Capítulo 16 - La propuesta

Comenzar desde el principio
                                    

Ver que la cabeza de esa sombra se asomaba lentamente por el cuarto, relojeando quién sabe qué, le dio un apretón muy fuerte en el pecho que siquiera la dejaba respirar tranquila. Aquello no era humano. Tenía un aspecto totalmente escalofriante y digno de una pesadilla. Pero para su mala suerte, no lo era. Solo le quedaba rezar.

—Dios te salve María, llena eres de gracia, el señor es contigo... —rezaba Lucía en susurros que solo podían ser oídos por ella—, bendita tú eres y bendito es el fruto que crece en tu vientre... —Lucía estaba en un estado de conmoción que no le salía más que ponerse a rezar y rogar porque ese ente no supiera que estaba despierta y vigilando su próximo paso.

Afortunadamente para ella, la sombra se alejó por el penumbroso pasillo contiguo, pero dejando la puerta arrimada. Su mayor temor cuando era niña era precisamente ese. Dejar la puerta entreabierta era una invitación para que el fantasma o demonio de turno entrara tal y como pretendía hacerlo aquella sombra. Por lo que desde siempre ha dormido con la puerta totalmente cerrada. Sin embargo no se animaba a destaparse e ir hacia allá, a pesar de tan solo estar a un par de metros de ella. Pero era consciente que ya no era una niña; que debía de armarse del valor suficiente para afrontar su miedo e intentar proteger a los niños de lo que fuera que estuviera allá afuera.

Por lo que casi arrastrándose por el suelo, con sus manos y pies congelados debido a la crisis de ansiedad que estaba teniendo se fue acercando poco a poco, sin hacer ruido a la puerta con el propósito de cerrarla. Tenía el corazón en la boca, su frente se había convertido en una cascada proveniente del tormento que estaba viviendo internamente. Quería que todo fuera una pesadilla, pero al acercarse a la puerta y ver hacia el pasillo se dio cuenta que lo que estaba presenciando era tan real como el aire que respiraba.

El espectro de ojos amarillos estaba parado justo en frente del cuarto que tanta intriga le generaba amenazando con entrar. Lucía se quedó helada junto a la puerta, hasta que sintió un grito que le heló las entrañas. Era Martina teniendo una pesadilla. Lucía de inmediato volteó la cabeza y vio que la sombra ahora la miraba directamente a ella, lo que la obligó a ponerse de pie, cerrar la puerta y correr hacia Martina. Lucía se acurrucó a ella y le tapó la boca con su mano deseando que la sombra no les hiciera nada. Pero el daño ya estaba hecho. Lucía sintió como se acercaban aquellos pasos siniestros a toda velocidad hacia la puerta. Y justo cuando la puerta se abrió, Lucía cerró sus ojos con fuerza para no ver el inminente fin que se acercaba. Sin embargo, lo que oyó no era lo que en ese momento esperaba.

—¡Lucía! ¡¿Qué está haciendo?! —era la voz de Manuel que miraba indignado como Lucía arrinconaba a Martina y apretaba su boca con tal fuerza de llegar al punto de no dejarla respirar. 


***

Lucía siguió a Manuel hacia su oficina, pero antes revisó cada rincón de la casa con su mirada esperando encontrar a aquel espectro que se había aparecido en la habitación. Pero no había ni rastro de su presencia por ningún lado. De lo que sí había un rastro que arrasaba con todo a su paso, era el de la furia que manejaba Manuel Ferreira. Su actitud altiva y prepotente sí que había conseguido convencer a Lucía por primera vez.

—¿Me puede explicar qué es lo que estaba haciendo con Martina? —le gritó Manuel.

—No es lo que parece, señor. Yo quería protegerla —Lucía estaba aún muy nerviosa.

—¡¿Asfixiándola?! Intentó hacer que no grite para que yo no escuchara, y si yo no llegaba quién sabe de lo que era usted capaz —sentenció Manuel haciéndose el indignado. Quería devolverle el momento incómodo que le hizo vivir con las preguntas inoportunas de hacía unas horas.

—¡No! ¡No! Yo no quería hacerle daño —insistió Lucía echándose a llorar—. Había alguien fuera de la habitación... alguien que se metió a observarnos y me dio mucho miedo de que nos hiciera algo. Era como... un fantasma, no sé.

—¿Un fantasma? ¿Usted se oye lo que está diciendo, Lucía?

—Sé que suena como una locura, pero había algo afuera, una presencia oscura, la pude sentir y tuve mucho miedo por los niños. En eso Martina se despertó y empezó a gritar por una pesadilla, ahí fui corriendo e intenté callarla para que no nos descubriera ni nos hiciera daño —le explicó envuelta en lágrimas. Lucía ya se sentía echada de esa casa—. Tiene que creerme, señor.

—¿Cómo puedo creerle, Lucía? Ahí afuera no había nada. Usted misma lo vio cuando salimos. ¿Qué le está pasando? Me preocupa. Primero lo de la sangre, y ahora esto.

—No me trate de loca, señor —le suplicó secándose las lágrimas.

—Es que no sé qué pensar, Lucía. Yo la contraté porque quiero velar por la seguridad de mis hijos, y desde que usted llegó empezaron las cosas raras, a actuar extraño, y ahora esto. No sé qué pensar de usted —sentenció Manuel sintiendo satisfacción de hacerla sentir culpable.

—Yo adoro a sus hijos, señor. Tanto como si fueran míos, y lo que más quiero es cuidarlos y protegerlos de todo. Créame cuando le digo que no quiero hacerles daño —aseguró Lucía, de cierto modo, sentía que estaba superando el duelo por su hijo al aferrarse a esos dos niños—. Yo siempre vengo felíz de venir a trabajar acá, para mí no es trabajo cuidar de ellos. Los amo, tanto a Martina como a Mateo, y jamás se me ocurriría hacerles daño. 

Manuel lograba ver la sinceridad en sus ojos llorosos. Se notaba que ella amaba a sus hijos, y ellos eran la carta perfecta para proponer el inicio de su nuevo y siniestro plan.

—¿Tanto como para venir a quedarse con ellos? —preguntó él.

—¿Cómo?

—Venirse a vivir acá, Lucía. Y ser como su mamá, que tanto la necesitan —propuso dejándola en completo shock.

Sombras en la noche (#SdV 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora