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—Capítulo VII—

Algunos podrían argumentar que ese fue un encuentro afortunado; otros, como yo, argumentarían lo contrario.

—¿Ese no es tu hermano? —le preguntó Carlos a Charles.

—Lamentablemente, sí —respondió mientras daba un paso hacia él.

Arthur y Charles aunque fueran hermanos tenían algunas diferencias. Por ejemplos Arthur, a pesar de ser el menor, era más alto que Charles, y mientras este tenía el pelo castaño su hermano era rubio.

Estas todas eran características físicas ya que era incapaz de compara sus personalidades ya que apenas los conocía, especialmente a Arthur que para mí era más fácil responder cómo besaba a decirte cuál es su color favorito.

Los dos hermanos tuvieron una discusión en donde Leclerc —bueno Charles porque ahora los dos son Leclerc—, regañaba, como siempre, a su hermano pequeño sólo que esta vez Arthur me miraba de reojo haciendo ver que quería hablar conmigo.

De repente Charles de dio la vuelta y volvió conmigo mientras que con una mirada mantenía a su hermano alejado.

—Quiere hablar contigo —dijo aún más distante de lo normal.

—Y, ¿por qué no habla conmigo? —no estaba entendiendo mucho la situación así que supuse que era culpa de la barrera del idioma aunque probablemente estaba equivocada.

¿Son todos los de Mónaco igual de raros?

Porque le dije que no querías hablar con él.

—Pero tengo que hablar con él.

—Pues habla con él —respondió molesto y gesticulando con los brazos.

Me quedé un momento paralizada: creo que no he entendido nada de lo que acaba de pasar. Y mientras Carlos estaba a lado nuestra con la misma cara de atontando que yo.

—Tú y yo nos vamos a desayunar, ¿no? —le preguntó Leclerc a Sainz.

Este asintió aunque sus ojos estaban clavados en mí. Supe instintivamente la pregunta que seguramente quería hacerme: "¿En qué lío te has metido?"

También sabía la respuesta: "Uno del cual no voy a salir"

Cuando se hubieron ido le di una sonrisa de boca cerrada Arthur.

—Primero de todo, me gustaría disculparme por el segundo beso —empezó hablado él—, porque creo que ya me disculpé por el primero.

—Pues segundo de todo, me gustaría igual disculparme.

—No hace falta, no me importó —la manera en la que dijo esa frase, hizo que se me saliera una risilla.

—A mí tampoco me importó y aún así estás aquí disculpándote —al responder, la comisura de sus labios se dobló en una sonrisa.

—Entonces me retracto.

Me encogí de hombros.

—Supongo que haré lo mismo.

Él sonrió y yo hice lo mismo.

Su sonrisa es igual a la de su hermano.

No me acordaba mucho de la noche anterior, pero él —al igual que su hermano y Carlos—, estaba muy presente en mi memoria. Como si mi cerebro se haya esforzado para recordarlo por alguna razón que desconocía.

300km/h | Charles LeclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora