Capitulo 10

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Kiara Wilson

3 de septiembre de 2011

Septiembre había adquirido un sabor diferente, con grandes transformaciones y asombrosas propuestas nuevas. Lo admití luego de que mi canción encajaba por igual sin casi planificar nada, aunque dependía de esos aparatos ultra modernizados que hacían el esfuerzo de ofrecerle ese toque fantasioso y, por supuesto, mi cautivante voz que acaparaba en cada pared del estudio. Debí procurármelo, porque al alcanzar una nota bastante aguda permitía que mi garganta a veces arda con frecuencia. Pero ser dócil no era un apoyo para mí, ni mucho menos para mi mente que permitía entrar a todos los deseos de obtener una mirada penetrante. Una inquebrantable con la capacidad de debatirla. Una que, si la perdías, de igual manera se plasmaba en la memoria y lamentaba lo patética que me sentía al dominar mis pensamientos. Con la misma fuerza de siempre cuando antes de marchar a la boda, creaba escenas deslumbrantes al saber que cantar para sus padres era un acontecimiento. Trataba de mantenerme en alarma al acercarme con pasos adelantados a la fiesta y mi fortaleza ayudaba a mi barriga, que al pincharme bruscamente permitía endurecer mi cuerpo al máximo. Eran síntomas normales quizá. Demasiado lo contuve durante la ceremonia más emblemática en donde los novios estaban parados de pie sobre el altar. Ese vestido era igual que la nieve, te resistías a admirarlo por esa cualidad poderosa conformado por un tejido de seda fino y transparente, se destacaba por su caída muy suelta. El tul tenía todas sus combinaciones hechas simplemente de un solo cruzamiento, es decir que los hilos para formarlos no dan mas que una vuelta uno con el otro. Además, su larga melena negra se esparcía con el brío entrometido que entraba por esas puertas de madera abiertas de par en par y su marido, se controlaba por el simple hecho de acomodárselo. Sin embargo, su traje era uno clásico, como en la mayoría de los hombres. Normalmente negro, cubriendo por debajo una camisa de acorde a su vestimenta y su peinado era a base de rulos. Los dos no mostraban una cierta incomodidad estando allí, pues el sacerdote de la misa nos adormecía. Lo supuse a ojear sin disimulo a mi tío Henry, que a pesar de no perder su postura respetuosa se desviaba al oírlo y mi abuela Sarina, me rozaba la piel de mi brazo con la yema de su dedo pulgar. Me la había erizado completamente y me resultaba placentero. Mientras tanto, me concentre en aferrarme a su perfil. No podía creer que solo a metros podía apreciarlo de una forma distinta. Se acentuaba de cada persona por su palidez, también, por no despegar su absorto a las palabras del cura y yo, no despegaba mi mirar en él. Me di cuenta que lo absorbía al detectarlo observado, aun así, teniéndolo en la misma fila, de reojo pude notar como los hoyuelos se le dispararon. Continue en la misma posición sabiendo eso, pese que mis propios latidos marchaban a una velocidad extrema y Sarina lo manifestó primero al distinguir mi tensión. Lo difícil fue no poder hacerle señas sobre la situación porque mi estómago y mi corazón no lo arreglaba nada. Encima el clima reflejaba ser extraño. Si te acelerabas mucho, te generaba sudor y si quedabas quieto los escalofríos llegaban. De buen modo que mi atuendo era pulcro. Uno hasta mis rodillas con esa fina tela color bordo variado en un tacón medianamente alto, haciendo juego con un furor maquillaje natural, excepto a mis gruesos labios. Las intenciones mías era encontrarme bonita, no solo para despertar los oídos, sino para que Harry se muestre encantado sobre mi lindura.
En las próximas horas no ocurrió nada que enormemente me interesara. Puesto que después de la misa nos marchamos hacia la fiesta y el atardecer nos abrumaba fácilmente, pero en mi parecer solía ser más bonito. Las estrellas iluminaban con esmero el cielo azulado y prontamente titilaban cuando las observaba detrás de la ventanilla. Un truco consolador según mi mejor amiga y no me tarde mucho admirándolo porque el coche de David estaciono con un chillido de neumáticos, si bien lo ignoramos al encontrarnos con la ostentosa entrada; su estética era impresionante con el acompañamiento de escaleras de marfil, que aportaba calidez. Al lado de ellas, unas macetas conteniendo las rosas Grace de aroma cálido, grandes y en color albaricoque guiaban el camino con su contorno lleno de redondas luces amarillentas. También, arriba de la ancha puerta, figuraban varios globos celestes obteniendo un recibimiento majestuoso. Un contraste bellísimo que te hacia poder entrar a ese lugar y demasiada gente introducía, incluyéndonos a nosotros. Mis padres caminaban ligeramente sin voltearse a un costado ni un segundo. Se olvidaban de admirar cada tela colgante sobre el techo adornado en pequeñas bombillas desplegando destellos y en aquellos ventanales que abarcaba casi toda una pared con cortinas translucidas azules. Gracias a todo ello, el sitio cobraba luz, especialmente con cada mesa que aparentaba ser más una velada con copas de cristal y un banquete largo para apoyar una variedad de postres como uno de ellos es concretamente la miel de condado de Berkshire junto por Sherry Trifle (un merengue irlandés) y portait de chocolate, entre otros. Las bebidas se destacaban en cervezas (Mulled Wine), Pimm's NO 1 (elaborada a base de ginebra con licor de crema y frutas) etc. Luego, se sirvió salmón marinado; que el plato se completó con cangrejo, langostinos, medallones de cordero y lo mejor de todo fue la salsa Windsor; poesía en mi boca. Al llenar mi estomago rápidamente, repare que llegó al equilibrio en mi cabeza; nada de malestares, nada semejante a eso. Solamente estaba oyendo los diálogos de mi familia involucrando a los demás murmullos; todo combinado con la melodía de un jazz dulzón. No tanto despertó mi atención al ver su silueta. Lo estudie arriba y abajo queriendo reaccionar con un pulso apresurado; el traje que llevaba era igual al de su padre, en la diferencia de tener en el lado izquierdo de su pecho una flor tono limonada. Se le entornaban sus ojos al sonreír risueño dibujándole hoyuelos en la comisura de los labios y no discutiría sobre el gran jopo escondiéndole unos de sus rizos detrás de su cuello. El avanzo a la misma medida que mi corazón y al verlo que nos miraba con intensidad, trate de analizar mis uñas al oír la suave voz. Otra vez, pensaba; otra vez esos pinchazos al transmitirme la emoción indicada.

Detrás de cámaras (PGP2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora