Era pasada medianoche y Ashley hacía un buen rato que se había retirado a su habitación mientras Dean y Sam permanecían en la biblioteca investigando a sus espaldas.

El mayor de los Winchester se había propuesto dar con Belial para hacerle pagar todo el daño que éste le había causado a la chica. Sin embargo, la tarea no estaba resultando sencilla, no contaban con información suficiente para tratar de rastrearlo, ni siquiera conocían su nombre porque Ashley nunca se lo había revelado, y la tarea se estaba volviendo demasiado tediosa.

—¿Tienes algo? —preguntó Dean, levantando la vista de un libro para mirar a su hermano sentado frente a él.

Sam había estado investigando augurios demoníacos a través de su ordenador pero, como el resto de las noches, no había dado con ninguno que resultara lo suficientemente significativo.

—Nada de nada.

El mayor de los hermanos asintió con un simple movimiento de cabeza y volvió a enfrascarse en su lectura.

—Sigue buscando entonces.

—¿Exactamente el qué? —soltó Sam, cansado—. Ni siquiera tenemos un nombre, Dean. Todo lo que sabemos es que era el compañero de la demonio que mató a su familia y que cuando Ashley logró dar con ella y vengarse éste la capturó.

Sam no estaba de acuerdo con nada de todo aquello. Ashley les había dejado bien claro, y en más de una ocasión, que no quería que buscasen a aquel demonio, que era demasiado peligroso y que le temía. Pero ahí estaban ellos, llevándole la contraria y, por si fuera poco, también ocultándoselo.

Dean volvió a centrar sus ojos en su hermano y su mirada se endureció.

—¿Así que simplemente nos damos por vencidos y dejamos que ese hijo de puta siga a sus anchas? —inquirió sin esperar respuesta y algo malhumorado—. Tú no has visto sus cicatrices... Todas esas marcas... Sólo recuerdo haber visto rastros de tortura así durante la época que pasé en el Inferno. No puedo dejar pasar esto, Sam.

—No estoy hablando de dejarlo pasar. Créeme, yo también quiero hacerle pagar. Pero sólo digo que deberíamos hablar con ella. —Trató de hacerle ver el más joven—. Ashley ha estado con él, podría decirnos algo que nos ayudara a encontrarle.

—Ashley no puede enterarse.

—Por qué no? ¿Ya vas a empezar a ocultar cosas?

Dean se pasó una mano por el rostro mientras trataba de evitar perder la paciencia.

—Porque se preocuparía por nosotros. Y porque querría unirse a la cacería y no estoy dispuesto a permitir eso. No quiero que ese desgraciado tenga la posibilidad de volver a ponerle un solo dedo encima. Y tampoco quiero que ella tenga que volver a mirarle a la cara.

El silencio hizo acto de presencia durante unos breves segundos hasta que Sam suspiró.

—Está bien —accedió, cerrando la pantalla de su ordenador—. Entonces, ¿qué? ¿Convocamos a un demonio del cruce de caminos y le interrogamos?

Dean lo miró sorprendido.

—No está mal, Sammy. Nada mal. —Sonrió orgulloso—. Brindemos por tu idea.

El mayor de los Winchester se levantó de la mesa, estirando sus brazos mientras caminaba hacia el pequeño mueble bar.

—Dean, si Ashley se entera de que estamos haciendo esto a sus espaldas...

—No lo hará. —Le cortó el aludido, tendiéndole un vaso de whiskey.

Sam rodó los ojos y aceptó la bebida, chocando su vaso contra el de su hermano para después beber de él. No obstante, antes de que ninguno de los dos pudiera dirigirse el licor a los labios, un desgarrador grito retumbó a lo largo del pasadizo del búnker.

BAD COMPANY [En edición]Where stories live. Discover now