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Jimin se llevó el vaso a la boca con torpeza mientras sus ojos trataban de enfocar la figura del chico que se encontraba frente a él.

Tardó unos segundos en procesar que ambos habían hecho la misma pregunta, así que la carcajada que se le escapó lo hizo reír mientras bebía, empapándose toda la cara.

El desconocido también se rió y así estuvieron un rato hasta que le preguntó otra vez.

— ¿Entonces no sabes?

Jimin movió la cabeza negando.

— Pero puedo buscarlo contigo si me ayudas a pararme de aquí.

No estaba acostumbrado a beber, para nada, de hecho, era esa la primera vez que experimentaba los efectos desinhibidores del alcohol. De lo contrario, jamás se habría animado a hablar de esa forma con un extraño, ni menos reírse o salpicarse con trago la cara y la ropa.

Pero en ese momento no pensaba en eso. Se sentía relajado y risueño, embelesado por las luces con las que habían decorado las escaleras, que le daban la impresión de estar en un cuento de hadas. Cuando pensó eso al sentarse ahí unos minutos atrás, se rió solo al imaginarse siendo él mismo un hada, ahí se dio cuenta de que su estado era cualquier cosa menos sobrio.

— Está bien — el chico de cabello negro miró su vaso, como pensando en qué hacer con él. Exhaló con fuerza y empinó la bebida con una rapidez que impresionó a Jimin. Observó detenidamente el sube y baja de su manzana de adán, y una gota que se coló por una esquina del labio inferior y bajó pausadamente por el mentón y luego el cuello, perdiéndose en el inicio de su camiseta.

— Vamos — dijo estirando una mano abierta hacia Jimin.

— Espera — sin querer quedar atrás, bebió antes un par de largos sorbos de su vaso para no derramar por todas partes.

Luego se afirmó del antebrazo del chico, estremeciéndose por el tacto ardiente de aquella piel ajena que parecía estar mucho mejor temperada que la suya, probablemente porque antes de encontrarse ambos, el desconocido debió haber estado entre la gente que se divertía en la sala.

Mientras giraban por el descanso de la escalera para terminar de subir al segundo piso, Jimin sintió una mano en su cintura, lugar que no recordaba que alguien hubiese tocado jamás en su vida. Dio un leve respingo producto de la sorpresa, pero el fuerte agarre realmente lo contuvo de perder el equilibrio e irse hacia cualquier dirección.

El cuello del chico que lo sostenía emanaba un aroma que le daba a Jimin unas tentadoras ganas de acercarse y enterrar su rostro en esa blanca piel que lucía tan tersa a la vista. Probablemente sobrio se habría contenido de pensar más allá del agradable aroma, pero en ese momento era un borracho tan deshinibido que le pasó su brazo por sobre el hombro sólo por el inconsciente placer de sentirlo más cerca.

El segundo piso de la casa era enorme, realmente enorme. Ante ellos se presentó una segunda sala a la que seguía un pasillo con varias puertas. Riendo con la borrachera intentaron abrir una por una hasta que la última a la izquierda cedió.

Jimin pensó que era igual a su habitación, grande pero aburrida.

— ¿Esto será un baño? — luego de dejarlo sentado a los pies de la cama, el chico se detuvo frente a una puerta cerrada.

Independientemente de haber irrumpido sin permiso en aquella habitación, tocó con los nudillos por si existiese la posibilidad de que alguien estuviera dentro.

Tomó el silencio que siguió como una señal de que estaba vacío, girando el pesado picaporte que le dio la entrada a un baño casi tan grande como los del centro comercial.

Efecto Mariposa || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora