Capítulo 17 [Editado]

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—No lo has hecho, ¿o sí? —arquea una de sus tupidas cejas.

Trago saliva, nerviosa.

Muy bien. Sabe que me tiene colgando en sus manos. Me quiere poner entre la espada y la pared, y lo está logrando.

—¿Qué puedo hacer para que mantengas la boca cerrada? —le pregunto bajando la guardia.

—Sube.

—¿Para qué?

—Que te subas, digo.

Maldiciendo entre dientes volteo hacia mi casa antes de rodear el auto y entrar en él.

Espero que antes nadie me haya escuchado abrir la puerta, ni que Andrew me retenga por mucho tiempo, porque ya el cielo se está oscureciendo.

—¿A dónde me llevas?

—Vamos a mi casa.

Mierda, lo sabía. Pretende que me acueste de nuevo con él. Dejaré que conduzca, pero no tropezaré dos veces con la misma piedra.

Cruzándome de brazos, durante el camino no digo una sola palabra, ni siquiera cuando llegamos y nos dirigimos a su recámara.

Es cuando cierra la puerta con pestillo que decido hablar:

—¿Y bien? ¿Qué es lo que quieres?

—Hacer que recuerdes... cosas —me susurra al oído seductoramente por detrás, mientras rodea mi cintura.

Por más que quisiera, no soy de piedra; en mis venas fluye sangre y precisamente es por ello que la sensación de su cálido aliento sobre mi oreja hace que se me erice la piel. Sin embargo hago un esfuerzo para no caer en provocaciones.

—¿Recordar qué? —doy un par de pasos adelante, separándome de él y giro para encararlo— No pienses que me voy a acostar contigo otra vez. Eso no sucederá.

Gracias a Dios sueno muy segura aunque por dentro no lo esté para nada.

La naturaleza humana es tan sorprendente que juro que hace unos segundos estaba molesta, pero ahora, que él apenas ha sugerido tener sexo, solo me puedo concentrar en el cosquilleo que comienza a expandirse por mi vientre.

Por si fuera poco, a mi mente vienen varios flashbacks de la noche en la que perdí la virginidad, que hacen que involuntariamente apriete los muslos.

—¿Segura?

Andrew sonríe; es una sonrisa confiada, pícara, sensual. Hace que retomemos la cercanía, haciéndome chocar contra su pecho con brusquedad. En el proceso de dicho movimiento, además cuela una mano debajo de mi falda para apretarme el trasero.

Mi última gota de fuerza de voluntad se va cuando siento el roce de sus labios y la dureza de su masculinidad al mismo tiempo en lugares diferentes.

Abro la boca para recibirlo y no solo eso; participo con entusiasmo en el grandioso beso, dándole a mi cuerpo justo lo que está pidiendo.

Enrollo las piernas alrededor de su cadera en automático cuando me alza. Sin dejar de besarnos, Andrew hace que tropecemos con la cama y me deja caer en ella.

Se quita la camisa, y yo también desabotono la mía, enseñándole mi tierno brasier celeste que paradójicamente realza mi busto.

—Solamente me acostaré contigo si te olvidas de lo que sucedió entre nosotros, incluyendo esto —condiciono con los ojos cerrados mientras él reparte un reguero de besos entre mi cuello y mis pechos aún cubiertos.

Levanta la cabeza.

—Está bien... lo pensaré.

Entonces hace que me dé la vuelta, dejándome en cuatro sobre el colchón. Ahora sí desabrocha mi sujetador, que se desliza por mis brazos, y sin molestarse en quitarme la falda del uniforme, únicamente la enrolla en mi cintura para después bajarme las bragas.

La Mala del Cuento [Editada]Where stories live. Discover now