Al principio todo era tranquilo y sin dobles intenciones. Simples salidas entre amigos, eso, hasta que ese "cariño" se transformó en obsesión.
—¿A dónde vas, tahi?— preguntó Temo cerrando su libreta.
—Voy a ir con Carlota a ver que hace falta para la casa— depositó un beso sobre la frente de su novio —como tú y Diego tienen tarea preferimos no molestarlos. Tú termina con calma y yo voy al super, ¿de acuerdo?.
—Gracias, tahi— respondió Temo feliz de que podría terminar su tarea y de que Ari no estaba molesto —¿puedes traer helado de nuez?.
—Claro que si, amor.
Aristóteles salió de la habitación acomodando su pañoleta.
—¿Estás listo, Ari?— preguntó Carlota saliendo de su habitación.
—Si, ya podemos irnos— dijo tomando las llaves de la burra —¡En un rato regreso, tahi!.
—¡Si, tahi!— respondió Temo desde la habitación que compartían.
Aristóteles soltó una sonrisa enamorado saliendo por la puerta principal siendo seguido por Carlota.
—¿A que súper vamos?— preguntó Aristóteles encendiendo la camioneta.
—Vamos al que está por el parque es el único que vende el yogurt que le gusta a Diego— respondió Carlota abrochando su cinturón de seguridad.
Aristóteles comenzó a conducir hacia el supermercado. Iban platicando de las cosas que iban a comprar y de lo que hacia falta en la casa.
—¿Temo no quiso venir?— preguntó Carlota.
—No es eso— respondió el rizado sin despegar la vista del camino —tiene mucha tarea y preferí dejar que la termine, así cuando veamos la película todos estaremos sin el pendiente de tener que terminar algo. Además, creo que tenía que hacer una exposición con Mateo.
—¿No te parece que está pasando demasiado tiempo con él?— cuestionó la castaña con un tono que él rizado no logró descifrar.
±Bueno, ambos están en la misma carrera, ambos son los mejores de su clase, supongo yo que es normal que pasen tiempo juntos— explicó el rizado —me imagino que ambos prefieren estar en el mismo equipo, saben como trabaja el otro y saben que no fallan en sus tareas.
—Puede ser— agregó la castaña un tanto molesta —pero... hay un rumor en la escuela que dicen que a Mateo le gusta Temo.
Al escuchar aquello Aristóteles se tensó un poco. ¿Por qué Carlota le decía todo eso?.
—Tú lo dijiste, son rumores— habló el rizado aún confundido —yo confío en Temo y eso es suficiente.
—Bueno.
Nadie dijo más y siguieron su camino hacia el supermercado que, casualmente, era el más lejano al departamento.
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