Capítulo 18

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Los días se habían convertido en semanas y cuando me quise dar cuenta, el frío de verdad ya había llegado a Oxford. Había encontrado una rutina que me dejaba exhausta y que hacía que tan pronto tocase mi cama, me quedase dormida al momento.

Hunter me entrenaba tres noches por semana y la última noche, nos dedicábamos a leer libros antiguos. Gracias a eso, había aprendido muchísimas cosas importantes, pero todavía me quedaban muchas otras por hacer.

Esa noche, era como otra cualquiera, otra noche que Hunter me daba tal paliza que me dejaba sin elemento.

–– Tienes que concentrarte más, Rosalie, a estas alturas yo ya controlaba el fuego con los ojos cerrados. Podía sentirlo en cada hueso, músculo y vena de mi piel –– me reprendió Hunter por cuarta vez en hora y media.

–– ¡Estoy cansada y helada! –– grité. Esquivé una de sus llamas y le lancé una bola de fuego que resultó patética.

–– Me da igual lo cansada y lo helada que estés, yo estoy aquí, haciendo lo mismo que tú –– rugió enfadado.

Me detuve para coger aire, mi corazón golpeaba con fuerza contra mi pecho y me dolía la garganta por culpa del frío que hacía.

Hunter se acercó a mí lentamente y escuché a través del viento como sacaba una daga de la funda de su cintura. ¡Estaba harta de que me atacase!

Cuando su daga llegó a la altura de mi rostro la detuve con la mía. Saltaron chispas cuando ambas dagas se encontraron. Él me miró sorprendido. Yo le miré todavía más. Sentí una calidez que inundó mi cuerpo de golpe, como si recibiese un chute extra de energía. Le empujé hacia atrás con toda mi fuerza y apreté tanto los dientes que comenzaron a dolerme. Hunter sonrió un instante, después me soltó y me empujó al suelo con su brazo libre.

Respiré con fuerza y sentí una ira nueva dentro de mí.

–– ¡¿No ves que estoy cansada?! –– le grité.

Él sonrió de oreja a oreja.

–– Lo veo y aún así, al fin has conseguido parar mi daga.

–– Estoy harta, Hunter. No estamos peleando de verdad, déjame descansar.

Su respuesta, fue lanzarme dos bolas de fuego a mis manos, las separé justo en el momento en el que impactaron

––¿Pero qué haces?

–– El poder, Rosalie, al igual que la ira, van siempre de la mano.

–– ¡Lo que voy a hacer es quemarte ambas manos!

Él estalló en una sonora carcajada cuando me levanté y le lancé una llamarada, Hunter saltó hacia atrás.

Aproveché ese movimiento para lanzarle una llamarada más potente. Estiré ambas manos y enseguida mi fuego chocó contra el suyo, grité enfadada, por el cansancio, por sus risas, por pasar más tiempo levantándome del suelo que peleando. Y ahí fue como sentí algo que se rompía dentro de mí, como si todo ese tiempo estuviese retenido por algo grande y fuerte que no le dejaba salir. Mi llamarada se hizo muchísimo más grande, mucho más poderosa. Ya no lo sentí como una caricia, sino como una vibración.

Me acerqué a él lentamente sin dejar de lanzarle mi elemento. Me sentía mejor que nunca, el cansancio se había ido.

Dejé de lanzarle el fuego a Hunter para explicarle lo que había sentido y fue cuando lo vi, me llevé ambas manos a la boca para taparla. Él miró hacia abajo, con expresión seria. La túnica de Hunter se había quemado. Su simple túnica, era lo único que tapaba la parte de arriba de su cuerpo cuando entrenábamos.

El Guardián de la luzWhere stories live. Discover now