Capítulo 16 - La propuesta

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—Cálmese, Lucía. Yo le creo. Pero de verdad ahí no hay nada —le aseguró él tomándola de los hombros—. ¿Sabe qué creo? Que necesita dormir, tuvo una noche complicada en la pensión, durmió muy poco y para colmo se llevó un susto de muerte en la fiesta. Debe estar conmocionada y a veces la mente nos puede jugar una mala pasada.

—Yo no estoy loca si eso es lo que intenta decirme, Manuel.

—No estoy diciendo que esté loca —él sonrió de forma cínica, sabía que tenía la situación bajo control—. Solo que está muy cansada. Será mejor que vaya a dormir. Todos. Yo también estoy agotadísimo.

Lucía no se comía el cuento de que era tan solo su imaginación, así como tampoco creía en las excusas de Manuel sobre la marca en el cuerpo de su hijo. Ella estaba segura de todo lo que vio. Y también de que había gato encerrado. La evidencia de la sangre en la escalera pudo haber sido fácilmente eliminada por aquel sirviente que la miraba de una forma amenazante justo antes de salir despavorida de la mansión. Por ahora todo era un misterio sin resolver, pero al menos durante esa noche, los niños no se quedarían solos en aquel mausoleo del horror.



***

La noche al fin había caído haciendo un acto inevitable de presencia. Todo parecía en orden excepto que aquella vez la luna y las estrellas no encontrarían a Lucía en su lugar habitual, sino bajo el techo de los Ferreira. Un sitio que le generaba cierto pavor, aún más por las noches cuando las luces se apagaban y los pasillos se volvían aún más fríos y desolados. Pero allí estaba, una noche en vela más, cuando todos estaban dormidos. Lucía había preferido dormir en la habitación con los niños no solo para protegerlos, sino también para sentirse protegida de alguna forma en aquel sitio que aún veía como extraño. Quería velar por sus sueños, y es que de alguna forma u otra se sentía muy cercana a aquellos niños que veía tan solos e indefensos en un lugar como ese. Sabía que detrás de estas paredes había algo más, algo que no le estaban contando. Lucía tenía la convicción de que algo muy raro estaba aconteciendo en aquella familia, que a simple vista parecía ejemplar, casi de admirar de hecho, pero que sentía en las miradas temerosas de los niños que no era así. Manuel llevaba el diablo en los ojos. Aquel hombre tenía algo que no le terminaba de cerrar por más excusas y sonrisas bonitas que pusiera por delante. y dependía de ella desentrañar el misterio. Una voz muy fuerte en su cabeza le decía que el moretón no era por una caída simplemente, y que el rastro de sangre en la escalera no era producto de su imaginación. Ella estaba segura de lo que vió y nadie podría convencerla de lo contrario.

Así como tampoco nadie podría convencerla de que afuera en el pasillo había alguien caminando a mitad de la noche. Al parecer ella no era la única que sufría de insomnio. Por los pasillos de la casa merodeaba alguien que avanzaba entre la oscuridad a un paso firme... siendo de hecho demasiado audible para lo normal. El ruido que sentía Lucía no parecían ser pisadas de alguien humano, sino de una especie de animal con pezuñas en sus pies, que con cada pisada era capaz de estremecer por completo a quien lo oyera. Quien sea que estuviera rondando las penumbras afuera se estaba acercando, y cuanto más cerca, más rápidos y fuertes se oían aquellos pasos, causando que los latidos de Lucía se incrementaran al ver la sombra de unos pies justo detrás de la puerta. Como cuando era niña, se tapó hasta la cabeza dejando el espacio libre solamente para uno de sus ojos con el fin de ver bien quién era y qué quería a esas horas de la noche rondando por el cuarto de los niños y corriendo a mitad de la noche.

Su corazón se detuvo cuando oyó el picaporte de la puerta dar vueltas, y posteriormente abrirse para dejar levemente arrimada la puerta del marco. Lo que se veía del otro lado era absolutamente aterrador, algo que logró paralizar a Lucía y hacerla temblar al mismo tiempo. Había una sombra espectral parada justo al otro lado de la puerta, con unos ojos amarillos que brillaban en la oscuridad como dos faroles igual de espectrales que la figura que los portaba. Aquella sombra se mantuvo parada allí sin moverse durante un par de minutos, teniendo a Lucía con el corazón en vilo de lo que llegara a hacer y rezando porque no la descubriera despierta. Volvía a experimentar el terrible miedo que le causaba de niña dormir cerca de la puerta en mitad de la noche. Hasta ese día había creído que era un miedo irracional, pero que ahora quedaba demostrado que no lo era tanto.

Sombras en la noche (#SdV 2)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu