los acontecimientos en la tienda.

Podía ver una reconstrucción casi completa de dicho escenario, desde que entraron, hasta cuando Anne se derrumbó totalmente inerte sobre sus brazos.

Su angustia cuando los paramédicos la subieron a la ambulancia totalmente inconsciente, su desesperación mientras llamaba a Sasha y la enorme sensación de alivio que le golpeó cuando por fin vio a la Boonchuy caminando como si nada.

Sin embargo, había algo que no lograba abandonar su mente y su corazón.

Una sensación nauseabunda de impotencia.

Ella no había podido hacer nada cuando aquel sujeto amenazaba la vida de Anne.

Su cuerpo se había quedado paralizado, no tanto por gusto, considerando que aquella señora mayor que se encontraba casualmente a su lado durante los eventos, le había retenido con una gran fuerza.

Pero ella tampoco había podido oponerse a su agarre y sencillamente se había quedado estática observando como ese drogadicto jaloneaba y apuntaba su arma a la cabeza de la tenista.

Se dijo que debía bastarle con saber que Anne estaba bien, pero, si tenía que ser sincera, eso no era suficiente.

Cuando estuvo completamente sola consigo misma, no pudo seguir engañándose con esa mentira.

Ella no estaba para nada tranquila.

¿Agradecida de que Anne estuviera con vida? ¡Por supuesto!

Podría pasar el resto de su vida agradeciendo a aquella fuerza del universo que permitió que el arrebato de su novia tuviera éxito.

Pero también podría pasar la misma cantidad de tiempo reprochandole el hecho de que hubiera permitido que tal idea se cruzara por su cabeza.

Las acciones de Anne, aunque increíbles, habían sido tremendamente estúpidas.

Y ella estaba molesta por eso.

Siempre había sabido que Anne era imprudente, pero sólo cuando aquella detonación en medio de su forcejeo con aquel delincuente, sonó, se dio cuenta que esa imprudencia podía hacer que la atleta fuera alejada de su lado en tan solo un parpadeo.

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