10. Día Nueve (Parte 1)

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El amanecer era una delicada luz celeste colándose a través del borde de sus cortinas. Bastante suave y gentil, traía consigo un sentimiento de melancolía distante y una belleza curiosa que atrapó la mirada de Tsukishima en medio del silencio de la habitación vacía. Estática, su mirada cayó ligeramente y su mente, libre de cualquier tipo de pensamiento, se agitó en el sonido de la nada.

Estaba algo cansado, quería quedarse y dormir, sin embargo su conciencia era incapaz de conciliar el sueño. Aunque el agotamiento físico era casi insoportable y su mente pedía a gritos un instante de oscuridad, él seguía ahí, con un millón de emociones complicadas amontonándose en su pecho, hasta formar un nudo tan doloroso y amargo como el triste corazón que latía lentamente. Apretó los labios. Era la primera vez que experimentaba algo como esto, la primera vez en la que se sentía tan pequeño e indefenso frente a lo que sentía.

Siempre fue el dueño de sí mismo, siempre pensó que habría un camino sin importar lo que pudiera encontrar al frente. Pensaba que podía hacerlo porque era racional y no era el tipo de persona que se dejaba llevar por sus sentimientos, sabía que ser sentimental era innecesario y tonto, que el mundo no era para quienes soñaban tontamente, que estaría bien siempre que pudiera seguir la corriente, siempre que pudiera adaptarse y vivir cómodamente.

Sin expectativas, sin esperar que el mundo se transformara en un cuento de hadas tonto y ridículo. Así estaba bien, sin embargo no lo estaba en absoluto para él. Dolía mucho, era ridículo ¿No? No sabía porque tenía que sentirse de esa manera, no tenía idea de cuando comenzó o porque había tenido que ser así, porque había tenido que verlo ahora, pero era muy estúpido, era inútil, irracional, sin sentido, vano y absurdo, tan absurdo que podría haberse reído de sí mismo.

Que lo habría hecho si no temiera al nudo que le apretaba en la garganta, a las emociones que arañaban y gritaban sin consideración...si no tuviera tanto miedo de desmoronarse como un niño patético y estúpido.

— Kei, el desayuno ya está listo — apretó los párpados y las manos sobre la almohada entre sus brazos, y contuvo el aliento sin darse cuenta a los suaves movimientos del hombre que se sentó sobre el borde de la cama...a la mano gentil que se enterró entre su cabello — ¿Todavía no has ido a tomar un baño? Supongo que todavía no tienes mucha energía, pero si te quedas aquí se va a hacer más incómodo más adelante — murmuró — ¿Qué tal si te ayudo a lavarte? ¿Me das permiso?

¿Por qué? ¿Eso también era lo que los esposos hacían? Tsukishima se burló en silencio. Kuroo podía llegar a hablar demasiado. No era como que estuviera mal, solo trataba de crear el mejor ambiente posible para los dos. Trataba de cuidarlo todo el tiempo, siempre se preocupaba por él, lo respetaba y apoyaba, era bueno y amable, y gentil incluso aunque era torpe a veces, sin embargo no fue difícil adaptarse a él y quizá porque no lo fue era que nunca pensó que tendría que preocuparse porque algo cambiaría, por eso lo dio por hecho y decidió olvidar ingenuamente que podría haber terminado en cualquier momento.

Hasta que fue el momento del final.

— Estoy bien — se levantó lentamente y la sábana que cubría su espalda desnuda se deslizó lentamente hasta su cintura — Creo que debes tener cosas que hacer...— estiró ambas manos y arregló lentamente la corbata que colgaba de los hombros del moreno, sin mirarlo a la cara — Está bien si vas al trabajo, no tienes que prestarme atención...no quiero ser una molestia.

Diez DíasWhere stories live. Discover now