22| Fui suficiente para vos

Start from the beginning
                                    

—Te busqué por todos lados, pedazo de imbécil. —El murmullo afligido que salió de su boca me dio vuelta el corazón y me llenó la garganta de amargura.

«¿Por qué dejas que los demás noten que te importa?»

Por primera vez, entre los brazos de mi ex mejor amigo, vi a esa bestia dar una muestra de una emoción genuina: La sorpresa.

«¿No te das cuenta de que te estamos mirando?»

No podían escapar de nuestros ojos abiertos de par en par, era como si transcurriera en cámara lenta la esperada escena de la película en la que los amantes trágicos al fin se confiesan su amor.

El canto rítmico de Enzo que llegó desde la cocina la interrumpió.

Yo quiero azotarte, domarte, pero lo malo es que te gusta. Castigarte por tu mala conducta, oh no, no, castigarte por tu mala conducta, oh no, no... —Se detuvo en el borde de la isla al captar el silencio y alzó la cabeza a través de los mechones blancos que le cubrían la cara para encontrarse con los ojos de su gemelo—. Ay no, no chicuus. —Chasqueó la lengua e hizo un berrinche infantil—. ¿Quién carajo invitó al hijo de puta de Ezequiel?

—Yo lo hice, ¿qué tanto? —Milagros salió del baño con rapidez, y jaló la manga del suéter del pelirrojo que empezaba a ponerse colorado, noté la seña que le hizo a Kevin para que la siguiera—. Bueno equis, juguemos al juego de la botella chiquis.

Cielo se aferraba a la cintura de Bruno para que no se cayera a la mierda y dejaba que él le comiera la oreja con alguna estupidez. Otro vistazo al ceño fruncido de Julián me dijo que él también se concentraba bastante en aquello como para protestar por la pésima idea de Milagros.

Una sola mirada amenazante de Miranda marcó la mayoría para mí. Sus pupilas parecían dos aureolas oscuras mientras perseguía las luces que proyectaban estrellas en las paredes y hacía brillar las pegatinas en el techo de Alanis.

Todos nos sentamos en una amplia ronda dentro de su pieza. Me enfermaba el hecho de que yo solo parecía ver la manera en la que Kevin se había puesto a reparar con alegría en las pecas del rostro de Ezequiel y se las había ingeniado para que el pelirrojo se sentara entre sus piernas abiertas.

Justo frente a mí.

—Las reglas son fáciles —mencionó la rubia de camisón blanco de tiritas a mi lado, se recogió el cabello en una pulcra coleta que hizo brillar el rosario dorado en su cuello, y vació lo que quedaba de la botella de vodka en su garganta antes de dejarla en el centro de la ronda—. El que no besa se queda afuera. —Sonrió.

—¿Quién empieza? —preguntó Julián, jugueteaba con la tira de su buzo hippie dentro de la boca.

—Ahora que hablaste, vos, mi rey. —Delante de él Enzo curvó los labios antes de fumar una calada de su cigarro—. ¿Harías los honores?

A esta altura el humo formaba una nube de vaho sobre nosotros, y seguro que Alanis no iba a poder quitarla tan fácil, pero estaba demasiado ocupada en su licuado de ananá con vodka como para preocuparse por eso.

Agité la lata de cerveza vacía en mi mano y le dediqué una mirada irritada al peliblanco antes de ver la botella girar de una manera que me resultó casi hipnótica. Reprimí una mueca, los primeros señalados por la misma habían sido Bruno y...

Miranda.

«Ugh»

—Uy, la loca. —Julián se partió de la risa y la rubia de cabello enrulado le tiró una almohada, pero me la contagió al ver el gesto de terror del castaño alcoholizado que empezaba a asimilar lo que eso significaba.

YO NUNCA |BL|Where stories live. Discover now