Capitulo 1

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Lo último que recordaba eran los sepulcros de los antiguos reyes resguardados por los lobos huargos y con espadas guardando sus regazos, el olor al polvo y al aceite de las antorchas aún era presente en su nariz. Sentía la dureza de la piedra soportar su espalda, mientras que el frío y húmedo aire inundaba sus pulmones. Pero solo veía oscuridad, aún con el olor presente, las antorchas carecían de luz. Cuando intento levantarse todo su cuerpo, se negó a seguir su orden, sus órdenes, como si estuviese encadenado al suelo. Su cabeza estaba palpitando como si alguien la golpease, pensando que era un tambor todo mientras su pecho se oprimía cada vez más y más. En el instante que juro que sus costillas estaban por romperse fue cuando un cuarteto de luces hicieron acto de presencia; rojas, verdes, azules y púrpuras.

"No sabes nada, Jon de las Nieves"

— Sígueme y todos los placeres que puedas imaginar serán tuyos.

"No llevarás mi apellido, pero llevas mi sangre."

— Acepta mis indicaciones y el conocimiento no quedará fuera de tu alcance.

"La próxima vez que nos veamos, vestirás el negro."

— Hazme caso y te divertirás. Podrás llevar tu propia justicia a tu modo.

"¡Por la Guardia!"

— ¡Acéptame como tu señor, y derrama la sangre de todos aquellos que se ríen y reirán de ti!

Su cabeza palpitaba mientras cuatro voces guturales se repetían una y otra vez en su mente, dejándolo sumergido en aquellas cuatro luces, intentando dominar su mente mediante las promesas de futuros gloriosos o recompensas magníficas. Solo deseaba que se callasen para que le dejasen dormir, era un simple bastardo. Nadie le daría nada, es más, se lo quitarían diciendo que un bastardo no tenía derecho a nada. Cada promesa que susurraban a sus oídos únicamente le provocaban dolor de cabeza, tanto que estaba empezando a plantearse el aceptarlo nada más para hacerlos callar. Cada una de las voces lo tentaban más y más; hacerse un sitio en el mundo, el poder de proteger a su hermanos, disfrutar del calor de una mujer que lo ame con locura.

Quería que todo terminase, que le dejasen descansar, que lo dejasen solo. Su cabeza seguía palpitando y simplemente estaba a punto de ceder solamente para acallar el dolor y sus voces. Cuando las palabras, que lo habrían condenado por la eternidad, la calma llego en la forma de una brillante luz dorada y el aspecto majestuoso de un hombre coronado por una corona de laureles dorados.

Tras ese instante fue cuando su sueño se calmase, fue cuando logro distinguir con mayor precisión la figura. Una altura muy superior a la de cualquier hombre, en su mente lo comparaba con el Gran Jon Umber y este parecía como un niño pequeño, su rostro marcado y carente de signos de vejez. Su cabellera negra caía libremente por sus hombros y espalda solo sujeta por ese dorado laurel. Todo su cuerpo estaba ataviado con una servo armadura de un dorado perfecto con los detalles heráldicos de águilas. Lo más llamativo era el aura de luz plateada a su alrededor, como si se tratase de un manto protector.

— ¿Quién eres tu Hijo mío?

Una simple pregunta que lleno la mente de Jon para que la misma presencia se desvaneciese tan rápido como llego, únicamente para dejar una calma perfecta durante el resto de la noche.

Esa misma calma lo acompaño durante todo el día, atrayendo más preguntas que respuestas a su propia mente. ¿Qué era ese sueño? ¿A quién llamaba hijo? ¿Qué eran esas voces?

Era un ciclo sin fin, en su mente la secuencia de imágenes borrosas se repetía sin fin. Cada vez que se volvía a iniciar la analizaba cada vez con más precisión, intentando comprender cada palabra y cada sensación. El resultado fue su ausencia en las clases matinales y las rutinas de entrenamiento con la espada en compañía de Robb y Theon a manos del Maestre de armas Rodrick, una ausencia levemente notada por sus hermanos de crianza y mentores. Para cuando quiso darse cuenta del paso del tiempo ya había llenado su holo escritorio de notas e investigaciones en los archivos de la biblioteca, las pocas cosas que logro hallar fueron simples mitos más aña de la Era del Amanecer.

Jon Targaryen, Primarca De La Segunda LegiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora