21. Trolltunga

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Al día siguiente, ya estaban saliendo a las siete de la mañana hacia la ruta, para tener tiempo de sobra para llegar a Trolltunga con suficiente luz y bajar con tranquilidad. Jack se había encargado el día anterior de hacer una reserva para el estacionamiento que estaba más cercano. Por más que le dijera que estaba en forma quería ahorrarse unos cuantos kilómetros.

Le recomendó que se pusiera varias capas de ropa, porque durante la subida podría tener calor, así como pasar frío debido a que se podían encontrar partes heladas en cualquier momento del año. Reconozco que todo esto lo he tenido que buscar en Google porque Jack solo le dijo: ponte capas. Y ya ella tuvo que dar un salto de fe sin recibir más explicaciones.

Él comenzó a preparar una mochila enorme, que tenía en uno de los armarios de la caravana. Parecía que tenía de todo en ese pequeño espacio. Aquí entre nosotros, ya que no nos escucha nadie, si hay que elegir un compañero de viaje, la verdad es que Jack es muy completito, ¿no te parece?

Se pusieron en marcha sin demasiada demora, una vez que prepararon comida para todo el día y mucha agua. Tenían más peso sobre los hombros, pero preferían llevar más carga a deshidratarse. Buena elección.

Tuvieron suerte de que el buen día les estaba acompañando y, salvo algún que otro resbalón debido a la humedad en el suelo, pudieron hacer casi la mitad del camino a buen ritmo.

Disfrutaron del camino y de las vistas que se fueron encontrando. Era impresionante subir por las escalinatas de piedra, e ir esquivando los neveros que se iban encontrando tratando de no caer por accidente en ninguna laguna helada. Continuaban siguiendo los indicadores de distancia y las marcas rojas con forma de T que les iba diciendo que iban por buen camino.

No obstante, a pesar de la emoción, de las ganas y de las buenas vistas, el aura de Victoria se estaba viniendo abajo. No sabía cuánto tiempo más podría andar, sobre todo si aún quedaba buena parte del trayecto, y empezaba a temer que no había estado tan preparada como creía. Hicieron otro trecho mayor, pero el cansancio hacía que se pararan más veces.

Casi se abalanza a besarlo cuando ve, en una de las paradas en un claro, que descolgaba de su mochila un bulto, que resultó ser una tienda de campaña que llegó a tirar al aire, para que se desplegara en segundos, al más puro estilo anuncio del Decathlon.

—No sé tú, pero yo estoy reventado, y creo que tendríamos que parar aquí. No nos queda mucho, pero creo que este sitio es bueno porque no dormiremos sobre pura piedra.

Ella sonrió, sabiendo que no era él quien estaba reventado, y le pareció un gesto de lo más tierno.

—Siento que la tienda no sea muy grande. Me la compré para mí solo.

Victoria, con un gesto de la mano, le restó importancia. Ambos eran adultos y ya llevaban muchos meses conviviendo en un pequeño espacio, ¿verdad?. Sí, Victoria, pero ese espacio es más pequeño todavía, mujer, no vayas a comparar... Ejem... no me juzgues, ya sabes que hablo con las visiones, no sé de qué te sorprendes.

Trataron de obviar que, en efecto, la tienda era reducida y cabían los dos demasiado justos, pero qué se le iba a hacer, era mejor eso que morirse, ¿verdad?

De cualquier forma, tampoco es que durmieran mucho tiempo, teniendo en cuenta que apenas hubo horas de noche y que la lona no era especialmente opaca. Aún así, el poco tiempo de descanso fue suficiente para comenzar bien el día, y se pusieron en marcha una vez que Jack ganó una lucha encarnizada contra la tienda. Era muy bonito ver cómo se desplegaba, pero complicado cerrarla. Y sí, por eso no la usaba tanto.

Les había quedado poco tiempo de subida el día anterior, por eso en menos de una hora pudieron, por fin, observar la lengua rocosa conocida como Trolltunga. A Victoria le faltó la respiración por un momento, observando el fiordo al fondo y las azules aguas de un río de nombre impronunciable que no me voy a molestar en escribir aquí, porque tú tampoco lo vas a poder pronunciar.

No es otra tonta comedia rural... o sí.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant