—¿Qué ocurrió anoche? —quiere saber.

—¿De qué hablas? —inquiero.

Rocco levanta las cejas, dejándome ver sus ojos celestes curioseando en mi rostro.

—Ya sabes, no te hagas la tonta conmigo.

Suspiro y entonces le doy un sorbo a mi sorbete, y trago el dulce líquido.

—Cuando terminamos de hablar, Jaziel estaba tirando piedras en mi ventana y luego... —termino de contarle lo que ocurrió—. Cuando me estaba yendo vi ropa interior y un preservativo usado bajo la cama.

—Okey... ¿Algo más? —me debato en contarle lo que sigue, pero lo hago igual.

—Su móvil sonó y lo saqué de su bolsillo, en la pantalla había una notificación de Arlet, ya sabes, la chica esta de pelo blanco que conoció en su internado y había una foto de ellos dos en la cama.

—¿Y cómo estás segura de que era él?

—Le ví la cara, y era él, y ella, desnudos —hago cara de asco—. Conozco a Jaziel Rocco, es decir, ya lo ví —me ahogo con el líquido cuando caigo en cuenta de lo que le estoy diciendo—. Ay Dios, qué vergüenza.

Rocco se ríe de mí y yo me ruborizo.

—¡No te burles!

—No, yo jamás —arruga el entrecejo y niega con la cabeza, sin perder esa expresión de burla en su rostro—. Ahora en serio, tu amigo es un capullo mayúsculo. Más o menos te dijo que te bajaba la luna y las estrellas y tenía un preservativo usado bajo la cama, encima sucio.

—No me ayudas eh.

—Soy realista nena, más si es contigo, es hombre, y los hombres son medios... —se detiene a pensar las palabras correctas—. Capullos, es decir, tenemos dos cabezas y a veces la de abajo piensa más.

—Wácala —murmuro.

—Esa es la razón por la que no te rapto —agrega descolocándome.

—¿A qué te refieres? —inquiero ladeando la cabeza.

Rocco suspira y le da un último trago a su batido, mirando por última vez la hora del reloj.

—Bien, quería haber de esto contigo antes de irme porque ya lo sabes, soy un buen chico, solo contigo, pero un buen chico al fin —su voz gruesa es un ronroneo pícaro en la última frase.

—Muy bien, te oigo buen chico.

—El beso —empieza y mi rostro se ruboriza.

—¿No puedo fingir demencia y que hagamos como que nada pasó? —quiero saber.

—No. Yo quiero saber que pasó.

—Mmm —no digo nada, y lo veo mirarme serio. Siento un cosquilleo extraño en el abdomen, parecido a ese nerviosismo que le da a las niñas cuando ven a un chico lindo pasar. Bueno, algo así siento por Rocco.

No por nada está buenísimo.

Parece ponerse más serio de repente y eso me saca de mis casillas, no sé qué me vaya a decir. O tal vez se ve más serio por su ropa tan formal.

—Bien, corta la tensión que me está dando miedito, dispara de una vez.

Él me sonríe y le quita tensión al asunto.

—Eso no tenía que pasar.

—¿Te refieres al beso? —indago curiosa.

—Sí, no debí besarte.

Malas Intenciones IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora