—¿Lo que me preguntas es si en realidad mi hermana te ama lo suficiente como para aceptar ser tu esposa?

—Sí, en pocas palabras es eso.

—Liz te quiere, eso es seguro, pero no puedo darte una respuesta. Necesitaría tiempo para analizar la situación.

—¿Cuánto tiempo?

—Algunos días, pero te adelanto que seré sincera con ella respecto a lo que padre te insinuó.

—Eso solo traería problemas.

—Ella merece saberlo. A mí me gustaría que me lo dijesen.

—Nos harás discutir y meterás a tu padre en líos también.

—Sabrán arreglar la situación. No voy a ocultarle lo que te movió a hacerlo. ¿Aceptas o no?

—De acuerdo, supongo que es lo correcto —cede a mis términos, no muy convencido —. Ahora, quiero hablarte de otra cosa.

—¿Es grave?

—Beneficioso para ti. Recuerdo haber escuchado a tu hermana mencionar el nombre de su mejor amigo.

—¿Edmund? —repongo confundida al no entender por qué saca este tema.

—Si, Edmund Rutheford y es que... —rasca su nuca con algo de ansiedad —. Stefan me pidió que me encargara de ese sujeto y voy a hacerlo en estos días.

—¿Hablas en serio? —pregunto esperanzada —¿Ya lo tienen?

En este momento no sé si siento tranquilidad o inquietud, pero debo admitir que me gusta la idea de saber que ya no me estará acechando.

—No, pero esperamos tenerlo pronto en los calabozos del palacio, porque queremos erradicar el problema de raíz.

—¿Van a asesinarlo? ¿Dónde está su familia? ¿Les hicieron algo?

—No hemos tocado a su familia. El objetivo es solamente él —afirma, tranquilizándome —. Stefan quiere sacarlo de Mishnock para que así no tengas que volver a cruzarte con él y te sientas segura en cualquier lugar al que vayas.

—¿Y cómo hará eso?

—No me ha contado muchos detalles. Por ahora solo me pidió que lo capturará, pero no he podido encontrarlo. Tengo su dirección, sin embargo, allí no hay nadie. He designado un hombre para vigilar su casa, no obstante, parece inhabitada.

—Fui a buscarlo con mi hermana hace unos días y no pudimos hallarlo tampoco. Creo que se está escondiendo y llevo a sus padres consigo.

—No debes preocuparte, yo me encargaré de encontrarlo. Ahora soy el responsable de tu seguridad y pienso hacerlo bien.

Continuamos el camino a casa y en medio del silencio caigo en cuenta que casi nunca estoy a solas con un militar y sé que es difícil hablar con Stefan sobre el tema de la guerra, así que quizás el general me dé alguna información adicional que me ayude a entender todo este asunto.

—¿Te puedo hacer yo una pregunta ahora? —Pido, mirándolo.

—Claro, la que quieras.

—¿A qué se debe la guerra con el reino Lacrontte?

—Emily, esos son asuntos oficiales que no tengo permitido comentar al respecto. Es mi código de honor, no puedo romperlo.

—Sabes que no diré nada.

—No es que no confíe en ti, es que lo tengo prohibido.

—Escucha, sé que hace algunos años la guerra había cesado, al menos por un tiempo. ¿Qué ocurrió para que se reavivara?

El perfume del Rey. [Rey 1] YA EN LIBRERÍAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora