XVI

54 8 3
                                    

...

Han pasado varios días.

Todos están increíblemente preocupados, pero no saben siquiera si pueden llegar a volver.
La mujer daba vueltas y vueltas alrededor de la sala de espera del cuartel policíaco, notándose extremadamente nerviosa e incluso aterrada.
No sabía nada de su pequeña niña hace bastante tiempo, y comenzaba a pensar lo peor respecto a ello.

¿Quizás ese peliblanco había utilizado de la confianza de la menor a su favor? ¿Quizás la habría violado?
¿O acaso era algo mucho peor?

Había avisado a la policía al día siguiente de aquél concierto que debían de dar, justo después de que las llamadas no fueran respondidas.

No porque ella no le respondiera, sino porque directamente las llamadas no entraban.

Y Rasblacky nunca utiliza el modo avión.
Nunca.
Además, siempre lleva consigo una batería portátil que carga 24/7.
Es demasiado paranoica.

Pensar que simplemente la estaba ignorando tampoco era una opción.
Y no tenía noticias de ambos jóvenes cuando se comunicó con el encargado del evento.

Pero la verdadera razón por la que contactó con la policía fue lo dicho por este mismo encargado.

"Ellos no llegaron ayer. No sé dónde estarán."

Ahora mismo ya no sabía qué pensar.
¿Debía de confiar? ¿Preocuparse? ¿La policía los encontrará?
No tiene ni idea, pero reza todo lo posible por su pequeña superestrella.
Incluso si eso significaba contactar con el propio presidente de los Estados Unidos.

– Señora Margareth. – llamó un oficial. – Venga, es importante.

Sin decir nada la peliblanca siguió al oficial que la había llamado, mirando a sus alrededores con notoria paranoia y preocupación.
Es decir, vamos, no sabe dónde se encuentra su pequeña y tampoco hay rastro de alguno de los dos.

El oficial abrió la puerta donde se encontraba su coronel, dándole la entrada a la mujer antes de irse a seguir su turno de trabajo.
Margareth entró a la habitación, viendo al gordo hombre fumando y revisando algunos papeles frente a su mesa.

– Adelante, siéntese, señora. – dijo con calma, quitándose el cigarro de la boca.

– M-muchas gracias.

La mujer hizo caso al hombre, sentándose en una de las dos sillas frente a la mesa donde se encontraba este último. Miraba en total silencio al hombre fumar, cuestionándose hace cuánto no probaba algo similar.
Hace muchísimo que no fumaba.

– Le tengo malas noticias, señora. – dijo, apagando el cigarro y dejándolo en el cenicero. – No tenemos rastro de ambos jóvenes.

– ¿N-nada? ¿Ni una pista o algo?

– Nada es nada. Lo lamentamos.

Margareth quedó atónita con esa noticia, pero mentiría si dijera que esperaba un resultado diferente.
Ya lleva mucho tiempo buscándolos y no hay nada aún.
Comienza a dudar incluso si su pequeña niña estaba viva aún.

Es decir, es una gran celebridad.
Tiene tanto fans como haters.
No sería descabellado pensar que alguien quería hacerle daño.

Quizás querría su fama.
S

u dinero tal vez.
Incluso su virgen cuerpo.

★ Why Do You Love Me? ♪ [Camellia × Reader] ♪ CANCELADAWhere stories live. Discover now