La historia nace después del final que vemos en la película, donde a mediados de la primavera una extraña neblina inunda a todo el Palacio Rosa. Este fenómeno tomó sentido cuando Wybie, quien no sabía mucho de la bruja ni del otro mundo, relató ver...
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Coraline vio un leve recuerdo de sus padres. Su imagen mental era difusa, pero supo que fue una vez dónde sonrió como nunca. Mel le gritaba entre juegos mientras apuntaba a sus manos pintadas de azul. Charlie le hacia muecas graciosas, sacando la lengua y blanqueando los ojos. Sin embargo, solo fue una ráfaga silenciosa, porque cuando creyó encontrar la paz dejó de soñar.
Aunque esto no significó volver a “su mundo”.
Estaba de pie frente a un gran árbol retorcido y frondoso, dentro de un jardín tupido de flores y árboles frutales que se perdían hasta el final del horizonte. Sobre ellos un cielo azul despejado. Los tres niños estaban a la mitad del hermoso lugar, sentados con varios bocadillos sobre una pequeña mesa. Coraline se alejó del árbol y se sentó a su lado.
—Pobre niña —dijo la más pequeña con ojos tristes—. La has pasado muy mal.
Coraline miró a los fantasmas y luego a sus manos. Aunque las miraba libres y saludables sabía que en algún lugar de algún mundo debía estar al borde de la muerte.
—Lo siento —gimoteó Coraline—, caí en su trampa desde el inicio. Nunca fui útil, yo… me dejé engañar hasta que ya no hubo vuelta atrás. Lo siento.
Los niños la miraron benévolos y negaron.
—La bruja es muy astuta, no te culpes y no digas que fuiste inútil. Nos salvaste y te estaremos agradecidos eternamente —comentó la joven rubia con sonrisa radiante.
—Sí, señorita —continuó el niño—. Aún no está todo perdido, aún puede salvar a sus padres y vencer a la bruja.
—¿Cómo? Yo no tengo poderes ni tengo la fuerza necesaria… ella ganó.
Coraline volvió a su desesperanza, hundiendo la cabeza entre sus hombros.
—¡Coraline Jones! —escuchó un grito y pronto la figura de sus padres apareció delante de ella— ¡No quiero ver que bajes la cabeza por nadie, esa no es la hija que crie!
—¿Mamá, papá? —inquirió y lágrimas amenazaron con salir.
—Si —afirmó la niña de gran sonrisa—, pero no te preocupes, solo sus consciencias subieron hasta aquí ¡Así como tú! Sus cuerpos siguen intactos.
—¡Mamá! ¡Papá! —su hija saltó de la silla a sus brazos. Ellos la apretaron en su pecho.
—Te extrañamos, pequeña traviesa —dijo Charlie junto a un sollozo.
—Perdónenme —clamó Coraline con tristeza—. Si los hubiese escuchado yo…
Sus palabras perdieron el sentido cuando el abatimiento la condujo a un mar de lágrimas, pero sus pensamientos siguieron cayendo como balas sobre ella. Apretó sus ojos en el resguardo de Charlie y Mel.
