Capítulo 9 - El beso prohibido

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—¿Sabés lo mucho que me ha costado limpiar el nombre de esta familia para darles todo lo que ahora tienen? ¿Para llegar a senador? ¡¿Eh?! ¡No tenés idea! Toda esa gente hablando pestes de mi familia, de que esta casa es del demonio, y no sé qué ocho cuartos más, para que vengas vos a cagarme todo. Quiero que dejes de hacer lo que estás haciendo, Mateo. O a vos y a tu hermana les va a ir muy mal. Y ya sabés que no me tiembla el pulso para darles una buena paliza... así aprenden a ser unos buenos hijos, ¿entendiste? —Mateo no respondió, por lo que se ganó un golpe mucho más fuerte que el anterior, haciendo que el niño llorase como si su padre lo estuviera matando—. ¡Entendiste! —le gritó bien cerca de su cara.

Pero Mateo no se dejaba amedrentar tan fácilmente. Detrás de sus lágrimas se escondía una rabia incontenible que no dudó en dar rienda suelta. La misma se manifestó con un feroz acontecimiento tan grande como del que había sido víctima Lucía–. Las luces parpadearon de un segundo a otro, deteniendo todo a su paso hasta que la veladora en la mesita de luz de Mateo se dirigió con una enorme fuerza hacia Manuel impactando en su frente y dejándolo casi inconsciente en el suelo. Manuel de inmediato comenzó a sangrar a la altura de su ojo derecho mientras los pedazos de cerámica de la veladora caían frente a él al suelo en cámara lenta. Aquel golpe mortal no solo le había causado un enorme dolor y un cielo de estrellas en su vista, sino que parecía haber perdido la noción del tiempo de un minuto a otro. Pero cuando se repuso, tomó uno de los pedazos afilados de la cerámica, se levantó y se dirigió con una mirada envuelta en odio hacia su hijo. Había perdido por completo la razón, hasta que Martina llorando desconsolada tomó su mano y lo frenó.

—¡Por favor, papá! ¡No lo hagas! ¡No lo hagas! —lloraba con fervor.

—¿Cómo...? ¿Cómo... fue que hiciste eso? —Manuel más que lleno de rabia, estaba lleno de incertidumbre. ¿Por qué la furia de Mateo desencadenaba cosas inexplicables como esa?

La duda nubló su mente y su percepción, a punto de tambalearse al seguir viendo estrellas en medio de su confusión. Pero nada de eso frenó la maldad de su siguiente advertencia:

—Yo sé... que ustedes tienen esa puta muñeca... más vale que la escondan bien porque la voy a encontrar, y lo van a lamentar —les advirtió yéndose tambaleando del cuarto.


***

Mientras Lucía llegaba a la pensión pensaba y re-pensaba en la propuesta de Manuel. Le parecía el típico político con su sonrisa aduladora por fuera pero que algo detrás se escondía en su aparente dulzura. Sin embargo, no tenía muchas chances de evadir su pedido. Ver a su madre para pedirle dinero era algo impensado y que tendría un no como respuesta desde el primer minuto. Y pagar el entierro y funeral se volvía una tarea complicada para los de la pensión, aún participando todos. Por lo que no tenía más remedio que avisar sobre la decisión de Manuel.

Lucía estaba tan exhorta en sus pensamientos que no había reparado que Lorenzo estaba allí en la entrada esperándola.

Signorina! ¿Cómo le fue? —preguntó con una sonrisa.

—¡Ah, Lorenzo! Discúlpeme que no lo saludé. Realmente no lo vi —se justificó ella.

—No se preocupe. ¿Cómo stata su día?

—Bien, algo cansado la verdad. ¿Y su madre? ¿Está mejor?

Sta andando bene, ahora sta dormendo —respondió Lorenzo mostrándose algo indeciso al verla—. Me preguntaba si quería dar una vuelta...

—Discúlpeme, Lorenzo. De verdad estoy re cansada hoy.

—Ah, va bene, va bene. Non se preoccupare. Lo dejamos para otra volta.

Sombras en la noche (#SdV 2)Where stories live. Discover now