En el mundo, como lo concibe Izuku tiene desde que tiene uso de razón, los omegas están en la cúspide. Son los más capaces, los más hábiles e inteligentes. Poseen la bendición de engredar vida sin importar si se trata de hombres o mujeres, a diferencia de los betas, quienes solo las mujeres tienen esta virtud. Sin embargo, así como la vida les ha dotado de maravillas, también tienen fallos. Uno único. Ciertas características primitivas que los asemejan levemente a los alfas.

Comparación que resulta ofensiva.

Los alfas son considerados animales antes que humanos. Incluso menos que eso. Su nula capacidad de raciocinio, actitud beligerante y nulo control del instinto por décadas, si no siglos, les ha otorgado el título. Vistos como una involución de la humanidad, son conocidos como hombres bestias; únicamente criados en establecimientos autorizados que los compran desde que se encuentran en el vientre. Por ley, toda persona en gestación debe realizar un examen de género secundario a las veinte semanas. Esta misma reglamentación también estipula qué hacer en caso de dar positivo a alfa: firmar un contrato de venta con algún criadero de alfas o someterse a un aborto. 

Fuyumi, siendo de una de las familias más importantes de su ciudad, eligió perderlo.  

Así como a los dos anteriores.

—Iba a ser una niña —susurra muy bajo la omega.

Izuku le acaricia una pierna por sobre la sabana a modo de consuelo. Fuyumi pasa saliva con dificultad y seca la comisura de sus ojos, que han empezado a llenarse de lágrimas. La expresión triste que parece ir a explotar en cualquier momento, cambia drásticamente cuando sienten la puerta abrirse. Es Keigo Takami. Un hombre bien parecido, de cabello rubio y ánimo jovial, su esposo y también omega. 

En la alta sociedad, los matrimonios entre omegas son frecuentes y ampliamente aceptados. Aunque no es posible que un omega embarace a otro, la problemática se resuelve mediante inseminación artificial; siendo el donante, un miembro beta de la familia de la pareja. Una práctica bastante común.

—Izuku —saluda Keiga, y tras él, entra Shoto.

Una pequeña reverencia es la respuesta de Izuku antes de salir de la habitación.

—Es muy triste verla así —susurra mientras van por las escaleras junto a Shoto, su novio.

—Fue la mejor opción.

Es inevitable incluso para Shoto no sentir un mínimo de pena por la pérdida. El bebé hacía mucha ilusión a su familia. En el fondo, sabe que a ninguno de ellos le importaba si se trataba de un omega o un beta. 

Pero un alfa es simplemente impensable.

—Lo sé, pero... —Izuku exhala hondo, dándole demasiadas vueltas al suceso. Lo ha hecho desde que recibió la noticia la tarde anterior. Lo ha hecho desde que recibió la noticia tras el primer embarazo. Conocer las leyes y sus implicaciones no le ha preparado para vivirlo de una manera más cercana—. No sé cómo reaccionaría si fuese yo.

—¿Tan pronto piensas en tener hijos? —Shoto intenta suavizar el tema mientras le abre la puerta al jardín— Espero sean conmigo —susurra cuando Izuku pasa frente a él.

Sus palabras surten efecto, el omega sonríe.

—¿Con quién más sino? —se dirige a él, entrelazando los brazos tras el cuello de Shoto, quien le toma por la cintura.

Se besan lento, con las emociones aflorando poco a poco. Izuku siente sus vellos erizarse y todo su ser ir derritiéndose de a pocos en reflejo al suave tacto que tiene Shoto con su cuerpo. Lo ama. Ha sido así durante casi toda su vida o desde que se relacionaron en su infancia. Terminar en una relación no solo se veía venir como algo lógico, sino como algo muy íntimo y profundo.

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