XVI.

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Dormir abrazada a Kevin Crawford no entraba en mis objetivos vitales. Pero allí estaba, con sus suaves manes rodeando mi cintura, apretándome contra él como si no hubiera un mañana. Me moví dos milímetros y abrió los ojos de golpe como asustado, algo que me pareció muy tierno.

+ Debes irte. --dije, ahogando un bostezo.

- Buenos días para ti también. --se levantó y se fue al baño sin decir nada más.

+ ¿Me has oído? Lárgate de mi casa.

- Que sí, pesadilla. Que ahora me voy.

Bajé, me preparé el desayuno y justo cuando iba a darle el primer mordisco a mi bocadillo de jamón y queso, lo ví cerrar la puerta trás de sí. Parecía cabreado, pero no tenía motivamos. Yo sí. Decidí quitarme su aroma de la cabeza, su respiración y sus fuertes y protectores brazos de la cabeza. Subí otra vez a mi habitación, me tiré en la cama, cerré los ojos y empezé a hundirme en mis pensamientos.

Cuando levanté éramos las seis y media de la tarde y estaba muerta de hambre. Revisé el móbil, 0 SMS y una llamada perdida de Harry. Decidí llamarlo.

+ ¿Harry? --dije, con voz de: "he estado durmiendo durante más de cinco horas".

- Sarah, hola... ¿que tal? --dijo, alegre como siempre-- ¿Acabas de despertar de una siesta o qué? Porque tu voz...

Oh, ¿tanto se notaba? Bufé por mi misma y respondí:

+ Lo cierto es que sí. --reímos al unísono-- Bueno... ¿querías algo?

- Solo era para preguntarte si querías ir a tomar algo. 

+ Mmm... claro. ¿Me pasas a recoger?

- Sí, a las siete estaré allí.

+ Hasta luego, Harry.

- Hasta luego.

Descolgó y tiré el móbil en la cama. Me metí en la ducha y salí en quince minutos. Me alisé el pelo (hacía mucho que no me arreglaba y en cierto modo, me apetecía), me coloqué mis pendientes favoritos y me maquillé. No sabía si elegir entre la blusa marrón o la blusa lavanda, hasta que al fin me puse la blusa lavanda, que me la había regalado mi madre en mi cumpleaños tres años atrás, y tenía un significado. La marrón solo me la había dejado una amiga llamada Laura y, allí se había quedado, en mi jodido armario. Los shorts oscuros y las Converse le daban un toque informal a mi conjunto pero ya eran las siete menos quince minutos, y Harry no parecía inpuntual precisamente. Estube revisando la bandeja de entrada del Tumblr hasta que a las siete menos cinco llego. Abrí la puerta, iba un poco más guapo de lo común y olía a perfume... ¡perfume! No me había puesto perfume, no sabía como olía pero... dios, Sarah, eres un desastre.

- Hola. --dijo, sonriendo.

+ Hola. --le devolví la sonrisa, y empezamos a caminar hasta el centro-- ¿A donde me vas a llevar?

- Cambiando de tema... hueles de maravilla.

Le gustaba mi olor natural... sin perfume. Qué tierno. Eso, eso quería.

+ Será el champú.

Se rió y llegamos a una calle llena de bares con música Chill Out de fondo.

- Elige uno.

+ ¿Eh?

- Elige un bar.

+ Ah... el más barato.

No era de las que se gastaban veinte euros en una comida a media tarde.

- Pues ese. Aunque, no importa el precio, Sarah.

Intercambiamos una sonrisa y me guió hasta el que estaba más lejos de todos, y nos sentamos a una mesa. Olía a Aloe Vera, reconocía ese olor porque mi madre lo amaba. Se acercó un camarero y le pedimos unas bravas, dos coca colas y croquetas de pollo. Conversamos de nuestras familias y empezé a ver que Harry era más responsable de lo que parecía. Hasta me asustaba lo bueno y respetuoso que era.

- ¿Y que fue lo del otro día? --dijo, cuando dejaron la comida y las bebidas en la mesa.

Pinché una brava y me la metí en la boca, quemaba, pero no quería hacer el rídiculo delante de mi cita.

+ ¿El que?

- Lo de... ¿como se llamaba ese idiota? Mm...

+ ¿Kevin?

El nombre de "Kevin" salió disparado de mi boca como un suspiro que llevabas tiempo conteniéndote.

- Sí, eso...

+ No sé, lo siento mucho de verdad. Yo no sabía que iba a pasar todo eso y... dios. Lo siento.

- Tranquila, pero si vuelve a hablarme así, uno de mis puños caerá en su mandíbula.

No le pegaba el rollo malote, pero me reí mientras partía una croqueta por el medio.

+ No sé que le pasa. Es... un chico muy raro.

- Entiendo.

¿Entiendes, de verdad? Porque ni yo lo hago.





El norte, el sur, y la brújula ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora