Capítulo 17 [Editado]

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Aunque parezca bestial, esto me está excitando. Una vez más, como ese día, mi cuerpo y mi mente deciden tomar caminos opuestos; antes dije que no volvería a tropezarme con la misma piedra, pero mi feminidad demanda, mejor dicho, casi grita por atención, y esa sensación es peligrosamente adictiva.

No me gusta Andrew, pero de repente quiero que me toque, que haga conmigo lo que le venga en gana.

Que me folle...

Esta parte de mí no la conocía, ni sabía que existía; mi lado morboso. Pero es que en este momento no soy capaz de pensar en nada más.

—¡Oh, Dios! —suelto al sentir la lengua de Drew en el lugar más íntimo de mi anatomía.

La percepción de su saliva mezclándose con la humedad de mi centro es simplemente... demasiado.

Me sonrojo avergonzada, mas no consigo fuerzas para pedir que pare, sino todo lo contrario.

Mientras él sigue con la cara enterrada en la zona en medio del ano y la vagina, recuesto mi torso levantado más el trasero e incluso separo más las piernas.

—No te... detengas.

Luego de varios segundos así, Andrew finalmente oculta sus dedos entre mis labios; no introduce nada pero me frota el clitoris con rusticidad, llevándome al abismo casi de inmediato.

Todavía no termino de recuperarme del orgasmo cuando oigo la cremallera de su pantalón. Abandona su posición y estoy a punto de reclamar, antes de verlo buscar un preservativo.

Intenta acostarme boca arriba pero protesto.

—No —digo manteniéndome apoyada con las rodillas–. Lo quiero así. Así me gusta.

Andrew asiente con el rostro enrojecido, encamina la punta y se mete dentro de mí de un solo golpe. Mi estrecha vagina se abre como los pétalos de una flor al recibirlo, y lo envuelve como un guante.

—Mierda, tu coño... —gruñe sin terminar la oración.

Se mueve rápido, fuerte, sin salirse mucho de mí para volver a penetrarme. Me nalguea y ese ligero dolor, lejos de provocarme molestia, aumenta mis palpitaciones.

Literalmente chillo de placer. Se siente extremadamente bien. Tanto, que no me interesa si alguien pasa y me escucha.

Estrujo el edredón que cubre las sábanas y Andrew hace lo mismo pero con uno de mis senos, aplastando mi rígido pezón contra su palma. Extasiada me incorporo para poder besarnos; luego él deja caer todo su peso acostándose encima de mí.

Aumenta el ritmo de sus embestidas y el segundo orgasmo llega de una forma tan arrolladora, que derramo lágrimas de placer.

Ni él ni yo nos movemos sino hasta un par de minutos, cuando los espasmos causados por el clímax cesan. Drew es el primero que se separa poniéndose a un lado; yo por mi parte me acomodo en la cama. Estoy exhausta.

Espero que la respiración se me normalice y entonces me levanto. Con el orgullo magullado arrastro los pies hasta el baño.

Lo volví a hacer. ¿Pero qué rayos le sucede a mi cerebro? Simplemente creo que se apaga por ratos, pero ya estoy cuerda nuevamente y casi tengo un infarto cuando miro mi reflejo en el espejo del lavado.

Parezco una auténtica prostituta callejera; lo único que tengo puesto es la falda, las medias y los zapatos. Mi maquillaje arruinado, en especial las manchas de rímel en los párpados, es lo que completa el look.

Me enjuago el rostro y rehago mi cola de caballo. También orino y me aseo, dentro de lo que cabe, con suficiente papel higiénico.

Cuando salgo, Andrew sigue acostado viendo su teléfono. Apenada hago por lo menos el intento de taparme con los brazos, aunque no tenga mucho sentido.

La Mala del Cuento [Editada]Where stories live. Discover now