Cambios

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-El fuego llamará más la atención que cualquier otro grito de ayuda.

                                                                                                                       -Jean-Michel Basquiat.




Carlin aún se encontraba en el piso, empapada y asustada. Las palabras de Burcie no dejaban de retumbar en su cabeza

                             "Tienes prohibido usar tu magia"

                                                           "Tienes prohibido usar tu magia"

                                                                                   "Tienes prohibido usar tu magia"

Pronto la muchedumbre empezó a dispersarse, todas las demás hadas fueron designadas a sus nuevas tareas y entrenamientos, mientras Carlin solamente contaba con un futuro incierto. ¿Qué le diría a su abuela y madre? ¿será suficiente con ayudar en su hogar?

Con la dificultad que ofrece el desánimo, se logró poner en pie, sus alas aun empapadas las percibía pesadas, aun no podría alzarse en vuelo. Decidió caminar hasta su casa.

Los paseos solitarios pueden traer muchas ideas dispersas a quien los efectúa. Carlin recordaba que por la mañana estaba nerviosa por la selección ya que no había dado indicios de magia, aun con los intentos de su abuela y madre en canalizar aquella energía propia de las hadas elementales. Quería seguir solo en su casa ayudando, para su sorpresa, cuando este deseo fue concedido, no se sintió feliz, sino frustrada.

No puedes extrañar algo cuando no lo tienes y esa idea estaba en la cabeza de Carlin. Aun hace algunas horas, no tenía idea de que el fuego estaba dentro de ella, estaba dispuesta a una vida tranquila y sin labores de gran impacto. Pero ahora que esa llama se había prendido, quería usarla, quería mostrarla... pero no podía.

Después de una hora caminando a un ritmo desanimado, pudo visualizar su hogar, aquella casa que se encontraba en la raíz de un gran árbol, al cual miles de años atrás un miembro de su familia pidió permiso para construir en él. La pequeña puerta redonda estaba cerrada, por las ventanas podías ver una tenue luz,  de las pequeñas rendijas salía un aroma a pan recién horneado.

Con un suspiro Carlin se armó de valor para poder entrar, tomo el picaporte de la puerta y lo giro con nerviosismo. Al abrir la puerta ahí estaban su Madre y Abuela, disponiendo nuevamente la mesa con aquel pan humeante. Al escuchar la puerta abrirse voltearon para ver a Carlin; pronto la sonrisa con la que habían volteado se esfumo y fue sustituida por una mueca de preocupación.

- ¿ha pasado algo cariño? - dijo su madre mientras se acercaba para abrazar a su pequeña hija- tu ropa esta húmeda...¡ah! ¡¿No me digas qué..? ¡MADRE, ¡MADRE, CARLIN ES UN HADA DE AGUA-grito con alegría- por eso estas tan desanimada! El entrenamiento es duro y desolador los primeros días, pero no te preocupes, mamá se encargará de que estos días sean llevaderos.

La pequeña hada de fuego no sabía que hacer frente al entusiasmo de su madre, sus pupilas temblaban de nerviosismo y confusión,  mientras su madre mostraba su jubilo, fue entonces que la voz de la abuela reino en la habitación.

-DARIYAH!, BASTA- sentencio, dirigiéndose a su hija, quien quedo confundida- no es eso lo que te aqueja ¿cierto, Carlin?

Las miradas de las dos hadas mayores se dirigieron a Carlin suavemente. La pequeña hada no podía gesticular palabra... sentía que en cualquier momento su voz se quebraría. El nerviosismo y miedo se estaban apoderando de ella, hasta que pudieron vislumbrar pequeñas chispas brotando a su alrededor.

La madre y la abuela se miraron consternadas, sabían que significaba aquello, pronto fueron con Carlin y cada una puso su mano en un hombro.

-Tranquila mi niña- dijo su abuela- estamos aquí, no pasa nada.

-Entendemos que pasa y no tienes que preocuparte, mamá está aquí- dijo su madre con una voz dulce.

Poco a poco Carlin fue tranquilizándose, la guiaban las voces suaves de su familia, no tenía que temer.

Ya cuando todo se hubo apaciguado decidieron seguir con la cena, donde Carlin les conto lo que había pasado en la selección y con las tres Altas Hadas.

Las caras de preocupación de su abuela y madre eran visibles, sin embargo, todo lo que escuchaba de ellas era apoyo y comprensión.

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Al día siguiente, la conmoción por los eventos pasados había cesado un poco en casa, todos actuarían con normalidad, finalmente por lo establecido por las tres Altas Hadas no cambiaría su rutina.

Las tres hadas de la familia Aelwyd confiaban en que todo marcharía bien, tomaron su desayuno como de costumbre y cada una fue a hacer sus labores.

A Carlin ese día su abuela le encargo ir por algunos hilos que le hacían falta, así como un poco de miel.

Después de la caminata del día anterior, Carlín decidió mejor volar, ya que no quería distraerse de los pensamientos que suponen una caminata larga y solitaria, volando sería más rápido y su mente no tendría tiempo de invadirla de pensamientos preocupantes.

No tardo ni quince minutos en llegar al bullicioso mercado de la ciudad. Pero algo había cambiado, sentía que la observaban; no era algo evidente, pero la sensación estaba ahí. Intento alejar esos pensamientos y se dirigió a la mercería.

La mercería era pequeña, apenas unos metros cuadrados, todo era luminoso, las paredes contaban con muchas repisas donde habían dispuesto por color, hilos, estambres, telas y tiras con agujas encajadas.

La dependienta de rostro maternal conocía a Carlin desde que era una bebé, ya que a su abuela le encantaba bordar.

Cuando la pequeña campana de la puerta tintineo permitiéndole el acceso a Carlin, todos los presentes la voltearon a ver con preocupación, incluso aquella amable dependienta.

- Buen día señora Drysi- saludo Carlin con nerviosismo, ante las miradas que caían sobre ella- he venido por algunos hilos que necesita mi abuela, esta es la lista.

- buen día Carlin, claro, en un momento te los entrego- dijo la señora Drysi tomando el papel que Carlin le tendía con la mano-

Se dirigió a las repisas y rápidamente coloco todo en una pequeña bolsa de papel.

-Aquí tienes Carlin, solo una cosa...-dijo con una voz más baja, para que solo Carlín pudiera oírla- la próxima vez, por favor dile a tu abuela que venga ella por sus cosas, mi material es delicado...y bueno... tu entiendes.

Carlin alzo la cara un poco triste, pero logro gesticular una sonrisa algo forzada.

-sí, entiendo, no se preocupe, le hare llegar su recado, muchas gracias. –

Carlin esperaba que alguien dijera algo, dirigió su mirada a todos, pero la esquivaban, otros le dirigían una mirada nerviosa y otras juzgativa. 

No pudo resistir mas así que solo puso unas monedas en el recibidor y salió corriendo de aquel lugar.

Al parecer hasta una pequeña visita a la mercería había cambiado para siempre ¿pasaría lo mismo en el puesto de la miel?

Carlin no pudo evitar sentir algo de miedo al respecto.

CarlinWhere stories live. Discover now