Lina: Pensamientos Y Asesinatos.

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Mis sirvientes creen que me fui a descansar, pero solo abro un pequeño portal de agua y me teletransporto hacia el jardín de la casa de Tristan. Es curioso estar en un reino oscuro que haya la luz del día, apenas está atardeciendo y el espectáculo es magnífico, a pesar que lo produzca un sol falso. Los colores naranja, rojo y rosa inundan el cielo; Tristan me dijo que ese fenómeno en las nubes se llama arrebol, es una palabra rara, pero la investigué y si tiene su aceptación, incluso se ha estudiado el hecho de la luz en este lado del universo.

 Llego al camino de grava de la casa modesta, no es tan grande como la mía, pero tiene su mérito. Si fuera Tristan, la agrandaría, crearía un estanque en la gran extensión de tierra que posee la casa. Alrededor del estanque crearía un jardín con arbustos llenos de flores y agregaría estatuas de mármol como último toque. Pero no es mi casa y Tristan no invertiría en algo tan frívolo como eso. Subo un par de escalones y llego a la puerta principal la cual toco. Puedo dar por un buen servicio la rapidez que tienen el personal de Tristan para atender la puerta, una sirviente la cual ya me reconoce me invita a pasar.

—Mi señor no se encuentra en la casa, su majestad —me contesta la chica con una breve reverencia.

—¿Sabes cuándo vendrá tu señor? —le pregunto a la sirvienta.

—No debe de tardar, por lo general llega a las siete de la noche —la chica levanta un poco el rostro—. Apenas son las seis y media.

—Lo esperaré en la sala —avanzo hacia la sala de estar. El lugar es uno de los pocos sitios o más bien el único sitio donde se encuentra una decoración elaborada. Un gran ventanal cubierto con una gruesa cortina de terciopelo rojo, el ventanal da una vista al camino de grava para llegar a la casa. Hay un solo cuadro de una pareja de enamorados, el hombre se encuentra sonriente acostado en el regazo de su amada, rodeados de naturaleza y un fondo azul cielo. Encantador, pero no es lo que colocaría en una sala de mi hogar. Muebles de color verde enebro, una gran alfombra con tonalidades verdosas.

 Me siento en el mueble, tengo una mesita de madera al frente de mí con una pequeña chica de cristal. Me gustaría redecorar este lugar, sin embargo, no puedo tomarme atribuciones que no me corresponde, además Tristan no está económicamente bien como para atribuirse tales gastos. Por lo que tengo entendido, el rey Robert le entregó el control de este planeta a Tristan ¿por qué? No me queda claro, debido a que primero; lo lejano que se encuentra este planeta a la capital del reino sombrío. Si se supone que Tristan es el futuro heredero ¿no tendría que mantenerlo cerca para enseñarle de primera mano lo que consiste ser un rey? Haber enviado a Tristan tan lejos, se me hace más una artimaña del rey, que una acción de buena fe.

 Me quedo pensando hasta que escucho el sonido de un par de caballos galopar afuera de la casa. Me acerco sigilosa a la ventana, observo a Tristan acompañado por un grupo de hombres armados. Todos se bajan, son como ocho hombres, Cedric envía como a cuatro a guardar los caballos en los establos, mientras que los otros entran a la casa. Me voy de la ventana y vuelvo rápido al mueble. Creo que no fue buena idea haber venido.

 Escucho las voces de los hombres, Cedric les ordena que se cambien y se bañen para las guardias de la casa. Tristan no viene a la sala, todo lo contrario, lo escucho alejarse en dirección opuesta hacia su oficina.

Retiro mi comentario sobre el buen servicio de la servidumbre.

 Espero un poco más para ver si alguien nota mi presencia en esta diminuta casa. Pero nadie viene, nadie llega a mi encuentro. Me parece algo inaudito este tipo de acciones. Me levanto del mueble y salgo de la sala, sigo el trayecto recto hasta llegar al final y encontrarme con el despacho de Tristan. Escucho su voz, como la de su capitán de su guardia. Abro la puerta y entro en la habitación ante la asombrada mirada de los presentes.

El Ascenso De Un Imperio [III libro de la saga Dioses Universales]Where stories live. Discover now