Detroit, distrito de Michigan, Estados Unidos. Año 2038. Los casos de divergencia se propagaban sobre los androides como si fuera una especie de virus.
Tú, Enith Anderson, una subteniente con experiencia. Y tu compañero, - y tío - Hank Anderson, ser...
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9 de noviembre, 2038. Barco abandonado, Jericho. 21:49 p.m.
— Enith... — Cuando Connor dejaba salir tu nombre de sus labios te parecía que era mil veces más bonito. — Le dije que no quería que viniera, es peligroso...
— ¿Crees que estaría aquí si me importara mínimamente el riesgo que puedo llegar a correr? — Las preguntas retóricas eran tu especialidad, sin ninguna duda. — No me importa ponerme en peligro, si eso significa que puedo protegerte.
Miraste a Markus, el cual presenciaba la escena sin decir una palabra.
— Eres esa humana... — Soltó el líder de los divergentes, sabía que eras tú de quién Connor le había hablado, y la que había visto en sus recuerdos.
— ¿«Esa»?... — Procuraste ignorar aquello para centrarte en él, pues suponías que no te iba a contestar. — Y tú eres Markus, el líder de los divergentes... — Diste un paso al frente, haciendo que Connor quedara a un lado. — Déjame decirte que... admiro mucho tu causa, y que estoy de vuestro lado. — Sonreíste débilmente, decidida de tus propias palabras. — Merecéis ser libres tanto como nosotros.
El divergente te miró con una mezcla de sorpresa y admiración.
— Ahora entiendo lo que me has dicho, Connor. Y todo lo que he visto...
Mirabas al divergente confundida, para luego retroceder un paso hasta estar delante de Connor.
— ¿De qué habla?
— D-de nada... — Su voz sonaba distinta a otras veces, ya no parecía que hablaba algo programado en él.
— Tu voz... — Te acercaste a él del todo, poniendo tus manos en su rostro, mientras los acariciabas levemente. — ¿Por qué suena distinta? — Algo en su tono era diferente, y debías preguntar.
— Yo... — No sabía cómo confesarte de que, por fin, se había dado cuenta de quién era, de que era un divergente; y que estaba enamorado de tí. — Perkins... — Y, en ese momento, Connor recordó a qué habías venido - a parte de salvarlo -.
— ¡Mierda! Seguro que a estas alturas sabe la ubicación de Jericho.
Markus os miraba con preocupación, mientras vosotros seguíais en la misma posición; con tus manos sobre sus mofletes.
— Van a atacar Jericho... — Confesó por fin Connor.
— ¿Qué?... — Markus parecía no querer creérselo, aunque ya estaban más que preparados para algo así.
— ¡Tenemos que irnos! — Unos ruidos no muy lejanos amenazaban con la seguridad de Jericho.
— Mierda... — Markus comenzó a correr hacia fuera del barco. Connor imitó su acción, agarrando tu mano para que pudieras seguir su ritmo, o para que no lo abandonaras.