Capítulo 15

1.8K 223 18
                                    

Natasha volvió a casa de Wanda después de hacer la compra. Cuando llegó, esta le abrió la puerta con una mirada inexpresiva, sin mostrar enfado ni tristeza. Sus ojos conectaron unos segundos mientras Natasha entraba a la cocina a dejar las bolsas con la compra.

–¿Estás enfadada? –la pelirroja se cruzó de brazos, recostándose en la encimera.

Wanda suspiró y estiró el brazo para enseñarle la pantalla de su móvil. Natasha lo cogió y después de echarle un vistazo, enfureció.

–Voy a partirle la cara, lo juro.

–Tengo miedo, Natasha –susurró.

Natasha estiró sus brazos, llamándola. La más bajita caminó hasta ella, recibiendo el cálido abrazo.

–¿Por qué lo han dejado libre? –preguntó susurrando, cerca del oído de Natasha.

La pelirroja recordó la escena que tuvo con el policía y se le hirvió la sangre. Apretó un poco a Wanda, brindándole protección.

–El policía que llevaba el asunto es un homófobo y machista de mierda. Fui a verlo esta mañana y en la pequeña conversación que mantuvimos, solo tuve ganas de pegarle.

Wanda no dijo nada, se quedó recibiendo el calor de Natasha, pensando en el sentimiento de terror que sentía por dentro. No estaba enfadada con la pelirroja, no después de todo lo que hacía por ella, sabía que Natasha solo la estaba protegiendo.

–No fuerces la voz, ¿vale? Si necesitas algo, escríbelo.

–No vuelvas a mentirme, por favor –pidió casi sin voz, para luego separarse de ella e irse a tomar un baño. El segundo del día.

–¿Quieres que te prepare algo para comer?

Wanda negó, subiendo con lentitud las escaleras.

–No va pasarte nada más. Te lo prometo –las palabras de Natasha quedaron en el aire, sin encontrar al destinatario.

Wanda hundió medio cuerpo en el agua caliente, escuchando sus propios pensamientos. Ojalá nunca le hubiese prestado atención, pensaba, ojalá no hubiese ido a verlo aquella noche. Todo era un cúmulo de ojalá en su cabeza.

Eric siempre había sido muy atento con Wanda, desde el primer día. Y el primer coqueteo por parte de él, llego al instante en que se conocieron. Eric era algo misterioso, habitualmente perdido en su trabajo y casi siempre se quedaba solo, fumando un cigarrillo, apartado de la multitud. La unión con Wanda se vio forzada por un caso en el que tenían que trabajar juntos. A partir de allí, el encuentro con él se hizo más frecuente, casi inseparable. Pronto vinieron las quedadas a escondidas en la oficina, las cenas románticas y el primer encuentro sexual. ¿Quién le hubiese dicho a Wanda que aquel chico se volvería una de sus peores pesadillas?

En la mañana, después de que Natasha se marchara, el primer mensaje le cayó como un balde de agua fría, pero fueron los siguientes los que la hicieron entrar en pánico. Wanda empezó a respirar con dificultad, sin entender que hacía Eric escribiéndole. Bloqueó el número con las manos temblorosas, sintiendo el mismo sentimiento que la noche de la agresión. Eric divagaba mucho en los mensajes; en algunos le decía que lo sentía, que se le había ido la cabeza; en otros, la llamaba de todo, diciendo que ella era la culpable.

Después de vestirse, Wanda se tumbó sobre la cama, a seguir pensando en todo. Y sin saber cuanto tiempo estuvo así, los suaves golpes de la puerta hicieron que volviera a pisar la realidad.

–Siento molestar, quería saber si todo iba bien por aquí.

Wanda le regaló una pequeña sonrisa.

–Ven –le pidió.

Natasha se sentó al borde de la cama, cogiendo la mano de la castaña.

–No, ven aquí, a mi lado.

La pelirroja se quedó sin aire durante unos segundos, sorprendida por lo que pedía Wanda. En estos días que llevaban viviendo juntas, nunca habían tenido ese acercamiento. Natasha quiso darle su espacio a Wanda, sin entrometerse en su privacidad, así que dormía en la habitación de invitados.

–No me hagas rogarte, por favor.

–Sht –la hizo callar y seguidamente, se tumbó a su lado–. No puedes hablar, aún no. No fuerces la voz, ni siquiera susurres. Tienes que mejorarte.

Wanda se giró con cuidado, para quedar cara a cara con ella. Cuando sus ojos se hablaron, Wanda sintió mucho gozo, como si después de haber corrido una maratón, haya llegado a su meta. Y tenerla allí, preocupándose por ella, le recordó a una pregunta del libro que Natasha le recomendó hace un tiempo.

Natasha le sonrió, un poco nerviosa de tenerla de aquella manera. Y contuvo el aire otra vez, cuando la mano de la chica delineó sus labios y la miró fijamente, expresándole algo que no pudo descifrar.

Para Wanda, Natasha siempre había sido la persona más atractiva y preciosa que sus ojos hayan visto alguna vez. Por eso, la curiosidad de saber cuántas mujeres habían pasado por su cama –después de ella– pasó por su mente, abriendo una ventana de miles de preguntas en su cabeza. Aún así, deslizó su mano con lentitud hasta el cuello de la pelirroja y lo acarició con suavidad, provocando que esta cerrara los ojos.

–Vas a matarme –expresó, calmando sus impulsos para no hacer algo que Wanda no perdonaría después.

–¿Te gusta esa tal María?

Natasha abrió los ojos, atravesando el alma de Wanda y haciendo que su cuerpo se erizara.

–A mi me gustas tú.

Después de estas palabras, Wanda no pudo resistirse más y actuó: se acercó a Natasha y atacó sus labios con calma, de la manera que quizo hacerlo desde que la vio en la reunión de ex-alumnos. Natasha no tardó en reaccionar, produciendo que sus labios bailaran al mismo ritmo. Wanda sintió un delirio exquisito cuando la pelirroja introdujo su lengua, causando que su cuerpo entrara en calor.

La pelirroja, a regañadientes, se separó de Wanda, buscando una mejor postura para disfrutar del beso. Se sentó sobre la cama y la posicionó a horcajadas sobre ella. Pudo ver sus mejillas rojas y no esperó más para tener la segunda ronda de besos con ella. Esta vez, sus manos empezaron a acariciar la espalda de la castaña, por debajo de la camiseta, provocando que tocara las nubes con las manos.

–Joder –dijo Natasha cuando cortaron el beso a falta de aire.

Dejó pequeños besos en la sonrisa de Wanda, experimentando la felicidad en su mayor fase.

–Natasha –la llamó, sintiendo un poco de dolor en la garganta.

–¿Umm..?

–¿Cómo le regalas a alguien un pedazo de cielo?

Natasha no pudo evitar agrandar su sonrisa, recordando que la pregunta provenía de su libro favorito.

–Tú eres ese pedazo de cielo, Wanda.

El corazón de Wanda latía con mucha fuerza, como si en cualquier momento este saldría corriendo. Junto su frente con la de Natasha y la miró a los ojos, sintiendo que volvía a estar en casa.

Volverte a ver [Wandanat]Where stories live. Discover now