Capítulo 30

3.2K 214 6
                                    

Phoebe.

-Phee, ¿qué tal va todo?, ¿Marco? - me pregunta Sofía sentándose a mi lado a la hora libre.

-¿Marco? - hago una mueca de tristeza - ya ni sé, ya va un mes Sof, un maldito mes desde que esa loca bruja se lo llevó, sólo hemos hablado por escrito y algunas llamadas, no tiene computadora y su teléfono es tan básico que no tiene Skype. Ciertamente lo extraño mucho y esta relación a distancia no me está funcionando - hago un fuerte intento por no llorar.

-Phee, amor, calma todo se va a solucionar, algo debe haber para que lo puedas ver...

-Eso espero - termino diciendo luego de verla unos treinta segundos en silencio.

_____

Llego a la casa y no hay nadie. ¿Pero qué demonios está pasando? Se supone que hoy tendrían que llegar temprano...

Llamo a los teléfonos de mi mamá y Biagio, pero ninguno atiende, marco el número de Marco y está apagado, eso no me gusta para nada.

Biagio.

Estamos camino a casa de Adriana, espero que todo salga bien...

-Amor, ¿estás seguro de esto? - me pregunta Paula y puedo percibir lo nerviosa que está, y cómo no estarlo estamos a punto de hacer algo muy peligroso debido a que aquél personaje que vamos a visitar no es tan fácil de llevar.

Sólo le dedico una sonrisa tratando de hacer ver que todo está bien aunque sé que es el algo más complicado, que va más allá de una ligera discusión con abogados.

Luego de un largo camino en silencio por fin llegamos a la inmensa casa, algo muy exagerado diría yo, tomando en cuenta que solo viven unas cuatro personas.

-¿Listos? - dice el abogado antes de que toquemos la puerta.

A lo que Paula y yo nos miramos en un intento de darnos esa confianza que tanto necesitamos para dar este paso.

-Listo - termino por responder.

Tocamos a la puerta y sale una señora de unos sesenta y tanto - Qué puedo ofrecerles - dice como si no quisiera ver a nadie en ese momento, mas sin salirse de un tono amable.

-Supongo que usted es Martha, mucho gusto - extiendo mi mano en señal de saludo - soy Biagio Abbatelli, papá de Marco - estrechamos nuestras manos - necesito hablar con Adriana.

-¿Todos? - pregunta secamente y dirige rápidamente su mirada a Paula y a mi abogado.

-Sí, todos. Es importante, ¿nos permite pasar?

Sin decir nada ella se da media vuelta y hace una seña indicándonos que la sigamos. Nos lleva a un enorme salón con una mesa de comedor en medio y nos pide que nos sentemos. Un enorme lugar que parece ser tan vacío como la mujer que vive aquí, tan frío y de poco afecto.

-Voy a buscar a la señora, esperen aquí mientras Ada - voltea a ver a otra mucama que se encuentra al otro ala de la sala - les trae un aperitivo. Sin más nada que decir me voy. Con su permiso - hace una ligera reverencia con su cabeza y se va.

Acto seguido, entra la otra mucama con una jarra llena de lo que deduzco es jugo de naranja por el color, y unos ponquesillos. Los sirve y se va en silencio.

Deben temerle mucho a Adriana si no se atreven ni a ofrecer una bebida cuando la sirven, sólo lo hacen y ya. Es impresionante.

-Permiso - entra Martha cuando estamos a mitad de nuestros ponquesitos - aquí se encuentra la señora de Rasspelb. Ahora los dejo - se gira y terminamos los cuatro solos en la enorme sala.

No todas las Princesas visten de RosaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt