El cielo es distinto aquí.

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Echo de menos lo que ya no es mío.
Echo de menos la magia y el gentío.
La soledad abandonada del mundo vacío,
que sentía miedo
por aquello que ahora es cierto.
Echo de menos todo lo que he perdido
para ganar momentos de añoranza;
echo de menos el yo que siempre he sido,
pero salí de allí con la cabeza alta.
No soy Orfeo ni una Eurídice,
no busco amor en tierra yerma.
Quiero retornar a esos días,
ese pájaro de primavera.
No mentiré cuando lo diga...
Yo sí miré atrás al salir corriendo.
No sé si ya sabía, alma mía,
pero cuánto lo echo de menos.
Cada vez que trato de contar mi historia,
no es realmente lo que me sé de memoria.
¿Sabéis qué es esto, poetas?
Ya, yo tampoco lo entiendo.

Yo no quería que se marchara
ese lugar destacado.

Miré hacia atrás cuanto pude,
hasta que no hubo otro milagro.

La sensación de decir adiós,
oh, eso sí que hace daño.

¿Y qué hago ahora?, me repito,
intentando esquivar el peligro
que supone enfrentarme a un mañana,
en el que el amor me quiso para ayer.

Mi vida, supongo, ganó algo.
Lo que puedo decir,
por empezar y acabar de resumir,
es que el candor me vino entonces,
al darme cuenta de que no volverán las voces.
Y esto me deja mirando afuera,
para desmejorar aún más la escena.

Hace frío.
Lo siento tanto...

El cielo es distinto aquí.

Poemas para los poetas sin poesíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora