Capítulo 4. Noche estrellada.

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Georgia Miller quería todo en su vida. Todo. Novios, matrimonio, casa, hijos y todas esas cosas ella las quería, pero tenia muy en cuenta que nunca las obtendría, por supuesto, nunca mientras trabajara en el bar pues ningún hombre en sus cinco sentidos se casaría con una prostituta. Había decidido caminar hasta el pequeño apartamento que pocas veces habitaba luego de acompañar a Charlotte al suyo, necesitaba ese tiempo para torturarse un poco más con Kendall York quien para desgracia de Georgia no lograba salir de su cabeza, jodida cabeza que mantiene enjaulado al hombre más idiota de Portland y seguido a ese hombre sus pensamientos de boda, niños y hogar, algo estúpido dado que solo conocía al tipo de hace unos días. Su vestido bailaba al son del viento mientras ella cruzaba sus brazos para darse calor a si misma, las calles del centro de Portland estaban llenas de gente y mucho movimiento a pesar de que eran pasadas las diez y también domingo algo extraño para Chloe debido a que casi todos los domingo del año esta zona no era más que un desierto. 

Se disponía a cruzar la calle que llevaba a su departamento, pero tuvo la respuesta de tanta vida ante sus ojos en forma de volante, "Exposición de Arte Vincent Van Gogh, Portland 2013". Claro, esa exposición a la que Ashton tanto le invito y que por supuesto se negó a la invitación, había escuchado parlotear a su jefe sobre el evento durante un mes y siendo sinceros le encantaba la idea, pero ella necesitaba alejarse de Ashton y ser algo profesional o corría el riesgo de joderla y perder su única fuente de ingreso. Esta exposición se celebraría en los meses de Febrero y Marzo  a petición de los mismos ciudadanos donde se iba a mostrar una cantidad selecta de obras hechas por los residentes y algunos cuadros de importantes pintores o para ser sinceros, las replicas de estas. Esta noche era la inauguración.  La morena moría por ir y ya saben, escapar de su mundo y aparentar ser alguien que no era por unas horas, pero una batalla se desataba en su cabeza pues por un lado sería increíble la experiencia y por otro lado estaba...  Ashton en el evento. Eso representaba un problema, pero era su día libre y lo disfrutaría al cien. 

La exposición se celebraría en el museo de arte contemporáneo de Portland, que por afortunada casualidad quedaba a unas cuantas cuadras del sitio en el que se encontraba, por esa razón no tardo ni diez minutos en llegar y de maravillarse con la cantidad de flashes que la recibieron y pidieron que posara tal cual una celebridad. El aura que rodeaba el lugar era magnifica, increíble, todas esas mujeres sonriendo con sus larguísimos vestidos de diseñador junto a sus maridos en trajes negros a la medida, se podía escuchar a través del bullicio de la gente como se tocaba una de las sinfonías de Bethoven, la quinta con exactitud. En la entrada del museo le entregaron un programa y una copa de champaña el cual se sintió exquisito en su paladar debido al burbujeo. Ella observo el programa dándose cuenta que justo en ese momento se estaba llevando a cabo una exposición de las obras de Van Gogh y sin pensarlo dos veces se dirigió allá con una copa de champaña sin terminar. En ese lugar nadie era conocido para ella, a decir verdad ¿Quienes eran conocidos para ella? solo la gente del bar y en cierta parte lo agradecía pues para ella la gente llegaba a ser a niveles muy peligrosos demasiado hipócrita y manipuladora, Georgia centró su vista en una pintura que la obligó a dejar de pensar en la maldad de la gente . La noche estrellada, la pintura que muestra la vida durante la noche la dejaba sin aliento, ya sea por sus pinceladas o por la historia que llevó a su creación, Georgia estaba ensimismada admirando la obra cuando una mano se posa en su cintura obligandola a romper el encantamiento que produjo Van Gogh, no tenia que pensar mucho para saber quien era el dueño de aquella mano.

— Ashton... —Susurró. Su piel se sentía caliente donde estaba posada la mano a pesar de estar cubierta con la tela del vestido. Su garganta se secó por el miedo justo al mismo tiempo que el habló.

— ¿Que haces tu aquí? — El pulgar juguetón se balanceó de arriba hacia abajo lentamente en su cadera — No creas que he olvidado que te negaste a mi invitación, no me explico tu presencia —Pudo sentir esa sonrisa zalamera, lo odiaba, en serio, y odiaba el hecho de saber que aún estando molesto lograba lucir tan hermoso y juguetón como siempre. Inhalo su perfume, el almizcle y toda su virilidad. Sintió asco.

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