La súplica

15.1K 111 1
                                    

[Contado por Marianne]

Fuera hace frío y llueve por séptimo día consecutivo. Los días empiezan a hacerse largos en casa, echo de menos el sol. Por suerte hoy ha venido Héloïse a verme. Hemos visto una película malísima y hemos cocinado pescado al horno. La hora de la siesta ha llegado y disfrutamos de sumergirnos debajo del edredón para dormir. Yo me acaloro pronto y me acabo quedando en braguitas. Son deportivas, de color negro, con una cinta blanca elástica donde se lee claramente el nombre de la marca. Reconozco que no son especialmente sensuales, pero me gustan y me siento a gusto con ellas. Me cuesta creer que la ropa interior de encaje sea cómoda. Héloïse siempre lleva encajes y me excitan muchísimo, pero no sé si me lo pondría. Mientras divago en las formas florales de diferentes hilos en los sujetadores de Héloïse me quedo dormida.

Me despierto pasados escasos 10 minutos bastante inquieta. Llego a la conclusión de que no me he cansado nada, por lo que seré incapaz de dormir. La inquietud me viene de otra parte, dormirme pensando en Héloïse ligera de ropa no ha sido buena idea. Me muevo entre las sabanas y busco su cuerpo. Está tendida de lado dándome la espalda. Lleva su pijama completo, lo cual me supone una molestia ahora mismo. Deslizo mis dedos por su costado hasta encontrar el final de la camiseta, busco su piel y voy acariciando para sondear su estado de sueño. Aparentemente, la he despertado porque noto los cambios de respiración. Mi mano sigue en su abdomen cuando me aventuro a cruzar la zona del sujetador y me dirijo a sus clavículas. Sigo acariciándola y despertándola mientras mi mente se va nublando cada vez más. No sé que me ocurre con ella, pero me pierdo en deseo con cada rincón de su piel. Suavemente, me incorporo y le quito la camiseta. No me lo pienso mucho y le quito también el sujetador precioso de encaje negro. Se queda boca arriba mirándome, desnuda de cintura para arriba. Aún no es consciente de lo que está por venir.

Cuidadosamente, me acerco con mis labios a su cuello y la beso muy dulcemente. Voy bajando hasta su pecho. No me dejo ni un espacio por besar. Me acerco a sus pezones, pero ni los rozo y paso de largo. Noto un cambio en su respiración y sonrío victoriosa. Continuo mi ruta por su cuerpo y vuelvo a acercarme al otro pezón esta vez. Ella contiene la respiración esperando un mordisco quizás. Pero vuelvo a pasar de largo y ahora suelta un resoplido de frustración. Me acerco a su oído y susurro con autoridad:

- No pienso tocarlos hasta que lo supliques.

Un gemido de insatisfacción invade el silencio de la habitación. Sigo mis escapadas y me voy a su oído, con cuidado muerdo. Ella reacciona instantáneamente y se enciende aún más. Vuelvo a bajar por su cuello hasta su pecho y esta vez me recreo con mis labios alrededor de su pezón. Comienza a arquearse buscando mi boca.

- Ttsss... No te muevas. Tienes que suplicarlo.

La cojo con cada mano un brazo y me siento con firmeza con las piernas abiertas encima de ella. Ahora ya no puede moverse y puedo seguir jugando. Me acerco de nuevo a su pezón y puedo ver su expresión de necesidad. Con mis labios a medio centímetro de su pezón la miro disfrutando ese momento. Se moja los labios y articula con dificultad:

- Por favor...
- ¿Perdón? No te he oído bien.
- Marianne, por favor...

Solo necesito girar un poco la cabeza para tener su pezón entre mis labios. Lo beso y lo saboreo. Cuando está bien duro aparto los labios y dejo que mi lengua juegue con él mientras la banda sonora de gemidos empieza a sonar. Me despido con un caluroso beso y me voy en busca del otro pezón que parece esperarme. Ya está duro cuando comienzo a besarlo. Este quiere guerra y se la doy con un mordisco suave y controlado que se refleja en un pequeño grito de Héloïse. La excitación la lleva a no quedarse quieta, así que cambio de posición. Me tumbo a su lado y con mis piernas entrelazadas con las suyas consigo inmovilizarlas. Paso un brazo por debajo de su cuerpo para sujetarle las manos a la espalda y dispongo de una mano y mi boca para seguir jugando. Me acerco con mis labios a los suyos y le pido con educación:

- Vas a tener que bajar el volumen. Los vecinos se van a quejar si sigues gimiendo así.

Aprieto un pezón entre mis dedos generando otro grito de placer justo delante de mis labios.

- No... No lo has entendido. Tienes que callarte. Espera, yo te ayudo.

Le tapo la boca con mi mano y busco un pezón con mi lengua que se mueve con velocidad hasta que noto que tiembla.

- Ya está...

Le digo tranquilizándola mientras aflojo todas las sujeciones y le quito la mano de la boca.

- Ahora prueba a estar callada tú sola.

Vuelvo a coger el pezón entre mis dedos y lo muevo rápido. Tras unos instantes de silencio forzado vuelve a gemir sin estarse quieta. Por lo que decido hacerlo yo. Aprieto mis piernas con las suyas entremedio, las manos se las tenso y le tapo la boca, no sin antes avisarla:

-Coge aire.

Cuando acaba de inspirar profundamente, me meto su pezón en la boca y lo estimulo todo lo que soy capaz hasta que le tiembla cada músculo de su cuerpo y paro. La suelto de golpe y me aparto del todo.

- Que sensible eres, no puedes ponerte así por unos besitos.

Rebufa con indignación y se pone encima de mí de rodillas con una pierna a cada lado de mi cuerpo. Se acerca a mi oído y me susurra entrecortada:

- Quieres que te suplique. Fóllame por favor... Te lo suplico.

Se despiertan todos mis instintos más primarios y en dos segundos estoy perdida en ella.

Marianne y Héloïse (Relatos Eróticos)Where stories live. Discover now