00. Un encuentro inevitable

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Respiró hondo y colocó la cola de su vestido. Agarró su violín, alzó la vista y miró al público. Sus manos temblaban y sentía como su respiración se entrecortaba. Sería su última actuación hasta acabar el instituto, no podía permitirse ni un error. 

Se despertó súbitamente, otra vez la misma pesadilla. Sus manos temblaban, tal y como en su sueño, y apenas podía respirar, había dejado de tocar el violín por esa fatídica noche y, aun así, seguía atormentándola. Agarró su uniforme y se dirigió a la ducha, desde que se había trasladado a Japón, no paraba de escuchar sobre el fútbol del Raimon, quería comprobar si eran tan buenos como decían. En España jugaba en el Barça, y en Japón no le quedaba más remedio que jugar para el Raimon. 

Una vez acabó de ducharse y cambiarse, bajó al salón y desayunó. Encendió la televisión y vio que su anterior equipo había vuelto a ganar, esta vez sin ella. La delantera estrella había sido sustituida tras su fracaso, había sido reemplazada pese a haber dicho que jamás lo harían, qué ironía.

Caminó durante un buen rato, intentando llegar a su nuevo instituto, pero se perdió. Gracias a Dios, un chico con su mismo uniforme se cruzó en su camino. Dejó que le adelantara y caminó detrás suya, la orientación jamás había sido su punto fuerte.

—Oye, ¿estudias en el Raimon? —preguntó el chico desde adelante, Anna tragó en seco.

—Sí —respondió ella.

—Entonces debes ser de primero, es normal que no sepas el camino. —El chico no dejó de caminar, ella todavía seguía detrás suya.

—Soy nueva, pero iré a segundo, acabo de mudarme —explicó Anna, intentando alcanzarle.

—Entonces eres de mi edad —dijo él deteniéndose paulatinamente, Anna le alcanzó—. Soy Riccardo di Rigo, encantado. —Se presentó una vez estuvo ella estuvo a su lado.

—Anna Almirall, igualmente. —Ambos se quedaron en silencio durante un buen rato hasta que él decidió hablar.

—¿Y por qué vas tan temprano? 

—Porque debo presentarme a mis compañeros de equipo, me han trasladado. —Él entreabrió la boca, no podía ser ella.

—¿Eres la nueva delantera? —preguntó él, la estrella de Barcelona era mujer y además él había sido el primero en conocerla—. Es un placer conocerte, no tenía ni idea de que podías hablar japonés.

—Mi madre es japonesa, aunque mi acento es un poco raro. —Rio. —Pero, si me conoces, supongo que también formas parte del equipo, ¿verdad?

—Oh, claro, soy el capitán. 

—¿En serio? Perdón por ser tan descortés entonces, a partir de ahora me referiré a usted como capitán. 

—¿Usted? No hace falta ser tan formal. —Sonrió, ella también. 

Pasaron unos cuantos minutos hasta llegar a la enorme entrada, Riccardo se encargó de presentarla para que ella no tuviera que hacer demasiado uso de su peculiar japonés.

—Mira, los del equipo B están entrenando ahora... —Riccardo les miró, bastante serio. —Bueno, vayamos al campo de entrenamiento.

Al llegar, Anna, se quedó asombrada, siquiera en su ciudad natal tenían tal lugar.

—Increíble... —susurró ella.

—Te traeré un uniforme, espera un momento. —Cuando el chico se fue, Anna no pudo evitar posar su vista en unas fotos, parecían los anteriores equipos del instituto. En la última foto salía Di Rigo, así que supuso que ese sería su nuevo equipo.

the edge of dawn | riccardo di rigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora