Capítulo 2

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El sabor metálico llenaba su paladar, el golpe había logrado aflojar le un par de muelas. Realmente había aguantado el golpe con entereza, otros gigantes habían caído ante sus atques, pero aún no era suficiente. Su corazón ardía en la furia y el odio, él se había atrevido a quitarle a la persona que amaba.

Casi por instinto alzo a Garra, deteniendo el filo de Hermana Oscura con dificultad. Dos fuerzas inamovibles chocando entre sí, ambos cederían en respuesta. La figura, el antaño Cuervo de Sangre alzándose una vez más para atravesarlo y volver a chocar filos con Garra. Sentía todo el peso del golpe, recorrer su brazo derecho hasta el torso, toda la vibración corriendo por sus tendones.

— Ríndete como todos los patéticos que te precedieron. — Otro golpe intentando romper su defensa, solo para ser recibida una vez más por su espada. — Tan estúpido como aquellos que me enfrentaron antes. — Tal era la fuerza de la criatura que de una simple patada mando a volar el colosal cuerpo de Jon.

Hacía poco más de un año que había despertado el poder de su interior, un año en el que la venganza carcomía su corazón. Una venganza dirigida hacia aquella antigua criatura del vacío estelar.

Desde lo más profundo de su alma, el mismo calor que lo ilumino ante los cuatro dioses, lleno su cuerpo otorgándole más fuerza que nunca para volver a levantarse. Sentía sus hombros extremadamente ligeros, incluso el mango congelado de Garra desprendía un calor vivo.

Lentamente, su colosal cuerpo se alzó sobre la nieve, dejando que el polvo congelado se esparciese gracias al gélido viento. Su chaqueta estaba hecha jirones, la sangre bajaba por su torso enfriándose al instante de abandonar su piel al caer contra la nieve. El vaho de su aliento se dispersaba a escasos metros, todo para que sus dorados ojos se enfrentasen al carmesí. Ambos seres sobrehumanos se analizaban mutuamente, esperando el primer movimiento del rival.

Desde su interior el dolor se iba mitigando, dejando en su lugar la reconfortante sensación del calor de una chimenea broto de su interior para abrigarlo contra la cruda noche de invierno. El cansancio se desvanecía de su mente y de su espíritu, renovando sus fuerzas e impulsando su cuerpo hacia delante.

— Me arrebataste lo que amaba, seré estúpido, pero sé una cosa. Ojo por ojo, diente por diente. Tú y yo tenemos una deuda de sangre, una que te obligaré a pagar aún con mi muerte. — Entre sus dedos el calor de la empuñadura de Garra ascendía hacia sus muñecas, a la vez que la hoja iba tornándose en un bello tono escarlata.

No se necesitaron más palabras entre ambos, ni eran necesarias. Un humano enfrentándose a un monstruo, vida contra muerte. Los ojos de Jon estaban fijos en el torso de la aberración no muerta, percibía las danzantes siluetas de la batalla convergiendo a su alrededor.

Por primera vez en más de diez mil años, todos los pueblos de Poniente estaban unidos bajo una misma causa. Andalos, Rhoynars y Primeros Hombres unidos para enfrentarse al horror sellado Más allá del Muro, los muertos.

El choque de ambos aceros, su mero roce, disperso un pequeño destello incandescente sobre el permanente manto invernal. El movimiento de sus brazos, apuntando a las brechas en su defensa como al impedir que sus estocadas lograsen alcanzar su cuerpo. No podía permitirse un solo error, entre todos los vivos solo él podía mantener el ritmo de su enemigo. Entre todos solo él, solo el Bastardo de Invernalia, y no el Príncipe Aegon, tenía la oportunidad de vencer y acabar la guerra. Todos, salvo los hijos del Norte y el Pueblo Libre, se alejaron de él, tratándolo como un apestado.

Ya no era ese niño que soñaba con la grandeza solo otro monstruo a los ojos del pueblo, era el hombre que una vez estuvo destinado a ser y pensaba cumplir con su destino.

El choque de ambas fuerzas resonaba en el campo de batalla, a los ojos del resto casi parecían estar danzando. El campo a su alrededor empezó a ser decorado con los cuerpos de vivos y espectros por igual, en sus intentos de defender su maestro como de apoderarse de la gloria de matar al Gran Enemigo. Fue esta escena que acabo por desalentar sus corazones, observando con incredulidad como la hoja ancestral de los Mormont empezaba a tornarse más y más brillante hasta el punto de prender en llamas los restos de un espectro sacrificado.

Jon simplemente lo ignoro mientras continuaba con su asedio, con el alma y el corazón llenos de valor y ciega justicia, balanceando a Garra una y otra vez sobre Hermana Oscura. Y no fue hasta que, con un poderoso mandoble, logro enviar lejos al demonio.

Ambos contendientes se dieron cuenta de las nuevas, y el significado que portaban para cada uno. Jon estaba logrando sobrepasar al Gran Otro, estaba decantando la balanza hacia los vivos y sobre todo, estaba un paso más cerca de lograr cumplir su venganza.

Por primera vez vislumbro la sombra del miedo en aquel ojo carmesí, siendo interrumpida por un nuevo asalto esta vez desesperado. Jon no se detuvo en ningún momento, demostró su destreza marcial al controlar cada ataque para aprovecharlos y ganar más poder en los suyos. Lentamente, la oxidada armadura del antaño Brynden fue siendo destrozada por el filo de Garra, estallando en multitudes de oscuros fragmentos. — ¡Maldito mono sin pelo! — Su rostro se arrugó en una mueca bestial, dejando ver los afilados dientes y los prominentes colmillos sobresalir de su boca. — ¡Eres un ser insignificante! ¡Vuelve al maldito agujero del que saliste! — Por unos instantes alcanzo haberse reflejado en la bestia, cuando acabo estallando contra Theon en uno de sus múltiples entrenamientos. E igual que aquel reflejo actuó acorde, el Rey de la Noche alzo los brazos empuñando con ambas manos su espada preparando un golpe descendente mientras que Jon preparo un revés de izquierda a derecha.

Fue un movimiento rápido y certero. Cuando los cercenados brazos, aún aferrados a la empuñadura, chocaron con la nieve dejo escapar un profundo grito a la vez que hincaba rodillas observado sus muñones.

— ¡Tu maldito ser inferior! ¡Solo eres un simple bocadillo para los de mi especie! — Ante los grisáceos ojos del bastardo, el ser arrodillado frente a él comenzó a mutar. La pálida piel del antaño humano empezó a blanquearse hasta ser peor que la de los cadáveres que los rodeaban. Su mandíbula continuo deformándose y expandiéndose mientras dejaba relucir dos pares de colmillos superdesarrollados. — ¡¿Cómo te atreves a oponerte a mí?!

Fue un simple movimiento, demasiado rápido incluso para sus ojos. Antes siquiera de saberlo, el monstruo había anclado sus colmillos en el cuello. Fue la sacudida y luego el punzante dolor escalando hasta su oreja lo que reavivo su fuerza.

— ¡Tú serás mi nuevo cuerpo!

Su voz resonó en su mente como si de un tambor de guerra, podía sentir la vibración de su mente y el vicioso veneno extenderse por su cuerpo. No tuvo tiempo para dudar con ambas manos apreso la cabeza de la abominación, todo mientras reunía las últimas fuerzas y los restos de aquel brillo dorado hacía que sus ojos portasen todo e fulgor.

Su fuerza fue abriéndose paso, trayendo los dulces recuerdos del pasado. Aquellos días de verano donde podía darse el lujo de simplemente competir con sus hermanastros por quien podía aplastar antes una calabaza. Fueron estos recuerdos los que silenciaron los aullidos de dolor de la abominación, todo hasta que la húmeda y cálida sensación de sus sesos y su sangre se esparció por su cuerpo.

Solo entonces el silencio se apoderó del campo helado, incluso con la vista borrosa el derrumbe del ejército de no muertos fue más que un regalo. Uno que extrajo los últimos resquicios de resistencia, obligándolo a hincarse de rodillas y dejarse caer, acunado por la oscuridad y los murmullos de una lejana nana.

Jon Targaryen, Primarca De La Segunda LegiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora