Capítulo 21: maldito destino

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Traté de no sonrojarme. Lo logré.

— ¿Tiene que ser ahora?

Asintió.

Bien. Podía hacerlo. Era Jude, mi amigo. Solo tenía que pintarlo. Suspiré y volví a agarrar la tableta. Jude se encontraba despatarrado en una silla, con las piernas abiertas y los brazos cruzados. El vino estaba haciendo su efecto, así que tuve que entornar los ojos y prestar más atención de la que normalmente prestaba cuando pintaba.

Los minutos pasaron, y cada vez que trazaba otra línea, algo se movía en mi interior. Era muy íntimo pintar a otra persona. Sobre todo, cuando esa persona no llevaba puesta una remera y tenía unos músculos muy llamativos

—Te has movido—exclamé, frustrada.

Él levantó ambas cejas.

—No me moví.

—Sí, lo has hecho—. Lo miré enojada.

Frunció el ceño.

— ¿Qué he movido, supuestamente?

Aparté el aparato a un lado y me levanté. Quedé frente a él y le agarré los brazos y los levanté un poco más. Vaya. Tenía unos bíceps enormes. Los apreté un poco.

— ¿Todos los jugadores de fútbol americano son así?

Rio.

—No lo creo.

Lo fulminé con la mirada.

— ¿Piensas que eres el único que esta bien dotado?

Di la vuelta y volví a sentarme en mi cama.

—No, pero soy el único que ha sido tocado por una diosa griega. —Lo miré sin poderme creer lo que acababa de decir—. Tómalo como quieras.

Reí y volví a levantarme. Quería agua. Apenas di un paso a nuestra mini heladera, sentí que Jude se levantaba de la silla. Todo me daba vueltas, pero en un buen sentido. Y estaba relajada. Muy relajada. Y divertida.

Miré la hora y me sorprendió descubrir que recién había pasado media hora desde que había llegado.

—No te tenías que mover—le dije y abrí la botella. Tomé un gran sorbo.

Él rio y se quedó parado frente a mí. Me llevaba una cabeza y media, así que tuve que estirar el cuello para poder mirarlo a los ojos.

—Lo siento. Me has dado sed.

Arqueé las cejas pero no dije nada. Dejé que agarrara la botella y diera otro trago.

No me quitó la vista de encima.

Santo cielo...

—Creo que tienes algo que me pertenece—dijo y se acercó más a mí. Yo retrocedí y terminé acorralada entre él y la pared.

Diablos. Estaba pasando. Estaba pasando de nuevo. Y lo podía frenar. Podría salir tranquilamente por el costado....

— ¿Y qué es eso?— relamí mis labios y sus ojos fueron hacia allí. Bingo.

Mi estómago se removió, ansioso, y él se acercó más a mí. Nuestros pechos se tocaban...y lamenté no llevar sujetador.

Aunque muy en el fondo me felicité mentalmente.

Bajó su cabeza hasta mi boca y habló en un suave murmullo.

—Mi corazón.

Su respuesta me tomó por sorpresa, y comencé a reír.

—Eres muy original Jude, en serio. —Dije con sarcasmo.

Rio y acaricio mi nariz con la suya. Lo miré seria y acerqué un poco más mi cara.

— ¿Quieres que te lo devuelva?—pregunté, siguiéndole el juego.

Mordió sus labios y asintió.

—Me gustaría recuperarlo.

Me encogí de hombros.

—Pues tendrás que esforzarte.

Jude me miró de una manera muy intensa y luego... me besó.

Fue un beso salvaje, rápido y caliente. Nada de tierno ni blando. No.

Y eso era justo que lo que necesitaba.

Le devolví el beso tratando de no pensar en nada más, y enseguida mis manos fueron a sus mejillas. Él gruñó y me levantó, haciendo que enredara mis piernas en su cintura. Sus manos fueron a mi trasero y luego subió lentamente una por mi estómago.

—No tienes sujetador—dijo, jadeando.

Yo estaba igual.

—Pues no.

Me miró unos segundos y volvió a besarme. El vino hacía muy bien su trabajo, porque cuando corrió la tableta gráfica y la apoyó en el escritorio, no me preocupé de que casi se cayera al piso.

Solo quería una cosa: sexo. Y lo iba a conseguir.

—Nada de enredos sentimentales—dije interrumpiendo el beso cuando se colocó encima de mí en la cama.

Él asintió y volvió a besarme.

Nuestras ropas volaron. Jude era rápido. Cuando estábamos los dos completamente desnudos, introdujo un dedo dentro de mí y mis caderas se arquearon.

Una imagen de Cameron haciendo lo mismo vino a mi mente, y casi me paralizo.

Aparté a Jude de mí y me puse de rodillas. Necesitaba cambiar la posición. Mis pechos quedaron a la altura de su cara. Pasé por encima de sus piernas y me senté a horcajadas suyo.

Esto no lo había hecho con él.

Jude se colocó el condón que había sacado de mi mesa de luz y me miró maravillado.

—Me gusta como piensas—dijo en un susurro y agarró mis caderas.

La primera embestida fue suave, pero luego fuimos ganando velocidad.

Jude sabía lo que hacía. No podía quejarme, para nada. Metió una mano por el medio de nuestros cuerpos y encontró el lugar que más placer me daba, y todo comenzó a dar más vueltas que antes.

Nos movimos cada vez más rápido, los dos estábamos jadeando, y cuando llegamos al clímax casi me muero allí mismo.

—Eso fue...eso fue...

Asentí con la cabeza.

—Lo sé.

De repente, alguien llamó a la puerta. Pegué un respingo y Jude se quedó quieto, con las cejas arqueadas.

Miré la hora: las dos de la mañana. ¿Quién rayos venía a esta hora?

Suspirando, salí de encima de Jude y fui a la puerta, y apenas la abrí, sentí que se me olvidaba algo.

Un par de ojos negros me miraban con intensidad.

—Nunca me recibieron de tan buena manera.

Parpadeé. Me lo quedé mirando, y luego me miré.

Seguía desnuda. 

Miradas cruzadasWhere stories live. Discover now